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Erdogan viaja a Rusia para recuperar un aliado estratégico

El presidente turco se reúne este martes con Vladimir Putin en un tiempo en que sus relaciones con la UE y Estados Unidos no pasan por el mejor momento.

Andrés Mourenza

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se entrevistará este martes con su homólogo ruso, Vladimir Putin, con el objetivo de recuperar a un aliado estratégico tras medio año de enfrentamiento. “Es una visita histórica, será un nuevo comienzo. Con mi amigo Vladímir, abriremos una nueva página en las relaciones bilaterales. Ambos países podemos hacer grandes cosas juntos”, afirmó el mandatario turco en declaraciones a la agencia rusa TASS.

El presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan (entonces primer ministro), al inicio de la cumbre del G20 en San Petersburgo el 5 de septiembre de 2013.
El presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan (entonces primer ministro), al inicio de la cumbre del G20 en San Petersburgo el 5 de septiembre de 2013.ERIC FEFERBERG (AFP)

El resultado que Turquía espera obtener con la visita es, principalmente, recomponer las relaciones comerciales con Rusia, un país que hasta hace un par de años era su principal socio comercial. El embargo decretado por Moscú a Turquía a finales de 2015 ha supuesto la ruina para los productores agrícolas (las exportaciones turcas a Rusia han caído un 60 %) y para el sector del turismo, muy afectado de por sí debido a los atentados terroristas vividos en suelo turco. Durante la primera mitad de 2016, la llegada de turistas a Turquía sufrió la mayor caída en más de dos décadas, con una bajada del 40 % (90 % en el caso de los rusos), y ahora Ankara espera el regreso de buena parte de los 4 millones de rusos que veraneaban cada año en las playas de Anatolia. También los constructores turcos con intereses en Rusia y el espacio exsoviético esperan una mejora de las relaciones ya que además hay grandes proyectos conjuntos pendientes, como la edificación de la primera central nuclear de Turquía, a cargo de la compañía rusa Atomstroyexport.

Entre Putin y Erdogan ha habido buena sintonía desde la pasada década, gracias a una relación cimentada por el entendimiento personal entre ambos líderes y por los proyectos energéticos comunes. Sin embargo, las disputas sobre la guerra en Siria (un tema en el que ambos mantienen posiciones enfrentadas y en el que Erdogan reconoce que ha habido “malentendidos”) y el derribo de un caza ruso en noviembre tras haber, supuestamente, violado el espacio aéreo turco.

La relación entre ambos países entonces, entró en una espiral de amenazas y represalias que llevó casi a la ruptura de relaciones. Erdogan, de hecho, exhortaba a inicios de año a sus socios de la OTAN a impedir que “el mar Negro se convierta en un lago ruso”. “Todos deben respetar el derecho de Turquía a proteger sus fronteras –justificaba Erdogan el derribo del avión ruso-. Si alguien tiene que pedir perdón, no somos nosotros”. Sin embargo, la realpolitik terminó por imponerse y, en un momento en que desde sus socios occidentales llegan cada vez más críticas por el autoritarismo del mandatario islamista, Erdogan se resignó a pedir disculpas a Moscú a fin de hacer las paces.

Sobre estos continuos cambios de postura se ha corrido un tupido velo en Turquía gracias a una prensa progubernamental que en su forma de modificar las versiones de los hechos está adquiriendo ciertos tintes orwellianos. Por ejemplo, los pilotos que derribaron el caza ruso, entonces loados como héroes y defendidos por el Gobierno turco, hoy permanecen detenidos y acusados de haber orquestado el incidente con Rusia por orden de la cofradía del clérigo Fethullah Gülen, al que se imputa el fallido intento de golpe de estado del pasado 15 de julio.

Lo mismo ha ocurrido tras recomponer Ankara sus lazos con Tel Aviv, después de los años de rifirrafes que siguieron a la muerte de diez integrantes turcos de la Flotilla de la Libertad a Gaza a manos de soldados israelíes. El pasado mes de junio, el presidente turco criticó duramente a la organización islamista IHH que fletó el barco atacado en 2010 por “no haber pedido permiso”, pese a que en aquella época Erdogan, como primer ministro, defendió apasionadamente este intento de romper el bloqueo a Gaza.

Hay quienes advierten de que esta visita a Rusia, y la recuperación de relaciones con Israel, forman parte de un cambio de alianzas de Turquía debido al empeoramiento de relaciones con ciertos países de la UE y con Estados Unidos. “El resentimiento existente en el Gobierno y en la calle contra Occidente es justificable en cierto modo. Tras el golpe de estado, Putin ofreció rápidamente su apoyo a Erdogan, mientras la respuesta de Occidente fue tardía y tibia. Además, EEUU sigue cobijando al clérigo (Fethullah Gülen) al que se acusa de estar tras el golpe”, sostiene Mensur Akgün, del centro de estudios GPoT: “Si Washington entrega a Gülen como exige Ankara, las relaciones volverán a su normalidad, si no, empeorarán”.

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Desde el Ejecutivo, sin embargo, niegan un “realineamiento” de Turquía. “Es equivocado calificar así los encuentros con Rusia o con cualquier otro país. Turquía tiene diversos intereses por todo el mundo y trabajamos con distintos socios y aliados para conseguir nuestros objetivos”, subraya una fuente de Presidencia en declaraciones a El País.

Otros analistas, como es el caso de Kadri Gürsel, ven en estos cambios de actitud –en política exterior y a nivel interno, buscando el apoyo de la oposición- un debilitamiento de Erdogan, pese a que las apariencias sugieran lo contrario: “Se ha dado cuenta de lo aislado internacionalmente que ha quedado, tal y como evidencia una frase que pronunció el 23 de julio: ‘Si hubiera muerto, nuestros amigos occidentales saltarían de alegría’”.

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