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El drama de los niños que crecen en las cárceles guatemaltecas

Un Sistema Penitenciario sin presupuesto específico atiende a 86 menores de cuatro años

La precariedad de la vida en el tercer mundo tiene ribetes que aunque pasan desapercibidos para la población general, constituyen una realidad sangrante. Es el caso de los 86 niños, todos menores de cuatro años, que viven y crecen en las prisiones guatemaltecas. Su futuro es incierto.

“Obviamente, vivir en un centro carcelario no es el ambiente adecuado para niños de cero a cuatro años”, dice a este periódico Corinne Dedik, investigadora del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales, CIEN. La experta añade que en los centros carcelarios prevalece el hacinamiento, mientras que la alimentación y la higiene son altamente deficientes.

El ambiente carcelario es perjudicial para los pequeños, dado que no hay celdas individuales, sino que duermen en barracones donde la única privacidad es una sábana entre cama y cama, circunstancia que expone a los pequeños a presenciar escenas que en ocasiones no son nada edificantes y marcan para siempre. “Son edades en que los pequeños imitan todo lo que ven. Esto se palpa en sus juegos. Uno de los más comunes es replicar las requisas periódicas que realiza la Guardia Penitenciaria en busca de objetos prohibidos en una prisión, como teléfonos móviles, licor y drogas. Tres o cuatro niños hacen de guardias, y el resto esconde sus juguetes, esperando que no los encuentren”.

A juicio de la experta, una de las secuelas más marcadas es la inestabilidad emocional. De acuerdo con la ley, las reclusas pueden mantener consigo a sus hijos hasta que cumplen cuatro años, momento en el que deben dejar la cárcel para irse a vivir con algún familiar, en ambientes que les son completamente ajenos y a los que no se adaptan fácilmente. “Esto genera una gran inestabilidad y les provoca un sentimiento muy fuerte de ansiedad. Son secuelas psicológicas que los acompañarán el resto de sus vidas, sin que el Estado guatemalteco tenga capacidad para brindarles el acompañamiento psicológico necesario, ni dé seguimiento a su evolución”, advierte Dedik.

Cuando un niño cumple años, es agasajado con una piñata.
Cuando un niño cumple años, es agasajado con una piñata.sistema penitenciario

La experta del CIEN señala como particularmente preocupante el aspecto de la alimentación. “Las madres, amén del lecho, comparten su plato con los pequeños. No hay otra cosa, aunque evidentemente no es un menú apto para su desarrollo. Es más, pasan directamente de la leche materna a la comida sólida. Esto solo lo rompen algunas reclusas que, con ayuda económica de sus familias, pueden preparar alimentos acordes con las necesidades de cada etapa etaria de los infantes”.

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Es un problema añadido y de difícil solución para el Sistema Penitenciario, la cenicienta de la justicia guatemalteca. “Para empezar, los niños no tendrían que estar en estos centros, ya que no hay un presupuesto ni obligación legal para atenderlos. A la fecha hay 43 niñas y 43 niños en esta circunstancia. De ellos, 77 permanecen en los centros penitenciarios para mujeres de la capital y los otros nueve en la provincia. Esta población tiende a crecer. Hay 18 reclusas embarazadas”, informa Rudy Esquivel, portavoz de la institución.

Sin dinero –de acuerdo a lo asignado, el presupuesto de alimentos para cada día es de solo 13 quetzales por interno (menos de dos dólares) para los tres tiempos de comida–, solo la ayuda de la comunidad internacional, particularmente de la europea, algunas iglesias y ONG se ha logrado que los niños puedan ser atendidos con un mínimo ajuste a sus necesidades alimentarias, explica.

Con todo, Esquivel se muestra optimista con respecto al futuro y explica que con el apoyo de la Comunidad Europea se está construyendo un módulo específico destinado a resguardar a las reclusas que tienen a sus hijos consigo. Se espera que para finales de este año esté en funcionamiento. Está diseñado para albergar a unas 60 madres con igual número de niños.

Cárceles sobrepobladas

El martes 2 de agosto, las prisiones albergaban 18.718 varones y 1.984 mujeres. En total, 20.702 personas privadas de libertad, mientras que la capacidad instalada de los centros carcelarios del país es de solo 6.809.

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