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Tribuna
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¿Dónde tropezó Dilma?

Negar que Rousseff ha cometido errores de cálculo político sería querer negar algunas escenas cruciales de este drama

Juan Arias

La inesperada resurrección de la autoestima colectiva de la sociedad brasileña ha sido propulsada, paradójicamente, por unos Juegos Olímpicos en los que nadie confiaba pero que han acabado siendo aplaudidos por el mundo.

Ahora, ese milagro debería convertirse ahora en algo más que un sueño que se disipa al despertar, en el punto de apoyo para abordar la probable salida de Dilma. Dejando al lado la disputa política, no deja de ser un momento relevante para la democracia, doloroso y dramático.

La sociedad brasileña ha sabido siempre enfrentar y resolver sus desafíos históricos

Habría que preguntarse dónde acabó tropezando políticamente Dilma Rousseff, ya que existe un consenso general en cuanto a su honestidad personal.

Negar que Rousseff ha cometido errores de cálculo político sería a estas alturas querer negar algunas escenas cruciales de este drama.

Más allá de las luchas jurídicas, no cabe duda de que Dilma tuvo en sus manos varias opciones de abordar su defensa y de buscar la mejor salida para ella y para

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la sociedad, para evitar que todo esto no acabara convirtiéndose en un drama nacional más psicoanalítico que político. Podría, cuando aún había tiempo, haber convocado nuevas elecciones, dejando a los ciudadanos la posibilidad de expresarse en las urnas. Lo ha tratado de hacer ahora, cuando ya no hay ni tiempo ni voluntad en el Congreso.

Se lo habían pidieron varias instituciones debido a que la renuncia, que otros hubiesen preferido, era mucho más dramática.

Pero Rousseff prefirió resistir a cualquier costo y hoy paga el precio de verse atrapada en un callejón sin aparente salida.

Le faltó quizás recordar que la política es el arte de la negociación, sin el cual no existe la democracia.

Prefirió, las más de las veces, el puñetazo en la mesa como gesto de resistencia al diálogo, por ejemplo, con el Congreso y la oposición. Quizás también con la sociedad.

No creo en el axioma de que las sociedades tienen los gobiernos que se merecen. Por lo menos no siempre es así. Ahora bien: cuando se equivocan suelen tener la fuerza de reaccionar.

Con todos sus defectos, la sociedad brasileña en concreto ha sabido siempre enfrentar y resolver sus desafíos históricos.

El poeta José Salgado Maranhão escribe en su cuenta de Facebook: “Somos un pueblo que viene de un largo camino de luchas y adversidades, sobretodo la gran mayoría de la población, muchas veces explotada por dirigentes deshonestos. Pero esta misma población que sufre es capaz también de prodigios para revelar el extraordinario calidoscopio de su alma mestiza. Y como si fuese el fruto de la caña molida, sabe extraer la miel del propio dolor”.

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