_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El teatro que despide a la izquierda del poder

Para la gente, el PT se igualó a los demás, se volvió conservador y se puso a servicio de las élites

En el discurso con el que intentó evitar su impeachment en el Senado brasileño, Dilma Rousseff agradó a sus defensores pero no mostró fuerzas para cambiar su destino. Hoy se espera que 81 senadores destituyan a la presidenta, que no podrá presentarse a unas elecciones en ocho años. Su vicepresidente, Michel Temer, será nombrado presidente de Brasil. Lo que sucedió este 29 de agosto en Brasil fue teatro. Rousseff habló como nunca antes, pero sabe que lo hizo para salvar su biografía. Habló con la superioridad moral que de hecho tiene sobre los senadores que hacen de jueces en este tribunal político. Intentó diferenciarse, incluso, del expresidente Fernando Collor de Mello. En 1992, Collor, que también sufrió el impeachment en el Senado, renunció en vez de defenderse en lo que era la última etapa del juicio por su destitución. Ni el mismo Partido de los Trabajadores ha sido capaz de defender de manera significativa su retorno al Gobierno.

El final del Gobierno de Rousseff marca el fin de 13 años del PT en la presidencia. También, simbólicamente, de la izquierda en el poder, porque ni los partidarios más populares, que apoyaban al PT desde su fundación en los ochenta, ven al partido como lo veían antes. Para la gente, el partido se igualó a los demás, se volvió conservador y se puso a servicio de las élites.

Así empieza la era de Michel Temer, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que estuvo al lado de Rousseff durante seis años como vicepresidente. Fueron elegidos a la vez, en 2011 y después en 2014, con 54 millones de votos. Como presidente interino, formó un Gabinete con integrantes del también conservador Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el otro partido más grande en la disputa. Nadie había votado a esos integrantes. Ese fue el verdadero golpe de Estado, el llevar nombres sin apoyo popular al poder. Pues este golpe aún va a madurar, y va a empeorar la ya baja popularidad de Temer. Desde mayo, lucha por la austeridad fiscal. Esto trae consecuencias a los pobres, en primer lugar, y le llegará a gran parte de la clase media que lo apoya dentro de un año. El último acto de esta opereta será en 2018, con las nuevas elecciones presidenciales. La derecha que hoy celebra la caída de Rousseff va a ser rechazada otra vez. Por una razón muy simple. Brasil es un país rico donde la mayoría de la población es pobre. No hay política liberal que sostenga esta matemática. De esta forma, la izquierda, que hoy se ve acosada, volverá en 2018. Y este, para pavor de los que hoy se sienten victoriosos, puede ser el mismísimo PT.

Rudá Ricci es politólogo, doctor en Ciencia Política y director del Instituto Cultiva.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_