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El presidente de Brasil llega al G20 en China en busca de legitimidad

Dos días después de tomar posesión, Michel Temer es recibido por Xi Jinping

El brasileño Michel Temer logró su objetivo de ser investido presidente, tras la destitución de Dilma Rousseff, a tiempo de participar en la cumbre del G20 a partir de mañana en China. Temer, que busca legitimidad internacional y enviar una imagen de estabilidad, fue de los primeros en llegar a Hangzhou, al este del país, donde se reunirán los representantes de las principales economías del mundo. El derechista Temer fue también de los primeros en celebrar, en este marco, una reunión bilateral con el presidente chino, Xi Jinping.

Los presidentes de Brasil y China, Michel Temer y Xi Jinping, en Hangzhou.
Los presidentes de Brasil y China, Michel Temer y Xi Jinping, en Hangzhou.IWASAKI MINORU / POOL (EFE)

En los últimos días del juicio político a Rousseff, que concluyó el miércoles, la mayor preocupación de Temer era que nada se saliese del plazo previsto. De lo contrario, no llegaría a tiempo a China para la cumbre del G20. El presidente, cuyo mandato ya no es interino, pretende transmitir la idea de que el país y su economía están listos, tras meses de parálisis política, para ser reactivados y recibir nuevas inversiones.

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El primer acto de Temer en China fue la participación en un foro de alto nivel con empresarios chinos y brasileños en Shanghái, la capital financiera de la segunda economía mundial. “Aunque hemos sufrido turbulencias políticas y económicas, y recesión, ya hemos dado la vuelta a esa hoja”, aseguró. Brasil, insistió, “ha dejado atrás toda la inestabilidad que ha sufrido en los últimos años”.

Temer calificó de “pequeña vergüenza” la decisión del Senado de permitir a Rousseff que mantenga sus derechos políticos aunque añadió que respeta la decisión de la Cámara.

“Es momento de que Temer cree una narrativa”, opina Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones internacionales de la Fundación Getúlio Vargas y especialista en países emergentes. “La comunidad internacional ya se sabe el diagnóstico de Brasil, pero el presidente necesita convencer de que la crisis política ha acabado”, afirma el experto.

Que Brasil seguirá siendo un socio fiable de Pekín es un mensaje que Temer quiso trasladar personalmente al propio presidente Xi Jinping. El país asiático es el principal socio comercial brasileño y su crecimiento más lento en los últimos tres años ha sido uno de los factores más destacados que explican los problemas económicos del gigante latinoamericano. Este año, las transacciones entre ambos países ya ascienden a 42.500 millones dólares (unos 38.100 millones de euros), mientras el año pasado alcanzó los 66.000 millones de dólares (unos 59.100 millones de euros).

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“Creo que Temer podrá traer muchas inversiones chinas nuevas a Brasil. Los chinos están interesados en la construcción de trenes de alta velocidad, pero también en el sector de energía”, explica Charles Tang, presidente de la Cámara de Comercio e Industria Brasil-China.

Cooperación

En una reunión en la Casa de Huéspedes de Estado del idílico lago del Oeste en Hangzhou, la ciudad que asombrara por su belleza a Marco Polo en el siglo XIII, Temer explicó al jefe de Estado chino su interés en subrayar “la necesidad de mantener la solida relación que se ha creado a lo largo del tiempo”.

Tras el impeachment de Rousseff, China ya había expresado su fe en que Brasil conseguiría mantener la normalidad de las relaciones entre ambos países. Y Xi —con el que Temer ya se había reunido en Pekín hace dos años, cuando viajó a la capital china para una visita oficial como vicepresidente—, mantuvo el mismo mensaje. “China tiene gran confianza en las perspectivas de desarrollo de Brasil, así como en la cooperación entre China y Brasil”, aseguró Xi.

“Debemos hacer de nuestra cooperación un ejemplo de relaciones de unidad y colaboración entre países desarrollados”.

El nuevo jefe de Estado brasileño tiene previsto mantener, a lo largo de su estancia en Hangzhou, reuniones bilaterales también con el presidente en funciones del Gobierno español, Mariano Rajoy; el primer ministro italiano, Matteo Renzi, y el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Nayef.

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