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Columna
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¿Por qué no acabar con la figura del vicepresidente en Brasil?

Lo que parece más justo es que con el impeachment definitivo de Dilma se convocaran nuevas elecciones

Juan Arias

Muchos de los problemas que Brasil está viviendo con la sucesión de Temer a la presidencia de la República, tras la salida de Dilma, se habrían eliminado si no existiera la figura del vicepresidente. O si no tuviese la prerrogativa de poder suceder al presidente en caso de impedimento definitivo del mismo.

Quizás haya llegado el momento de aprobar una enmienda a la Constitución para anular esa figura del vice, o revisar las funciones que hoy le otorga.

En Brasil, la presidencia de la República acumula demasiados poderes para que puedan pasar automáticamente al vicepresidente, incluso el mismo día de la toma de posesión. Y lo más grave es que los electores, al votar a un candidato para presidente, no se preocupan demasiado en investigar quién va a ser su segundo, como si pensaran que esa figura es puramente decorativa. No lo es. Se trata de un presidente potencial en caso de que el titular queda impedido por algún motivo.

Temer, por ejemplo, es ya el octavo vicepresidente que acaba, por derecho constitucional, en la presidencia.

Tan poca importancia se da a esa figura, que en muchos casos es escogido por puros cálculos políticos, para ganarse, por ejemplo, el apoyo de un partido importante en las elecciones.

Los electores le conceden tan poca relevancia que, hoy por ejemplo, muchos de los 54 millones que votaron a Dilma Roussef en 2014 aseguran que ellos no eligieron a Temer, cuando en realidad votaron forzosamente a ambos.

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Tanto es así, que en el caso de que un candidato a la presidencia escogiera a un segundo de a bordo impresentable o indeseable, muchos, aún queriendo votar a dicho candidato, no lo harían. Yo el primero, ya que dicho indeseable podría al día siguiente de ganar las elecciones acabar en el puesto de más responsabilidad del país si el elegido tuviera, por ejemplo, un accidente grave.

Si en el momento en que Dilma Rousseff fue depuesta de su cargo no hubiese existido la figura del vicepresidente o careciese del poder de sucederla, Brasil se habría ahorrado buena parte del drama que está viviendo con la sucesión de Temer, a pesar de ser totalmente constitucional su llegada a la presidencia, ya que se habría podido ir enseguida a las urnas.

Lo que parece más justo y obvio es que, impedido el presidente de seguir al frente de su cargo definitivamente, puedan convocarse enseguida nuevas elecciones.

Ya existe parado en el Senado un proyecto sobre el tema. Sería la hora de desempolvarlo y llevarlo a votación.

Es en las horas de conmoción nacional, como la que está viviendo Brasil, cuando se debe tener la valentía de tomar las grandes decisiones para evitar colocar en riesgo, en el futuro, la democracia y la propia convivencia social.

El “Fuera Temer” puede ser un grito de guerra de quienes prefieran verlo, por los motivos que sean, fuera de la jefatura de la República. Se trata de una justa reivindicación social. Recuerdo, llegado a Brasil, los gritos en la calle, del Partido de los Trabajadores de “Fuera FHC (Fernando Henrique Cardoso)”.

Lo que no sería justo es seguir afirmando que la llegada de Temer a la presidencia sea anticonstitucional.

El otro grito de guerra, junto con el de "fuera Temer", podría ser el de "fuera el vicepresidente". Es decir, exigir al Congreso que cambie la Constitución para evitar que Brasil pueda, en el futuro, revivir angustias y convulsiones sociales y políticas como las actuales.

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