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Los límites a la contratación de extranjeros alejan a May de su base empresarial

Malestar entre los aliados tradicionales de los conservadores por el empeño del Gobierno británico en reducir la inmigración

Pablo Guimón

Theresa May cerró el miércoles el congreso de los conservadores británicos con la promesa de un viaje al “nuevo centro político”. El “partido de los trabajadores” que dibujó la primera ministra aleja a los tories de sus tradicionales aliados: unos empresarios en pie de guerra con el Gobierno tras el anuncio, formulado en la víspera, de medidas para limitar la contratación de trabajadores extranjeros. La tensión entre las élites empresariales se extiende a la City, temerosa de las consecuencias para el sector financiero del Brexit duro esbozado por May.

La primera ministra, Theresa May, en su discurso ante el partido.
La primera ministra, Theresa May, en su discurso ante el partido.Matt Cardy (Getty )

El discurso de la primera ministra culminó el dibujo, esbozado en los cuatro días de cónclave tory, de un Gobierno más conservador que liberal, más intervencionista y menos aliado de los empresarios. Una ruptura manifiesta con el proyecto de su predecesor, David Cameron, partidario de la ortodoxia liberal de reducir el Estado a su mínima expresión.

El sector empresarial escuchó a la primera ministra criticar a “los poderosos y los privilegiados” y sostener que el suyo es “el partido de la clase trabajadora”. El Partido Conservador se dirige, aseguró May, “al nuevo centro político, construido en los valores de justicia y oportunidad, donde todo el mundo juega con las mismas reglas”. La primera ministra arremetió contra la “élite liberal” que no ha sabido comprender las motivaciones del voto por el Brexit. “Si crees que eres un ciudadano del mundo, eres un ciudadano de ninguna parte”, sostuvo May, brindando una proclama que celebraría horas después en Twitter Marine Le Pen, la candidata ultraderechista francesa. El del referéndum, defendió May, no fue solo un voto por salir de la UE, sino la expresión de “un sentimiento que tiene hoy mucha gente de que el mundo funciona solo para unos pocos privilegiados”.

La ruptura con la tradición tory es profunda. Amber Rudd, la titular de Interior, defendió su anuncio de que las empresas deberán apostar por el talento local y hacer pública la proporción de trabajadores extranjeros que emplean. Rudd exigió a los empresarios “que no miren automáticamente al extranjero, donde el trabajo es más barato y quizás, a veces, menos eficiente”. “Hay empresas que tienen una actitud positiva”, dijo Rudd, “pero me temo que otras no son tan constructivas, y esas son las que queremos purgar”. Adam Marshall, de las cámaras de comercio británicas, criticó que el hecho de tener “una plantilla global” sea visto como algo de lo que avergonzarse.

May salió ayer en defensa de Rudd, duramente criticada por el empresariado, al reivindicar en su discurso “el contrato social que dice que debes formar a jóvenes locales antes de recurrir a mano de obra extranjera barata”.

Las medidas anunciadas por la ministra se encuadran en una estrategia del Gobierno de reducir la inmigración, incluso antes de que se complete la salida de la UE. El sistema de visados para trabajadores no europeos ya se endureció, como recordaron ayer los empresarios, precisamente con May al frente de la cartera de Interior. Aún así, la inmigración neta está ahora en 327.000 personas, una cifra que triplica con creces el objetivo prometido por David Cameron y May.

La ministra también prometió restricciones a la entrada en las universidades británicas de estudiantes extranjeros, que suponen 167.000 de los 600.000 nuevos inmigrantes que llegan cada año. Las universidades recordaron que un alumnado internacional es esencial para su competitividad global y que los estudiantes no comunitarios son contribuidores netos a la economía británica: aportan 7.000 millones de libras y su presencia genera cerca de 137.000 empleos en todo el país.

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Al malestar de empresarios y universidades su sumó el de la City de Londres, ignorada durante el congreso de Birmingham y bajo la amenaza de un “Brexit duro”, que daría prioridad al control de la inmigración renunciando al acceso al mercado común. “Sin un acuerdo transitorio se pone en riesgo la estabilidad financiera. Las negociaciones se deben empezar pidiendo mucho, pero nosotros hemos empezado descartando cosas de entrada”, explica Anthony Browne, presidente de la asociación de banqueros.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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