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El Gobierno belga avisa a la UE de que no puede firmar el pacto con Canadá

La resistencia de Valonia, pese al ultimátum europeo, pone en jaque la firma del acuerdo de libre comercio

El primer ministro belga, Charles Michel (izq.), y el ministro belga de Asuntos Exteriores, Didier Reynders, este lunes en Bruselas.Vídeo: S. LECOCQ EFE
Claudi Pérez

Ni los ultimátums ni el dramatismo ni el maratón de reuniones consiguen doblegar a Valonia, una pequeña región de 3,5 millones de habitantes que ha puesto en jaque el acuerdo UE-Canadá y, por extensión, la credibilidad de la Unión Europea, incapaz de firmar un pacto comercial que no ha cesado de publicitar como "el mejor de la historia". El Gobierno valón dijo no la semana pasada, mantuvo el rechazo durante el fin de semana y ha consumado hoy su negativa. No, no y mil veces no: el primer ministro belga Charles Michel ha comparecido hoy lunes ante la prensa para informar de que ha fracasado en su intento de convencer a las autoridades valonas de la necesidad de desbloquear el acuerdo. Michel le ha comunicado esa decisión al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que podría llamar en las próximas horas al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, para cancelar la cumbre prevista para este jueves, en la que se tenía que firmar el pacto.

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"La respuesta clara, a estas alturas, es no" ha explicado Michel para subrayar que el Gobierno federal belga no puede suscribir el acuerdo con Canadá (el denominado CETA) mientras persista esa postura. Paul Magnette, ministro presidente de Valonia --una pequeña región francófona de apenas 3,5 millones de habitantes-- ha subrayado que "no puede dar el sí" y que su Gobierno "no va a aceptarlo todo", a pesar de que la Unión ha ofrecido concesiones de última hora para satisfacer las inquietudes de los valones.

No es suficiente. En ese bloqueo se mezclan asuntos de política interna belga con una nube algo difusa de temores a que el pacto UE-Canadá mine normativa social, de salud, medioambiental, de protección de datos y laboral. El Ejecutivo valón se hace eco de las quejas de su Parlamento, que teme además que ese acuerdo castigue la ya muy dañada economía valona. En especial el sector agrícola, ante una supuesta invasión de importaciones canadienses. Valonia ha puesto el acento en el tribunal de arbitraje para dirimir las disputas entre los Estados y las multinacionales: teme, como otras muchas voces críticas en todo el continente, que ese instrumento pueda favorecer a las multinacionales en perjuicio de los legisladores nacionales. Canadá y la UE han firmado una declaración con valor legal que asegura que nada de eso va a ocurrir. Pero Valonia se hace eco de un malestar profundo y más general, relacionado con los ganadores y perdedores de la globalización en las últimas décadas y el sentimiento antiestablishment que se deja notar en referendos, elecciones y, ahora, incluso en los debates sobre asuntos comerciales. El bloqueo valón pone en peligro la credibilidad de la Unión Europea y de su política comercial: el CETA es solo un anticipo de lo que puede suceder con un acuerdo aún más ambicioso, el TTIP con Estados Unidos, y podría influir incluso en las negociaciones entre el Reino Unido y la UE sobre el Brexit.

Para más inri, Valonia no está sola. Michel ha explicado que la región de Bruselas y la comunidad lingüística francófona han rechazado también la firma del tratado comercial, mientras que el Ejecutivo federal y los gobiernos flamenco y germanófono están a favor. Con Bélgica partida en dos, el primer ministro sigue abierto a negociar y apunta que aún es pronto para decir que el CETA está muerto y enterrado. El tiempo se acaba: fuentes de la UE aseguran que el calendario obliga a cerrar el acuerdo hoy, por la agenda del canadiense Trudeau.

El pacto no parece cuestión de horas. Magnette no parece en condiciones de dar un giro inesperado de 180 grados. Las opciones que hay sobre la mesa son dar por terminado el acuerdo, posponer la firma hasta finales de año o incluso suscribirlo con el compromiso de modificar los asuntos más problemáticos en la próxima revisión técnica. La Comisión reclama paciencia. Y el Partido Socialista valón, que gobierna la región, ha informado de que hará falta mucha, mucha de esa paciencia: necesita "semanas" para seguir negociando. Valonia, en fin, resiste. Veremos si hasta el final.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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