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La corrupción de las élites aleja a Moldavia de la UE

El país elige presidente en un clima euroescéptico impulsado por la mala gestión y la falta de reformas

Pilar Bonet
Dos hombres colocan carteles electorales en el centro de Chisinau.
Dos hombres colocan carteles electorales en el centro de Chisinau.DUMITRU DORU (EFE)

Los escándalos de corrupción, en especial el robo de mil millones de dólares (910 millones de euros) de las reservas del Estado, ha desprestigiado a la élite política proeuropea de Moldavia. En pocos años, los desilusionados ciudadanos de este pequeño país, encajado entre Ucrania y Rumanía, han cambiado el objeto de sus esperanzas y han sustituido a Bruselas por Moscú.

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En Chisinau— la capital moldava—, las calzadas están llenas de enormes baches y en los mercados gentes modestamente vestidas regatean el precio, inferior a 40 céntimos de euro, de un kilo de manzanas. Son parte de un paisaje que ha llevado a la emigración a cerca de un millón de personas (la mitad a Rusia y la otra mitad a Europa).

Las fuerzas liberales proeuropeas gobernantes en Moldavia (en coaliciones de distinta configuración) desde 2009 firmaron un tratado de Asociación (TA) con la UE y lograron que los moldavos viajen sin visado a la zona Schengen. Pero estos resultados de la política de Asociación Oriental proclamó por Bruselas en 2009 (para los Estados postsoviéticos) ya no son percibidos como “éxitos” en esta sufrida parte del continente, donde los intereses de Rusia compiten con los de la UE y la OTAN.

Las opciones geoestratégicas de Moldavia (país neutral por su Constitución) se enfrentan este domingo en las elecciones presidenciales a las que han sido convocadas 2,8 millones de personas. Tres son los favoritos entre los 10 candidatos: Igor Dodon, del Partido de los Socialistas, que fue responsable de economía cuando gobernaba el Partido Comunista (2001-2009); la exministra y economista Maia Sandu y Marian Lupu, jefe del partido Democrático (una de las fuerzas de la coalición gobernante). Rusia simpatiza con Dodon y los atlantistas y europeístas, con Sandu.

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Moldavia tiene un modelo parlamentarista y el puesto de presidente del Estado, que se elige por sufragio universal por primera vez en dos décadas (en las que era votado por el Parlamento), tiene carácter simbólico, pero el resultado indicará la orientación de los ciudadanos. Al margen de las preferencias del electorado, el “hombre fuerte” de Moldavia es el multimillonario Vladimir Plajotniuk, al que se atribuye la función de “coordinador del Gobierno”. Plajotniuk no tiene cargos en el Ejecutivo y formalmente solo es el número dos del partido Democrático.

El euroescepticismo es consecuencia de la mala gestión gubernamental, la falta de reformas y los escándalos de corrupción, sobre todo la desaparición de mil millones de dólares de las reservas del Banco Nacional, explica Arcadio Barbarosie, director del Instituto de Política Pública (IPP) de Chisinau. Preguntados este mes sobre cómo votarían en un referéndum sobre el ingreso de su país en la UE, un 38% de los moldavos contestan afirmativamente y un 37,3% lo hacen en contra, según un sondeo del IPP. A la misma pregunta, referida al ingreso en la Unión Aduanera (Rusia, Bielorrusia y Kazajistán), un 52,8% contesta afirmativamente, y un 23,7%, en contra. Si les hacen elegir entre el ingreso en la Unión Europea o en la Unión Aduanera, un 30,9% se decantaría por Bruselas y un 44% por Moscú, según estos sondeos.

Estas cifras son un giro radical respeto a marzo de 2007, cuando la UE alcanzó el máximo apoyo (75% a favor y 18% en contra de la integración), observa Barbarosie. Después de que Moldavia firmara el Tratado de Asociación con la UE, Moscú restringió las importaciones moldavas. El futuro de estas restricciones dependerá de la política de Chisinau.

A la popularidad de la Unión Aduanera han contribuido los medios de información prorrusos, los efectos negativos del tratado con la UE para la industria alimenticia local (no competitiva ante las productos subvencionados europeos), la merma de oportunidades laborales en la UE (el principal ingreso del país son las transferencias de los emigrantes) y también, según Barbarosie, la Iglesia ortodoxa de Moldavia, que, subordinada a la Iglesia ortodoxa rusa, advierte a los fieles del peligro del proselitismo católico.

En el índice de la corrupción de Transparencia Internacional, la posición de Moldavia empeora desde 2010 y descendió al puesto 103 (de un total de 168) en 2015. Las autoridades no han rendido cuentas sobre los mil millones de dólares sustraídos del Banco Nacional en el marco de una operación para “salvar” a tres grandes bancos amenazados de quiebra. Las entidades en cuestión quebraron de todas formas, pero el dinero no volvió a las arcas del Estado. El Gobierno recupera los fondos cuya devolución había garantizado al Banco Nacional mediante el ahorro en gastos sociales y de infraestructuras. Moldavia, cuyo presupuesto depende de los préstamos del Fondo Monetario Internacional, es uno de los países más pobres de Europa, pero sus gobernantes soportan mal las críticas. Varios líderes de las protestas de 2015 contra el Gobierno están procesados por desorden público, entre ellos Grigori Petrenco, exdiputado y miembro de la delegación moldava en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. “Moldavia no participa en el proceso de decisiones de Bruselas, pero está a obligada a aceptar las directrices de la UE”, dice Petrenco.

El escándalo de los mil millones salpica a Sandu, que fue ministra (de Educación de 2012 a 2015) del Gobierno responsable de aquella fraudulenta transferencia. Mil millones de dólares son una suma inconmensurable para el director y los maestros del liceo Ioan Voda de Cahul, en el sur de Moldavia, cuyos sueldos oscilan entre los 5.000 y 3.000 leis (250 y 150 euros aproximadamente). Los escandalizados electores están ávidos de información, como comprobamos en un viaje por provincias con la candidata presidencial, Silvia Radu, que dirigió Unión FENOSA y Gas Natural de Moldavia (la principal distribuidora de electricidad de gas del país). Radu pone el énfasis en los intereses de sus conciudadanos por encima de las proyecciones geoestratégicas.

Un grave problema para Moldavia como Estado es su división en dos zonas, una básicamente en la ribera derecha del Dniéster (parte de la antigua Besarabia de Rumanía) y la otra, el Transdniéster, no controlada por Chisinau, en la ribera izquierda de ese río. Estas dos áreas de distinta biografía histórica fueron unidas en una sola república en virtud del pacto germano-soviético de 1939, y tenían intereses enfrentados al desintegrarse la URSS, debido a las tendencias unionistas con Rumanía de la ribera derecha y las afinidades prorrusas de la ribera izquierda. En una breve guerra en 1992 perecieron centenares de personas y, hasta hoy, Rusia ayuda económicamente y mantiene soldados en el Transdniéster (en parte pacificadores y en parte vigilantes de unos viejos y peligrosos polvorines de la URSS). Sobre el conflicto entre la orilla derecha y la izquierda de Moldavia se proyectan hoy los problemas de Ucrania, afectada por la intervención rusa en Crimea y en las provincias de Donetsk y Lugansk. Kiev— la capital ucrania— obstaculiza la rotación del contingente pacificador ruso en el Transdniéster.

“La estabilidad depende de que se encuentre un modelo de cooperación para que desaparezca la disyuntiva entre el Este y el Oeste”, afirma el exministro de Reintegración de Moldavia Vasili Shova. “El caso de Ucrania muestra que someter a los ciudadanos a esta disyuntiva puede producir conflictos”, dice el exministro, según el cual “el intento de desviarnos de la política de neutralidad, supone en realidad una política dirigida a la división del país”.

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Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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