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Ségolène Royal: “Incentivar la economía verde es un arma más poderosa que penalizar”

La ministra francesa de Medio Ambiente pasa el testigo la próxima semana al marroquí Salaheddine Mezouar

Gabriela Cañas
La ministra francesa de Medio Ambiente, Ségolène Royal, durante una entrevista en París, el pasado mayo.
La ministra francesa de Medio Ambiente, Ségolène Royal, durante una entrevista en París, el pasado mayo.Christophe Morin (Bloomberg)

Francia va a celebrar este viernes la entrada en vigor del Acuerdo de París contra el cambio climático con festejos e iluminaciones especiales de algunos de sus más emblemáticos monumentos. Ese acuerdo ha sido un gran éxito global, pero también uno de los más sonoros de la legislatura socialista francesa, que ha aportado también una ambiciosa ley de transición energética. Ségolène Royal es la presidenta de la 21ª conferencia de las partes (COP21), cargo que heredó a principios de año del exministro de Exteriores Laurent Fabius. El lunes próximo pasa el testigo al ministro de Exteriores marroquí Salaheddine Mezouar, pero seguirá implicada en el proceso. A nivel interno, como ministra de Energía y Medio Ambiente, puede adjudicarse el éxito de la ley aprobada el pasado año, pero también los tropiezos.

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Los ecologistas le recriminan que haya renunciado a algunas medidas necesarias para cumplir con el espíritu de su propia ley. El último cambio ha sido el de aplazar la tasa al carbón. Las protestas sindicales contra el probable cierre de centrales y la consecuente pérdida de miles de empleos han sido el detonante. Es un caso que ejemplifica, según Royal, “la principal dificultad de la política medioambiental”… “Hay que tener en cuenta el precio de la fase de transición porque hay asalariados”, añade en una entrevista concedida este jueves a El País junto a otros dos periódicos europeos.

Ségolène Royal rehúye el conflicto. Su lema es evitar la “ecología punitiva” e incentivar, a cambio, las acciones en favor del medioambiente. La comparación entre la entrada en vigor del Protocolo de Kioto (siete años desde su aprobación hasta su ratificación) y la del acuerdo de París (diez meses) le ofrece argumentos. “Hay tres cosas que han cambiado desde entonces”, explica. “El escepticismo climático ha reculado, los efectos del calentamiento global son cada vez más dramáticos y afectan ya a grandes potencias, lo que aumenta la conciencia ecológica, y las grandes empresas han empezado a utilizar la economía baja en carbón porque, además, utilizan ya esta economía como argumento comercial. A ello se une el hecho de que el precio de la instalación de las energías renovables se ha dividido por dos en dos años”.

En este entorno positivo, la ministra que en 2007 fue candidata a la presidencia de la República frente a Nicolas Sarkozy cree que tanto la ley de transición energética francesa como la COP21 que se celebró el pasado año en París han sido “un mecanismo de aceleración”. Asegura ahora que percibe en los actores sociales un deseo de cambiar las cosas. “Es raro que ante cambios tan profundos la gente los acepte tan bien. Considera que es bueno para ellos, para el planeta y las generaciones venideras. Es raro en política y solo ocurre en este terreno”… “Vemos que en todas las acciones educativas en los colegios los niños se apasionan por esto. Porque todo el mundo sabe que cada cual puede aportar algo. Es formidable. Este es el único campo en el que hay esta articulación entre los ciudadanos, los poderes locales y los globales”… “Es mejor incentivar que penalizar. El incentivo es más poderoso porque la gente aporta su propia energía”.

La ley francesa prevé reducir el consumo final de energía a la mitad en 2050, que las energías verdes representen en 2030 el 40 % de la electricidad y que la nuclear represente en el 2025 solo el 50 % de la producción (ahora es el 75 %), entre otras cosas. Se han fijado importantes subvenciones para renovar los edificios, utilizar vehículos limpios y la bicicleta, desarrollar instalaciones fotovoltaicas o crear entornos de energía positiva. Así es como Francia ha logrado, por ejemplo, que se hayan renovado un millón de hogares. “Las subvenciones están funcionando muy bien”, afirma.

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En cuanto a los cambios productivos, destaca la velocidad a la que se están desarrollando las baterías de los vehículos eléctricos. Señala también la construcción francesa del primer helicóptero eléctrico, una primicia mundial, y concluye: “El 60 % de las inversiones francesas se enmarcan ya en la economía verde”. Es un entorno, en definitiva, que va a impedir que la derecha, en caso de ganar las próximas elecciones como prevén los sondeos, recule frente al impulso verde. “Creo que es muy difícil que haya una marcha atrás”, dice, “porque ello desestabilizaría mucho a las empresas que ya están invirtiendo en la nueva economía. Trabajamos sin problemas en iniciativas verdes con ayuntamientos y regiones donde gobierna la derecha”.

Algunos medios franceses la han señalado como el as bajo la manga de los socialistas para volver a presentarse a las presidenciales del próximo año. Ella se niega a decir “media palabra” sobre el tema.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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