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Los asuntos inesperados que han protagonizado la campaña electoral

Los candidatos han mantenido grandes diferencias políticas en un tono de fuerte enfrentamiento personal

Lisa Walden, a la izquierda, y Steph Kula, de Rochester, colocan pegatinas con el eslógan 'Yo voté', en la tumba de Susan B. Anthony, en el día de las elecciones estadounidenses, en el cementerio Mount Hope de Rochester, Nueva York (EE UU).
Lisa Walden, a la izquierda, y Steph Kula, de Rochester, colocan pegatinas con el eslógan 'Yo voté', en la tumba de Susan B. Anthony, en el día de las elecciones estadounidenses, en el cementerio Mount Hope de Rochester, Nueva York (EE UU). ADAM FENSTER (REUTERS)
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En el año y medio de maratoniana campaña, los aspirantes a la presidencia han recorrido miles de kilómetros, han dormido en moteles de carretera, han pronunciado mítines en lugares inimaginables y han repetido hasta la saciedad como un mantra sus principales lemas. Pero en este circo electoral los candidatos, como en cualquier campaña, también han tenido de hablar de aquello que no querían. Y han hecho que asuntos inesperados se hayan colado en el debate político y ciudadano. Estos son los cinco más relevantes:

Grandeza

“Volver a hacer grande América”. El lema de campaña del republicano Donald Trump ha puesto a EE UU ante el espejo. ¿Es este un país en declive, nostálgico con su pasado glorioso, como esgrime Trump? ¿O la primera potencia mundial ya es grande y Trump la pone en peligro, como esgrimen los demócratas?

El debate no es nuevo. Ronald Reagan ganó las elecciones de 1980 con un lema casi calcado al de Trump, y John F. Kennedy venció en las de 1960 prometiendo un “tiempo para la grandeza”. Pero los trasfondos son muy distintos. Matthew Dallek, historiador político y profesor en la Universidad George Washington, explica que Kennedy buscaba apelar a los jóvenes y abogaba por un Gobierno más intervencionista. “Reagan prometía restaurar el mito de América que fuera fiel a sus valores: Dios, patriotismo y familia tradicional”, dice Dallek en una entrevista. Trump, en cambio, habla más del miedo al declive que de ilusión por el futuro. No recurre a la idea del faro iluminado en la colina, como hacía Reagan, sino que promete ley y orden, como el republicano Richard Nixon en 1968.

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Xenofobia y misoginia

El discurso de Trump, que llama violadores a los inmigrantes mexicanos y estigmatiza a refugiados sirios, ha hecho que se hable de xenofobia. El republicano enmarca su política en la necesidad de reforzar la seguridad nacional. El discurso se nutre del contexto actual: los ataques yihadistas han evocado el clima de miedo imperante tras el 11-S. Clinton considera que la retórica de Trump es divisiva y pone en jaque la esencia heterogénea de la nación.

Lo mismo sucede con los antecedentes y las insinuaciones misóginas del magnate neoyorquino. El reguero de acusaciones a Trump por conductas sexuales inapropiadas y la difusión de un vídeo de 2005 en que denigra a las mujeres han propiciado un debate sobre el alcance del machismo en EE UU. Clinton, como la primera mujer que podía ser presidenta, ha reprochado a Trump que negara las acusaciones de acoso con el argumento de que las víctimas no eran suficientemente atractivas.

Mentiras

Cuesta recordar una elección en que los dos candidatos se acusaran tanto de mentir. Trump y Clinton han repetido hasta la extenuación que su rival está incapacitado para ser presidente porque es una persona inestable de la que hay que desconfiar. El republicano ha insultado a diestro y siniestro, se ha mofado de prácticamente todo el mundo y no ha tenido reparos en hacer afirmaciones falsas. La demócrata ha atizado el miedo a Trump, enfatizando su imprevisibilidad e incoherencia.

Secretos de Estado

El culebrón sobre el servidor de correo electrónico privado de Clinton ha dado alas a una escuela de expertos en la gestión de información secreta del Gobierno y en seguridad informática. Asuntos que suelen permanecer en la opacidad de la burocracia gubernamental son ahora de discusión pública. Clinton ha dicho que se equivocó al no utilizar el correo del Departamento de Estado, pero no ha podido evitar que el caso haya alimentado la imagen de secretismo que la rodea desde hace tiempo. Trump ha tratado de explotar el serial para cuestionar la honestidad de Clinton.

Socialismo

El socialismo es ahora un término menos despectivo en EE UU gracias al senador Bernie Sanders, que disputó las primarias demócratas a Clinton. El veterano legislador utiliza con orgullo el término que, para algunos en EE UU, tiene reminiscencias soviéticas, aunque en realidad se asemeja a la socialdemocracia europea. Para muchos jóvenes, esta retórica canaliza su reticencia ante el establishment y la preocupación por la erosión de la clase media. El senador forzó a la candidata a virar a la izquierda en asuntos de calado, como el libre comercio o la gestión de la deuda universitaria. En otros, como el impulso a una cobertura sanitaria pública universal, no logró convencerla.

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