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La catástrofe económica amenaza a México y al peso

El presidente Peña Nieto reúne a sus ministros de Hacienda, Exteriores y Economía. El Banco de México se mantiene vigilante

Jan Martínez Ahrens
Donald Trump a su llegada al colegio electoral.
Donald Trump a su llegada al colegio electoral.ROBYN BECK (AFP)

Estados Unidos acaba de cerrar el muro que le separa de México. Mucho más que el cemento y el acero, la elección de Donald Trump como presidente de la nación más poderosa del planeta supone el fin de una era de concordia y el inicio de una hostilidad política de consecuencias imprevisibles. No sólo se trata sólo de la amenaza de deportaciones masivas, muros físicos y estrangulamiento económico; es ante todo el triunfo de una ideología xenófoba y vociferante que ha ganado votos pisoteando el orgullo de su vecino del sur. Con Trump, la pesadilla de México se ha hecho realidad.

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Las fronteras suelen unir más que alejar. Pero con el republicano en la Casa Blanca, la línea divisoria se ha expandido más allá de sus 3.142 kilómetros para adentrarse en un territorio poblado por el odio. Fue Trump quien hace más de un año rompió cualquier contención política al acusar a los mexicanos de traer “drogas y violadores” a su país. Y fue él quien propuso construir un muro y poner fin al Tratado de Libre Comercio. Desde entonces su retórica no ha abandonado la beligerancia antimexicana. Ni siquiera la visita-bomba a México a finales de agosto sirvió para frenar sus exabruptos. El millonario convirtió aquella reunión en Los Pinos en un acto más de su campaña y usó la mano tendida por el presidente Enrique Peña Nieto para abofetear a su rival demócrata. Horas después, completó la humillación al sentenciar: “Los mexicanos aún no lo saben pero pagarán el muro”.

Pese a esta incandescencia permanente, hay quien espera que la púrpura presidencial calme al vencedor. “Ningún presidente de Estados Unidos vence pensando en ayudar a México. Pero con Trump todo es más dañino. Esperemos que la realidad le ponga en su lugar”, señala el patriarca de la izquierda mexicana y tres veces candidato presidencial, Cuauhtémoc Cárdenas. Puede que este vaticinio sea cierto y que el republicano se modere en el futuro, pero en este momento todas las alarmas están encendidas en México. La primera, la económica.

La victoria de Trump va a traer una drástica devaluación del peso. Las agencias internacionales calculan una caída del 20% en estos primeros días. Un desastre histórico para una divisa que, debido al efecto Trump, ya ha perdido un 25% frente al dólar en algo más de un año y que hace un mes llegó a ser la moneda más vapuleada del mundo. “Trump es un huracán devastador, sobre todo si cumple lo que ha prometido en campaña”, ha sentenciado el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens. En el mismo sentido se ha expresado Raúl Feliz, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE): “Si las palabras de Trump se vuelven hechos, sobrevendrá una catástrofe. Estados Unidos absorbe el 80% de las exportaciones mexicanas; los aranceles y muros desencadenarán una tremenda recesión”.

Estos temores han puesto en marcha la maquinaria defensiva mexicana. Peña Nieto, que anoche convocó un minigabinete de crisis, ha ordenado en las semanas previas analizar los tratados, someter a exámenes de stress a los bancos y escrutar a las grandes fortunas. La conclusión, según explicó un miembro del gabinete presidencial a EL PAÍS, es que México superará el vendaval, aunque la “incertidumbre será brutal”.

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El golpe vendrá por distintos frentes. Trump tiene el poder como presidente de romper con el arcano de la economía mexicana: el tratado de libre comercio. Pero esa no es la única amenaza. El republicano ha prometido recortar las remesas (15.000 millones de dólares en los siete primeros meses) e imponer aranceles. Todo ello converge en un punto: inestabilidad económica y, por tanto, menor inversión extranjera y fuga masiva de capital. En pocas palabras, el estrangulamiento de México.

La única esperanza frente al cataclismo procede paradójicamente de Estados Unidos. Por mucho que le irrite a Trump, sus empresarios hacen buenos negocios con los mexicanos. Washington es el primer inversor (153.000 millones entre 1999 y 2012) y tiene a México, como segundo socio comercial y el primer destino de las exportaciones de California, Arizona y Texas, así como el segundo mercado para otros 20 estados. Cortar este flujo, o simplemente modificarlo, puede generar enorme daños al norte del Río Bravo, donde seis millones de empleos dependen de los intercambios con México.

Los próximos pasos de Trump serán claves para calibrar estos impactos. Pero la sola expectativa de un ejecutivo presidido por el multimillonario va a suponer un daño inconmensurable a México. Lo que hasta ayer era una pesadilla en México ahora ya es una realidad. Una era triste ha dado comienzo.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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