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Columna
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El ritmo del hambre no es el de la burocracia

Apoyados por una organización científica, los refugiados de Belo Monte dan una clase sobre el tiempo y la palabra, y exigen su derecho a vivir

Eliane Brum
Cientos de ribereños van a la audiencia pública a exigir sus derechos, violados por la central hidroeléctrica de Belo Monte.
Cientos de ribereños van a la audiencia pública a exigir sus derechos, violados por la central hidroeléctrica de Belo Monte.Lilo Clareto (Arquivo Pessoal)

—Vosotros hoy os vais a vuestra casa. Cuando lleguéis, vais a tener empleada doméstica, la comida en la mesa, vuestros hijos van a estar bien.

—Nosotros no.

Maria Francineide Ferreira dos Santos solía sujetar el remo. Hoy, empuña el micrófono. Casi grita. Es una mujer al límite. En este momento, ya falta poco para que acabe la audiencia pública en el centro de convenciones de Altamira, en Pará. Maria Francineide presiente que puede no haber ninguna conclusión, y su temor aumenta. Al salir de allí, como tantos otros, no tiene adonde volver. Es una audiencia pública para garantizar que los ribereños afectados por la central hidroeléctrica de Belo Monte tengan una vida. Pero lo que está en juego, en este momento, es que la vida no es un concepto abstracto, la vida es.

Este es el grito de Maria Francineide. Mientras que para algunos, los que tienen casa a la que volver, la vida puede ser discutida, y hasta filosofada, para Maria Francineide y otras centenas la vida urge, porque la muerte urge. La desesperación de Maria Francineide es que aquellos que tienen el poder de decidir sobre su vida no entienden —o fingen que no entienden— que la vida no es tan solo algo de lo que se habla, sino algo en movimiento de muerte.

Había por lo menos dos tipos de personas reunidas aquel viernes, 11 de noviembre: aquellas para quienes el hambre es tan solo una palabra; aquellas para quienes el hambre es.En esta diferencia es donde la tragedia se instala en el auditorio de la ciudad amazónica: aquellos para quienes el hambre es tan solo una palabra tienen el poder de decidir sobre el hambre de aquellos para quienes el hambre es.

1. Lo que Maria Francineide les dijo a los que saben leer y escribir

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Maria Francineide necesita que la entiendan. Y el tono de su voz se eleva un poco más:

—Hay autoridades aquí. Vosotros sabéis leer y escribir, yo no. Pero sé hablar. Y quiero mis derechos. Ya no tengo más cómo pediros nada: mirad mi caso. Porque ya he dicho todo lo que tenía que decir. ¿Qué más queréis que os pida? ¿Limosna? ¡No soy una mendiga! Soy una ribereña, soy una pescadora. Y quiero mis derechos como mujer, como ciudadana. Perdonadme, ¡pero es mi grito de socorro!

Maria Francineide no sabe leer ni escribir, pero sabe de lo que habla

Maria Francineide hace en su intervención esa otra división: aquellos que dominan la palabra escrita y aquellos que cuentan con la palabra oral. Deja explícito en cuál de esas palabras está el poder de decidir sobre los destinos. Aquellos que, como ella, cuentan la vida por la oralidad, con mucha frecuencia no son contados en la escritura. Sin ser contados, no cuentan. Cuando el Gobierno Federal decidió construir Belo Monte, ni siquiera fueron escuchados. Tampoco fueron contemplados en el mapa de las consecuencias de represar el río Xingú. Sin estar en la letra, era como si no existiesen. Maria Francineide no sabe leer ni escribir, pero sabe de lo que habla.

En este momento, Maria Francineide se dirige principalmente a dos “que saben leer y escribir”: Suely Araújo, la presidenta del IBAMA (Instituto Brasileño del Medio Ambiente), y Amauri Daros, representante de Norte Energia, la empresa concesionaria de Belo Monte. Están allí llamados por la fiscal de la República Thais Santi, que desde hace años denuncia las violaciones de los derechos humanos y ambientales producidas por la construcción de una central hidroeléctrica conocida en la región como “Belo Monstro” (“bello monstruo”).

¿Cuál es la monstruosidad de Belo Monte? En la arquitectura proyectada en los pasillos de Brasilia, lo público y lo privado se mezclan. La arquitectura financiera de la obra, hoy estimada en 30.000 millones de reales (8.845 millones de dólares), en su mayoría financiados por fondos públicos del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo de Brasil), está siendo investigada por la Operación Lava Jato (autolavado). Pero la catástrofe humanitaria causada por ella sigue desarrollándose en el Xingú con niveles cada vez mayores de desesperación. Larepresa del río represó la vida de Maria Francineide y de miles de personas más. Lo que ella grita —y eso es lo que debe escucharse— es que el represar las vidas no puede ser tratado tan solo como una metáfora. El represar represa. Y a aquel que quiere vivir se le impide vivir.

Cada ribereño que sube al escenario y empuña el micrófono carga en sus ojos aquella dureza que proviene de la desesperación. Esta es una sombra nueva en la mirada de los xinguanos. “Voy a deciros lo que es derecho. No queríamos a Norte Energia en nuestra región. Hoy no consigo mantener a mi familia con la pesca. Hoy estoy mendigando el pan. ¿Sabes lo que es mendigar el pan? ¿Esperar a que el vecino me dé un poco de leche para mi hija?”, dice Gilmar da Silva Gomes. Le da la espalda al público. Quiere hablar con los de la palabra escrita: “No tengo estudios. Uso mi portugués, mi forma de hablar. Pero tengo vergüenza de vuestros profesores, creo que necesitáis volver a la escuela un poco. ¿Sabéis lo que es el Xingú para nosotros? Es nuestro banco, es nuestra vida. Estáis ganando miles de millones. ¿Cómo habéis podido prenderles fuego a nuestras casas sin ni siquiera pagar una indemnización? Por el amor de Dios, ¿qué está pasando? ¿Queréis meter a este montón de padres de familia en la cárcel?”

La tensión es creciente, sube junto con el tono de voz. Los afectados por Belo Monte esperan mucho de la audiencia pública.

2. Cómo Thais Santi rompió la represa de las palabras

Ninguna de las 26 demandas presentadas contra Belo Monte por la Fiscalía Federal consiguió suspender la obra de la central durante más de algunos días. O producir reparación. Thais Santi decidió entonces que era imperativo atravesar la barrera entre los mundos. Era necesario que la palabra escrita se encontrase con la oral. No como una relación entre subalternos, como es tan común en estos casos, sino como un diálogo de conocimientos. Todavía durante el primer semestre, la fiscal tomó un avión a São Paulo. Había programado una conversación con la presidenta de la SBPC (Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia), Helena Nader.

“Los ribereños son los invisibles de Belo Monte. No tienen ni siquiera a la FUNAI (Fundación Nacional del Indígena)”

En un momento tan brutal de Brasil —y del mundo—, donde los muros de las urbanizaciones cerradas se yerguen aún más altos y se refuerzan los alambres de espino, se abrió allí una de las pocas ventanas de 2016. La SBPC se puso al servicio de los refugiados de Belo Monte para producir un informe que permitiese alcanzar al menos dos objetivos: un diagnóstico preciso de la destrucción humana y ambiental generada por la central y una propuesta concreta para que los ribereños pudiesen recuperar su modo de vida, y volver a vivir. “Quedarse en la universidad, entre muros cerrados, sin interferir en la realidad, no vale de nada”, se posicionó Thais Santi, que, antes de hacerse fiscal, fue profesora universitaria en el área de derecho.

Veintiséis de los mejores investigadores del país, de diversas áreas y diferentes universidades, fueron al Xingú y produjeron un informe de más de 300 páginas. El grupo de trabajofue coordinado por dos de las más notables antropólogas brasileñas: Manuela Carneiro da Cunha, profesora jubilada de la Universidad de São Paulo y profesora emérita de la Universidad de Chicago, y Sonia Magalhães, profesora de la Universidad Federal de Pará. El proyecto recibió el apoyo de la Fiscalía Federal de Brasil y del ISA (Instituto Socioambiental).

La fiscal Thais Santi, entre la presidenta del IBAMA, Suely Araújo, y la antropóloga Manuela Carneiro da Cunha, de la SBPC.
La fiscal Thais Santi, entre la presidenta del IBAMA, Suely Araújo, y la antropóloga Manuela Carneiro da Cunha, de la SBPC.Lilo Clareto (Arquivo Pessoal)

Al abrir la audiencia, Thais Santi dijo: “Yo no soy de aquí. Vine del sur. Durante mucho tiempo de mi vida, viví dentro de una universidad. Enseñando a pensar un mundo diferente. Una de las cosas que aprendí es que es posible estar en el mundo y no ser. Es posible estar en el río y no ser. Es posible estar en el río y ya no ser ribereño. Es eso lo que he descubierto aquí, en este proceso que violenta. La Fiscalía Federal ya ha denunciado el etnocidio de los indígenas, cuando fueron llevados al mostrador de Norte Energia a consumir, y sus aldeas fueron transformadas en periferias urbanas. El etnocidio señala la destrucción de la cultura, la destrucción sistemática de los modos de vida. Este país exige que se respete al diferente. Y Belo Monte no ha hecho eso. Pero los ribereños no tienen ni siquiera a la FUNAI (Fundación Nacional del Indígena). Estamos aquí, por lo tanto, hablando de los invisibles de Belo Monte. Estamos hablando de un vacío, de un agujero en el proceso de licenciamiento de Belo Monte.

El acto de Thais, al ir a buscar a la SBPC, provocó la primera ruptura de la barrera. Aquellos que, como dijo Maria Francineide, “son autoridades, saben leer y escribir” atravesaron los muros: llegaron al Xingú y usaron la palabra escrita no para violentar, sino para producir conocimiento. A partir de los métodos de la academia, pero también a partir de la experiencia acumulada por los ribereños. El informe producido materializa esta conversación entre saberes. Como, en la memoria de los pueblos de la selva, “aquellos que saben leer y escribir”, las “autoridades”, escriben para subyugarlos y expulsarlos, esta aproximación no se produce sin una tensión inicial.

3) Lo que la pescadora Raimunda le dijo a Jansen, experto en peces, en las escaleras:

Antes de la audiencia pública, hubo encuentros de investigadores, ribereños y técnicos del IBAMA y de la ANA (Agencia Nacional de Aguas), entre otros. Al final de un día de conversaciones difíciles, Jansen Zuanon, investigador del INPA (Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia) y uno de los principales estudiosos de los peces de la Amazonia,bajaba las escaleras para irse. Ya era de noche, pero el calor en esta época del año en Altamira producía una sensación de invernadero. La pescadora Raimunda Gomes da Silva, que conoce los peces del Xingú en la intimidad de lo cotidiano y, hasta que se construyó Belo Monte, dependía de ellos para generar ingresos en la feria, lo interceptó. Quien conoce a Raimunda sabe que no hay escapatoria si está decidida a aclarar algún punto. Era el caso. La mano negra de Raimunda pescó a Jansen por un brazo muy blanco:

—No hay ningún profesor con 15 carreras que sepa más que un colono. No tenemos lecturas, pero tenemos sabiduría. Escucha lo que te digo: somos nosotros los que sostenemos a esa élite. Es la mano gruesa la que sostiene la mano fina.

Jansen la escuchó con respeto. Y respondió:

—Lo más bonito es que uno no vive sin el otro. Son dos visiones de mundo.

Se separaron. Uno hacia el hotel, la otra hacia la periferia de Altamira. Se separaron un poco más juntos.

4. Cómo los documentos oficiales proporcionan una relectura del realismo mágico

Incluso antes de empezar, la audiencia pública tuvo que ser transferida a toda prisa a un espacio más grande, porque comenzaron a llegar centenas de ribereños, en un número muy superior al previsto. Al final de la mañana ya pasaban de 800, según los organizadores, lo que sorprendió a la propia fiscal. Vestidos con su mejor ropa, algunos con zapatos más grandes que los pies. A lo largo de las más de 10 horas de embate, la dramaticidad fue creciendo. Todo allí tenía que ver con cuál era la palabra que tenía valor.

Esta vez, los afectados por Belo Monte contaban con un aliado poderoso: las voces de la academia, la SBPC. Los "expertos", tal como los presentan los medios de comunicación. Se produjo entonces un fenómeno que sería fascinante, si no fuese por sus efectos de catástrofe: la palabra de los documentos oficiales se mostró impermeable a la palabra de quienes viven la vida descrita. Ni el amparo de la SBPC fue suficiente para alterar, en aquel primer momento, un valor entrañado en las raíces de Brasil.

Uno a uno los ribereños subieron al escenario, tomaron el micrófono y contaron cómo el río ya no es el mismo río, el agua ya no es la misma agua, los peces no son los mismos peces y la pesca ya no es la misma. Jansen Zuanon y otros investigadores tomaron el micrófono para presentar el análisis de los datos recogidos y mostraron que el río no es el mismo río, el agua no es la misma agua, los peces no son los mismos peces y la pesca ya no es la misma pesca. Y que todo esto todavía puede empeorar mucho. Pero los informes oficiales, según subrayaron el jefe de la oficina del IBAMA en Altamira, Hugo Loss, y el representante de Norte Energia, Amauri Daros, afirmaban que el Xingú seguía sin alteraciones significativas después de Belo Monte.

Paisaje del embalse de Belo Monte.
Paisaje del embalse de Belo Monte.Lilo Clareto (Arquivo Pessoal)

La distancia entre la vida vivida y la vida descrita en los documentos oficiales fue provocando un creciente malestar. Algunos fragmentos de discursos recogidos a lo largo de las horas ayudan a iluminar el impase:

Jansen Zuanon (SBPC): “Sabéis mucho más de lo que yo vengo aprendiendo en los últimos años (dirigiéndose a los ribereños, antes de explicar que la variedad de peces endémicosen la Volta Grande [vuelta grande] del Xingú es extraordinaria y que no se repite en ningún otro lugar). Pero aquel Xingú de la Volta Grande va a dejar de existir. La recomposición del río tardará entre dos y cinco años. En ese período, hay que encontrar una manera de que los pescadores sobrevivan”.

El investigador Jansen Zuanon, del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia.
El investigador Jansen Zuanon, del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia.Lilo Careto (Arquivo Pessoa.)

Amauri Daros (Norte Energia): “Hasta el momento la calidad del agua no ha mostrado grandes alteraciones”.

Gilmar Gomes (ribereño): “¡Ah, pues yo quería haber estudiado en la universidad de este hombre!”

El ribereño Gilmar Gomes se desahoga ante el representante de Norte Energia, concesionaria de Belo Monte.
El ribereño Gilmar Gomes se desahoga ante el representante de Norte Energia, concesionaria de Belo Monte.Lilo Clareto (Arquivo Pessoal)

Jansen (SBPC): “La vegetación suprimida fue enterrada. Va a pudrirse y tiende a crear serios problemas en la calidad del agua. Es posible prever una nueva ola de mortalidad de peces, debido a la contaminación orgánica generada y a la reducción de las proporciones de oxígeno. Hemos encontrado peces muy delgados, con infecciones de la boca. Los peces que habrían nacido no estarán ahí dentro de dos años. El río no está haciendo lo que hacía, los peces no saben qué hacer, los pescadores no saben qué hacer”.

Hugo Loss (IBAMA): “Hay una previsión de que la calidad puede empeorar, pero eso todavía no ha sido constatado”.

Giacomo Dall Acqua Shaffer (ribereño): “Yo no he estudiado, pero el Gobierno me dio un carnet de pescador. Desde los ocho años pesco para sobrevivir, y vivía muy bien, gracias, antes de que Norte Energia llegase aquí. Y hoy paso hambre. Pero si hay un culpable es el IBAMA. No somos nosotros, los pescadores. No es Norte Energia. Estoy totalmente seguro de lo que digo: somos invisibles para vosotros”.

Amauri (Norte Energia): “Voy a apropiarme de la expresión que Thais (Santi) usa la de la invisibilidad. (Y cita acciones de la empresa para reubicar a los ribereños que, en su opinión, deberían haber sido tenidas en cuenta en la audiencia.) Quedaron también invisibles las cuestiones relacionadas con todos los demás proyectos que vamos a implementar tras el reasentamiento. Quedó invisible también que hace cuatro años que se estudia el stock pesquero. Para que la cosa no se quede tan invisible, me gustaría presentar estas contribuciones”.

Amauri Daros, representante de Norte Energia.
Amauri Daros, representante de Norte Energia.Lilo Clareto (Arquivo Pessoal)

Giacomo (ribereño): “Desde 2012 hacia acá un huracán llamado Belo Monte acabó con todo lo que tenía. Acabó con el río. Hoy ya no existe el río, existe el pozo del Xingú. Si decís que nada ha cambiado en el río, ¿cómo es posible que viviésemos una vida tan holgada antes de Belo Monte y ahora nos veamos obligados a mendigar el pan, entonces? No tengo nada en contra de su persona (refiriéndose a la presidenta del IBAMA). Usted es el Gobierno y mi problema es con esa institución. He visto pasar a más de cinco presidentes del IBAMA en estos cuatro años y ninguno ha visto nuestra situación. ¿Usted va a ser la sexta?”

Suely Araújo (IBAMA): “En seis meses de IBAMA es la segunda vez que estoy aquí. No estoy cayendo de paracaídas en el tema. Toda obra como esta tiene impactos serísimos, que son mitigados en las condicionantes. He visto la cantidad de condicionantes con problemas y le he pedido a nuestro personal que haga una averiguación completa. Esto se resolverá punto a punto. Los datos, hasta ahora, no señalan la reducción del volumen de los peces. Vamos a intentar entender lo que está sucediendo. No estoy diciendo que no haya disminuido. Estoy diciendo que, en los informes, por lo que me han informado hasta ahora, no está dando eso”.

Suely Araújo, presidenta del IBAMA, y Hugo Loss, gerente del IBAMA en Altamira.
Suely Araújo, presidenta del IBAMA, y Hugo Loss, gerente del IBAMA en Altamira.Lilo Clareto (Arquivo Pessoal)

Giacomo (ribereño): “Vais a disculparme. Sois de Brasília, de São Paulo. Quienes conocemos el Xingú somos nosotros”.

Amauri (Norte Energia): “La discusión está tomando un rumbo complicado. Apelo a usted... (refiriéndose a la fiscal)”.

Grito de un ribereño: “¡La próxima vez voy a traer agua para que la beban!”

Jansen (SBPC): “Los ribereños protestan hoy, el informe del IBAMA es de hace siete meses. El hambre no sigue este ritmo. La burocracia lo sigue. El hambre es de todos los días. El ritmo del hambre es en tiempo real”.

Anochece. Y la idea de que saldrán de allí sin ninguna garantía va transformando la desesperación en rabia. Antes de empezar a hablar, algunos dan un golpe con el puño o la palma de la mano en la mesa “de los que saben leer y escribir”. Les hacen preguntas directas, con la cara muy cerca de la “autoridad”: “¿Usted tiene hijos?” O: “¿Sabe lo que es una malhadeira?” Un ribereño sube al escenario, pide ayuda para abrir una red de pesca toda llena de agujeros.

—Vi que se ha quejado del cansancio porque está el día entero sentado aquí en una silla (refiriéndose al representante de Norte Energia). Nosotros pescamos la noche entera, porque los peces han disminuido. Y durante el día que parcheamos estos agujeros de la malhadeira. ¿Sabéis de qué son estos agujeros? Son de cocodrilos. ¡El río ya no tiene oxígeno!

5. Un minuto de silencio por Jarliel Juruna

Entre tantas voces alteradas a lo largo de las horas, hubo un minuto de silencio. Bel Juruna, la vicecacique de la Aldea Mïratu, en la Tierra Indígena Paquiçamba, subió al escenario. Pidió un minuto de silencio para recordar la muerte de Jarliel Juruna. El 26 de octubre, estaba pescando un pez ornamental llamado pleco marrón. La Volta Grande del Xingú, donde vivía, es una de las zonas más afectadas por la construcción de la central. Allá el río está trastornado, y los peces que antes se encontraban en aguas poco profundas ya no están. Para alcanzarlos, Jarliel se habría sumergido en aguas profundas. Y allí mismo, en el fondo del Xingú que ya no es Xingú, el indígena dejó de respirar. Tenía 20 años. Los jurunas de Volta Grande culpan a Norte Energia de la muerte de Jarliel. “Murió ahogado”, afirma Bel. “Ahora, decidme, ¿cómo va a morir ahogado un indígena?”

La interrogación se queda sin respuesta.

Bel Juruna, al pedir un minuto de silencio por la muerte del indígena de su aldea.
Bel Juruna, al pedir un minuto de silencio por la muerte del indígena de su aldea.Lilo Clareto (Arquivo Pessoal)

6. Cuando quien tiene el poder de decir quién eres no eres tú

—¡Necesito un sí!

Torciendo las manos, cada cierto tiempo ella mira hacia un lado, mira hacia el otro, y repite: “Necesito un sí”. La mujer pequeña, sola, enferma, se pasa el día sentada en el auditorio esperando que, al final, le digan que sí, que ella es lo que es. Se llama Maria Iolanda Pereira do Nascimento. Más temprano también había tomado el micrófono para decir que no tiene casa desde que la expulsaron de la isla donde vivía, y que “para no tocarle a nada de nadie” está trabajando en casa de otros. Otra Maria recordó en el escenario una dimensión de la vida que se ha perdido: “Desde que Norte Energia llegó, se acabaron la alegría y el amor de todo el mundo”.

Desde que los ribereños comenzaron a ser expulsados de la islas y orillas del Xingú por Norte Energia, para llenar el lago de Belo Monte, se abrió un nuevo capítulo de la palabra escrita como instrumento de opresión. Muchos fueron coaccionados a firmar, con el dedo, papeles que no eran capaces de leer, en los cuales se comprometían a dejar sus hogares, islas y tierras a cambio de sumas de dinero o de cartas de crédito, en cantidades consideradas insuficientes, o una casa en un conjunto residencial urbano que nada tenía que ver con su modo de vida. En el proceso, los lazos comunitarios se rompieron y el vínculo con el río se cortó. Estos fueron los más afortunados.

A otros no se les reconoció su casa como casa. Y a otros ni siquiera se les reconoció como impactados por la central hidroeléctrica, incluso aunque ya no consigan vivir en el río después de la represa. Algunos solo habían salido a pescar o a resolver algo en la ciudad cuando los empleados de la empresa pasaron a hacer el catastro. Fue lo suficiente para que no constasen en los registros oficiales. Son los desaparecidos que todo el mundo ve, pero cuya existencia no reconoce Norte Energia. Muchos de ellos están allí, en la audiencia, pidiendo ayuda al micrófono.

La violencia del proceso provocó enfermedades y miserias a gran escala en la región de Altamira. Como todos los que siguen mínimamente la implantación de la hidroeléctrica en el Xingú saben, el Gobierno de Dilma Rousseff revolucionó la lengua portuguesa al cambiar el sentido de la palabra "condicionar", para que la planta fuese construida y recibiese la autorización para funcionar. En vez de ser algo que condiciona el acontecimiento, las condicionantes pasaron a ser algo a cumplir después de lo ocurrido. De ese modo, la Licencia de Funcionamiento de la central se concedió, a finales de 2015, sin que se hubiesen cumplido todas las condicionantes.

Para entenderlo bien: en el caso de Belo Monte, las condicionantes no condicionaron. Este es uno de los momentos en los que los ribereños suelen preguntar en qué universidad estudiaron los técnicos del Gobierno. En la audiencia pública, la actual presidenta del Ibama, Suely Araújo, reconoció que hay problemas y afirmó que se están revisando las condicionantes una por una, para que las irregularidades se resuelvan “punto por punto”.

Con la denuncia sistemática de las violencias, se inició un proceso de retorno de los ribereños al río. Pero lo que debería haber sido el comienzo de una reparación, aunque tardía, añadió a la palabra escrita una nueva capa de terror. Para hacer el reasentamiento en la zona del embalse, quien determinaba —y todavía determina— quién es ribereño y quién no es ribereño es Norte Energia. En resumen: si ya había sido posible expulsar a los ribereños del territorio en el que vivían, se hizo posible expulsarlos también del territorio de sí mismos, al decir que no son lo que son. De ese modo, los ribereños fueron arrancados de dos territorios indisociables de pertenencia: el de la vida y el de la identidad. La audiencia pública se produjo en tiempos de perdición en el Xingú que ya no es el mismo Xingú.

Movidos por la desesperación y por el hambre, los ribereños no reconocidos como ribereños pasaron a volver al río como podían. Ponían una lona, abrían un claro en la maleza, se agarraban a la tierra. En la víspera de la audiencia, el gerente del Ibama, Hugo Loss, se encontró con Fernando da Silva, residente de una isla que desapareció. Entonces Fernando se agarró a la otra, lo más cerca que pudo. Ya no tiene casa, tan solo una lona a la que ata la hamaca para dormir. Ya ha limpiado la maleza y muestra orgulloso su mandioca, su pepino de monte, su sandía. Uno de sus hijos se desahoga: si quieren que se vaya a vivir en la ciudad, que le den una ametralladora para que pueda vivir. El ribereño recibe entonces la orientación del representante del Gobierno: “El procedimiento ahora es ir allá, a la DPU (Defensoría Pública de la Unión) y juntar la documentación, entonces van a instruir el proceso”. El ribereño responde contando su historia. Las autoridades se van, y Fernando se queda allí, agarrado.

El ribereño Fernando da Silva y el jefe de la oficina del IBAMA en Altamira, Hugo Loss, en el embalse de Belo Monte.
El ribereño Fernando da Silva y el jefe de la oficina del IBAMA en Altamira, Hugo Loss, en el embalse de Belo Monte.Lilo Clareto (Arquivo Pessoal)

En la DPU, los defensores se enfrentan al reto de encontrar documentos escritos sobre una vida que no es documentada por escrito. Para luego demandar el reconocimiento por parte de Norte Energia de que el ribereño es ribereño. “Solo falta darle a Norte Energia el trato de Excelencia”, se desahogó la defensora Cíntia Collaço de Oliveira durante una reunión algunos días antes. “Todos los días abrimos seis procesos nuevos de personas que no fueron reconocidas”.

Norte Energia dice “sí” o “no”. Solo tiene derecho al reasentamiento —y a la posibilidad de volver a crear una vida en el Xingú— si la empresa dice “sí”. Si la empresa dice “no”, la alternativa es llevar el caso a la Justicia. La cuestión es: ¿Cómo personas cuya seguridad alimentaria está amenazada podrán esperar el tiempo del Poder Judicial en Brasil? “Inseguridad alimentaria” es el nombre elegante del hambre.

¿Hay un poder mayor que aquel de decir si una persona es o no aquello que es? ¿Cómo puede una empresa tener ese poder en un proyecto público? Estas interrogaciones atraviesan la audiencia.

Norte Energia tiene ese poder porque el Gobierno Federal permite que tenga ese poder. La concesionaria de Belo Monte está compuesta en gran parte por fondos de pensiones y empresas estatales y privadas del sector eléctrico. Contrató al Consorcio Constructor Belo Monte, que elevó la central, y está formado por las principales constructoras del país, parte de ellas investigadas por la Operación Lava Jato. Es de Norte Energia, hoy, la prerrogativa de dar la última palabra, en un documento escrito, determinando quién es y quién no es ribereño.

En caso de "no", los ribereños han ingresado en el mundo del papel por la negación de sí mismos. Esta experiencia es tan violenta que las personas suben al escenario del auditorio con todo el papeleo que consiguen reunir para decir que son lo que son, incluso cuando no puedan leer los documentos que muestran. “Yo era un ribereño”, dice Raimundo Berro Grosso, mostrando una foto. “Era un pescador”, y les muestra otra foto a las “autoridades”. “Cuando surgió el emprendimiento, fui arrancado por Norte Energia”. Gilmar grita: “Nací y me crie en el remo. ¡Soy pescador, no soy albañil!”

Ante esta violencia, la SBPC construyó una propuesta junto a los afectados por Belo Monte: crear un consejo de ribereños. Quien dirá quién es será el único que puede decir quién es: el propio ribereño. Y sus pares, como son aquellos que lo conocen, son también los únicos capaces de reconocerlo y ampararlo en la autodeclaración. “Los ribereños son los que sabenquiénes son los ribereños. Es tan simple como eso”, se manifestó la antropóloga Manuela Carneiro da Cunha.

La propuesta retoma el valor de la palabra. Hoy es el documento escrito, producido por la empresa, el que determina si una experiencia ha existido o no. La palabra es desencarnada. Con la creación del consejo, es la experiencia, transmitida por la oralidad, la que pasa a darle carne, contenido, al documento escrito. El valor de la palabra, de la transmisión oral del conocimiento y del reconocimiento, que estaban desplazados, volvería a su lugar en el Xingú.

Pero, para que la palabra vuelva a tener valor, es necesario que el Gobierno Federal reconozca el consejo de ribereños, que se está formando, como una instancia de poder. “Quien define o no quién es ribereño no puede ser la empresa. Esta es la preocupación central”, dice Francisco Nóbrega, defensor público de la Unión y representante del Consejo Nacional de Derechos Humanos.

7. ¿Cómo imaginar un futuro después de que un meteoro llamado Belo Monte golpease el Xingú?

La SBPC propone un territorio ribereño, con la reocupación de la tierra por quien a ella pertenece. Las áreas no podrían ser vendidas y habría espacios de uso colectivo, respetando los lazos de parentesco y vecindad ya consolidados a lo largo de décadas de convivencia comunitaria. A partir de un extenso trabajo de investigación coordinado por la antropóloga Ana de Francesco, se llegó a un número de cerca de 300 familias que, para poder volver al modo de vida ribereño, necesitan volver al Xingú. Este número podrá ser mayor o menor, en función de lo que sea confirmado por el consejo de ribereños. Para que esto se realice es necesaria una decisión de Estado.

Hoy el reasentamiento en áreas destinadas por Norte Energia produce varios conflictos. Hay familias que fueron colocadas en tierras que, antes de Belo Monte, estaban ocupadas por otras familias. Estas, a su vez, se quedaron sin nada. Hay familias cuyos miembros fueron esparcidos por el embalse, lo impidiendo así la organización del trabajo y rompiendo la red de afectos. Hay familias amenazadas por los antiguos propietarios, que le vendieron la tierra a Norte Energia, pero la quieren de vuelta. Muchos de estos expropietarios ya han presentadodemandas en la Justicia. Hay quienes fueron asentados sobre piedras o sobre pasto, en selva degradada. Hay quienes dividen el espacio con hacendados que mandan el ganado a que avance sobre los cultivos de los ribereños. Los conflictos por la tierra en la Amazonia de Pará ya han dejado un rastro de cadáveres. La posibilidad de que esto se repita debería ser un motivo más de urgencia.

El ribereño Weides Alves Dutra es uno de los que fueron apartados de la familia expandida. Hasta que se construyó Belo Monte en el Xingú, eran 12 cabezas de familia que mantenían 12 campos en régimen de esfuerzo conjunto, alternando los cultivos. “La familia Pessoa y la familia Balão”, explica, haciendo referencia a dos de los grandes ramos de ribereños xinguanos. Hoy Weides fue arrojado a un precipicio, poblado por piedras y cumare, una planta espinosa que atraviesa la carne y causa daños graves. No hay cómo cultivar, no hay cómo criar nada. Y Weides está lejos de todos. Para ir a la ciudad, tiene que atravesar un tramo turbulento del río. No tiene embarcación y depende de que alguien lo lleve. A veces él y el piloto amargan hasta cinco horas para conseguir vencer las olas y los remolinos. El ribereño no sabe ni el nombre del lugar donde está. “Queda frente a la isla de Taboca”, dice alguien. “Pero esa isla se hundió”, recuerda otro. Weides por primera vez, se siente perdido en el Xingú.

Deucilene Gomes da Silva tiene solo 23 años, un hijo de ocho. Su madre, Maria das Graças, está enferma. Acampa en la tierra que Norte Energia le destinó a la familia. Se queda bajo la lona mientras construyen su casa. No les tiene miedo a los animales ni a la soledad. Hace tres semanas, sin embargo, una pariente de la antigua propietaria apareció. Mandó parar la construcción de la casa y salir de inmediato, porque la tierra estaba en la Justicia. “Es mucha incertidumbre. ¿Y si el hacendado viene aquí con la policía y perdemos todo lo que ya hemos hecho? ¿La casa, los cultivos, todo?”, pregunta la ribereña. Deucilene siguió con la construcción de la casa, siguió con los cultivos. Sabe que corre riesgo, pero elige entre desesperaciones.

Hay dos hechos que necesitan ser entendidos: uno apunta hacia el pasado, otro, hacia el futuro. Según la ley, para que se construyese Belo Monte, era obligatorio que se les asegurase a los afectados su modo de vida antes de cualquier alteración en el territorio. No sucedió. En vez de eso, Belo Monte produjo refugiados en su propio país. Lo que ocurra con estos hombres y mujeres, adultos y niños, determinará no solo su vida, sino también la forma como Brasil se relaciona con la Amazonia y con la amenaza representada por el cambio climático. Solo existe selva en pie porque existen los pueblos de la selva. Solo continuará existiendo selva en pie si continúan existiendo los pueblos de la selva.

El futuro es ahora. Para los ribereños, porque muchos de ellos tienen hambre, y muchos enfermaron por la violencia del proceso de implantación de la central. Para el conjunto de los brasileños, porque, en tiempos de aceleración, el futuro es un presente expandido en el que la vida es corroída día tras día. Como afirmó el profesor Jansen Zuanon: “También soy un afectado por Belo Monte”. En este sentido más amplio, todos son afectados por Belo Monte.

Ante la propuesta del territorio ribereño, la presidenta del IBAMA afirmó, en la audiencia pública: “Lo que prometo hacer es llevar el informe (de la SBPC) a Brasilia para su análisis. Y entonces dar una respuesta”. El representante de Norte Energia dijo: “Veo con mucha preocupación que no se esté tomando en cuenta todo el proceso de licenciamiento hasta ahora. Existe la posibilidad de que se haya vendido algo aquí que no quepa en el licenciamiento”. Y les aconsejó a los ribereños tener cuidado con lo que aplauden.

El representante del Consejo Nacional de Derechos Humanos recibió fuertes aplausos al decir: “La necesidad de nuevas áreas para el reasentamiento está fuera de discusión. Quien da las normas es el poder público. Pero la sensación es de que quien decide es Norte Energia. Eso es lo que no puede suceder. Es del Estado el deber de proteger todos los derechos humanos de la población”.

Más tarde, cuando la audiencia terminó, un ribereño le comentó a otro a la puerta del salón de eventos: “Estoy saliendo decepcionado. Solo han venido empleados de Brasilia. Nadie que decida. Hay que traer a los que deciden”.

Y otro le dijo a la presidenta del IBAMA: “Vuestro tiempo no es el mismo que el nuestro”.

* Eliane Brum es escritora, periodista y documentalista. Autora de los libros de no ficción Coluna Prestes - o avesso da lenda, A vida que ninguém vê, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas.Sitio web: desacontecimentos.com Email: elianebrum.coluna@gmail.com Twitter: brumelianebrum.

Traducción de Óscar Curros.

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