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El independiente que cerró el paso al populismo en Austria

El exportavoz verde Van der Bellen triunfa lejos de los desgastados partidos tradicionales

SARA VELERT (ENVIADA ESPECIAL)
Alexander Van der Bellen celebra su victoria en las elecciones presidenciales, el domingo en Viena.
Alexander Van der Bellen celebra su victoria en las elecciones presidenciales, el domingo en Viena.VLADIMIR SIMICEK (AFP)

Numerosos dirigentes europeos han celebrado con alivio la victoria de Alexander Van der Bellen en la elección presidencial de Austria —con un 53% frente al 47% de la ultraderecha— y la interpretaron, horas antes de conocerse el rechazo italiano a la reforma constitucional, como una señal de que es posible frenar el avance de los movimientos populistas. Aunque arrancó la carrera con la etiqueta de candidato verde, el nuevo jefe del Estado ha atraído electores más allá del ecologismo y de la izquierda al presentarse como un independiente que ejercerá el cargo de forma apartidista. Una imagen de presidente “del centro” acompañado de un doble mensaje: un no a la ultraderecha tan rotundo como el a la UE.

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En ese viaje, este economista de 72 años se ha dejado por el camino la militancia en las filas socialdemócratas y de Los Verdes, que han financiado parte de su campaña y a los que dirigió como portavoz parlamentario entre 1999 y 2008. Pero Van der Bellen nunca respondió a la imagen tópica del verde en bicicleta y ha exhibido un perfil moderado de liberal de izquierdas, como se definió hace unos años. De hablar pausado, entró en política en la cincuentena, dejando atrás una dilatada carrera como catedrático de Economía. Tras dejar el Parlamento y retirarse de la primera línea política, ha vuelto para convertirse en el primer presidente austriaco desde la Segunda Guerra Mundial que no sale de las filas socialdemócratas o democristianas.

Hijo de refugiados

Parte del electorado respondió al llamamiento de cerrar el paso al ultranacionalista FPÖ, pero la victoria de Van der Bellen se alimentó también del votante tradicional de los dos grandes partidos. “Hay una parte de la población que nunca elegirá al FPÖ, pero solo con ellos no se alcanza un 53%”, apunta el politólogo de la Universidad de Viena Laurenz Ennser-Jedenastik.

Su oponente, Norbert Hofer, le colgó el cartel de oportunista que oculta a un verde comunista, de incongruente por pedir cambios en los tratados comerciales cuando arreciaron las protestas, y de estar del lado del establishment. “Usted tiene a la élite, yo a la gente”, dijo a Van der Bellen en un debate cuando este presumió del respaldo de un amplio comité de representantes de la cultura, la universidad y destacados políticos de todo el espectro. “También hay un barrendero, un carpintero, una enfermera…”, se defendió el equipo del político verde. Pero lo que los votantes de Van der Bellen han valorado más de él, según una encuesta de la consultora Sora para la televisión pública, es que transmitiría una buena imagen del país, su postura proeuropea y una visión tradicional del cargo, centrado en la representación exterior.

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Para combatir la idea de que es poco cercano, Van der Bellen, casado y con dos hijos, ha recorrido mercados y fiestas populares, se ha enfundado los trajes típicos y ha grabado algún vídeo en el dialecto del Tirol, entre cuyas montañas se crió como hijo de refugiados (su padre, ruso de origen holandés, y su madre, estonia, huyeron de la Rusia bolchevique).

Su historia familiar le ha servido para advertir contra las proclamas antinmigración de la ultraderecha, y en su afán por conectar con la Austria rural —la urbana le ha seguido mayoritariamente— y conservadora, ha reivindicado la “patria” como un sentimiento que no es patrimonio de la derecha. “No me dejo quitar el término, y llevo corbatas azules”, ha bromeado en referencia al color del FPÖ.

Tras la victoria del Brexit y la de Donald Trump en EE UU, instó a los ciudadanos a erigirse en dique de contención frente al populismo. Ayer volvió a subrayar su mensaje al defender que debe la presidencia a una movilización “por encima de los partidos” con la que Austria envía “una señal de esperanza a toda Europa”.

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Sobre la firma

SARA VELERT (ENVIADA ESPECIAL)
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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