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Zuma malgasta la herencia política de Mandela

La maraña de corrupción que rodea al presidente sudafricano corroe la hegemonía del Congreso Nacional Africano, por primera vez después del fin del apartheid

El presidente sudafricano Jacob Zuma, durante un encuentro religioso, en Durban el pasado 4 de diciembre.
El presidente sudafricano Jacob Zuma, durante un encuentro religioso, en Durban el pasado 4 de diciembre.ROGAN WARD (REUTERS)

La indignación ha sonado, por un día, a aplauso. En un cine de Johannesburgo, Rehad Desai proyecta su nuevo documental El gigante se derrumba ante una sala atestada de jóvenes. La pantalla ametralla al público con escenas de la vida política sudafricana de los últimos años, disparando algunos de los destellos más escabrosos del actual presidente, Jacob Zuma. Es una colección de escenas arbitraria, tragicómica, que transmite, sin embargo, el tambaleo del gigante: el Congreso Nacional Africano, con Zuma como protagonista y con todo un país removiéndose con él. La sala, activa y reactiva, evoca la inquietud que se palpa en las calles y universidades. Algo ruge en Sudáfrica.

A sus 74 años, el irreductible presidente Zuma, se resiste a las críticas cada vez más agudas. Enmarañado en una larga serie de escándalos de corrupción, los ciudadanos perciben que está arrastrando a su partido, el CNA, el que llevó Nelson Mandela hasta la presidencia, a una grave crisis de credibilidad, y sus colegas creen que lo está quebrando. El partido centenario recuerda este domingo su nacimiento en 1912. "Este día es similar al día en el que los musulmanes van a la Meca. Ellos siempre van allí, esta es nuestra Meca", ha señalado Zuma en un mensaje publicado este sábado en el diario Mail & Guardian.

El CNA fue el estandarte de la lucha por la liberación y el partido que ha llevado las riendas de la Sudáfrica democrática desde el fin del apartheid, siempre con mayoría abrumadora. Pero el batacazo histórico en las elecciones municipales de agosto es un síntoma más de su debilidad.

Con 783 cargos de corrupción pendientes con la Justicia, Zuma ha tenido que devolver este año 500.000 euros al Estado por orden del Tribunal Constitucional --dinero público que se gastó de forma irregular renovando su mansión privada de Nkandla--. Además, un detallado informe de la Defensora del Pueblo reveló hace unas semanas sus relaciones de favor con la rica y poderosa familia Gupta. El documento, de 355 páginas, se titula, expresivo, “Estado de Captura”, refiriéndose al secuestro del país.

La vergüenza ante tal alud de acusaciones ha inoculado la oposición dentro de su propio campo. Aunque Zuma ha sobrevivido a varias mociones de censura lanzadas desde otros partidos políticos, la última, le ha llegado desde dentro. A finales de noviembre, figuras importantes del CNA le pusieron contra las cuerdas y pidieron su dimisión en la reunión del Comité Nacional Ejecutivo. Tres ministros lideraron la contienda. Zuma salió victorioso, otra vez. Pero los asaltos son cada vez más cercanos y la guerra interna está abiertamente declarada.

Los estudiantes en pie de guerra

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Y mientras el año cierra en pleno desorden en la casa del CNA, el descontento burbujea en la desigual sociedad sudafricana. Las protestas han sido este 2016 otra vez protagonistas. Aunque las que pedían la dimisión del presidente fueron anecdóticas al lado de la insurrección estudiantil que está revolucionando el panorama. Las manifestaciones, que estallaron en octubre en varias universidades del país --y que suceden a las de 2015, en la misma época-- llevan, detrás de su reclamación para que la facultad sea gratis, un discurso más complejo que pide un cambio de sistema educativo y social.

Los estudiantes piden un acceso real más igualitario a la educación superior y la “descolonización de la universidad”, apunta Busisiwe Seabe una de sus portavoces. Es decir, un cambio curricular, en el contenido, que “no representa el entorno y la naturaleza de la gente que lo recibe”. En la academia faltan referentes culturales e intelectuales más próximos:

“El único logro después de 1994, es el derecho a votar y ver a nuestra gente sentada en el Parlamento y en posiciones influyentes, pero no vemos los efectos de tener a esas personas en esas posiciones”, reclama Seabe, una de las líderes estudiantil del movimiento por la universidad gratuita, mientras pasea por Witwatersrand (Wits), una de las universidades más prestigiosas del continente. “No debería estar aquí”, dice. Busisiwe está suspendida de la universidad por liderar las protestas. Las agitaciones estudiantiles surgieron de Wits y se propagaron a 16 de las 26 universidades de Sudáfrica, con un balance de casi 600 detenciones.

El verano ha llegado y ahora las movilizaciones se han apagado un poco. Aun así, un par de policías armados se cruzan a su paso. Las masivas manifestaciones empujaron a la universidad a tomar una polémica decisión: pedir a la policía que entrara en el campus. Los enfrentamientos fueron violentos y los uniformados, a pesar de la calma que reina ahora en pleno fin de curso, se han quedado custodiando. “Que la universidad haya usado la ley para poner toque de queda a los estudiantes, que muchos de nuestros líderes estudiantiles hayan sido detenidos y estén siendo juzgados en el comité universitario, es un reflejo del sistema que se usó durante la era del apartheid.

Seabe habla de la falta de libertad de expresión que teóricamente se nos concedió después de 1994. Estamos viendo las leyes del apartheid resurgiendo en la sociedad, solo que con otra cara”, afirma la estudiante. “Estamos viviendo en un estado post apartheid aún segregado. Se han abolido las leyes que existían para restringir a la gente de color, que aquí es la mayoría, pero a pesar de eso, el sistema nos desfavorece”.

La nueva generación ya no mira a Mandela. “Si Mandela hubiera luchado por la liberación de este país no hubiera sacrificado la tierra, la salud, la educación”, dice Seabe. Han recuperado en cambio a figuras como Steve Biko, líder estudiantil y fundador del Movimiento Conciencia Negra. No están cómodos con esta Sudáfrica desequilibrada, corrupta y aún presa, y consideran que “completar la liberación” es su “obligación generacional”.

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