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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La apuesta de la señora May

Reino Unido opta por un enfoque selectivo para preservar su participación en los programas de la UE que le resulten ventajosos

La primera ministra británica, Theresa May, pronuncia un discurso enel foro económico de Davos, este jueves.
La primera ministra británica, Theresa May, pronuncia un discurso enel foro económico de Davos, este jueves. LAURENT GILLIERON (EFE)

Más de siete meses ha tardado el Gobierno de Su Majestad en intentar aclarar el alcance y el significado de la inesperada y transcendental decisión de abandonar la Unión Europea. Y lo ha hecho en uno de esos discursos emblemáticos y tan minuciosamente preparados que acostumbra a producir la bien engrasada maquinaria administrativa británica para afrontar los hitos más relevantes de su trayectoria política.

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La bien trabada pieza oratoria de la Sra. May discurre por dos planos paralelos. Por un lado, pretende suministrar la filosofía en la que se basa un cambio estratégico de rumbo en la política de Reino Unido. El destino ahora es hacer de Reino Unido una gran nación global e independiente basada en el desarrollo de acuerdos de libre comercio con todos los países del mundo en el pleno desempeño de su soberanía. Y para caminar hacia ese nuevo destino es inevitable soltar el lastre que representa la pertenencia a un proyecto de integración supranacional tan desarrollado como la Unión Europea, el proyecto más sofisticado y avanzado de cooperación internacional de la historia. Por otro lado, en coherencia con lo anterior, se anuncia la renuncia de Reino Unido a participar en el mercado único, pieza que hasta ahora se consideraba la principal aportación británica a Europa y el más preciado de los legados de Margaret Thatcher. Con esta decisión, el Gobierno británico ha terminado por aceptar la indivisibilidad de las cuatro libertades inseparables en las que se basa la arquitectura de dicho mercado (bienes, servicios, capitales y trabajadores), inclinándose, por tanto, hacia las tesis más rupturistas del campo de los defensores de la salida. Algunos miembros destacados del Partido por la Independencia de Reino Unido no han ocultado su regocijo al escuchar a la primera ministra británica asumiendo lo que fueron sus principales argumentos durante la campaña del referéndum y enterrando cualquier expectativa de un Brexit blando que hubiese permitido mantener intacta buena parte de los estrechos lazos actualmente existentes.

Sentados estos principios, Reino Unido pretende enfocar la negociación de los términos de la salida de la UE con la aspiración de mantener el máximo acceso al mercado único mediante la negociación de un acuerdo de libre comercio que idealmente podría aproximarse al mantenimiento de los rasgos fundamentales de la Unión Aduanera, aunque dejando abiertas distintas posibilidades como las de un acuerdo aduanero nuevo, entrar como miembro asociado parcial en la Unión Aduanera existente, o mantenerse como signatario de algunas partes de la misma. Aunque en todo caso desgajándose de la política comercial común de la UE y liberándose de tener que aplicar la tarifa exterior común (TEC). Este planteamiento equivale a intentar aproximarse a la máxima libertad de circulación de bienes y de algunos servicios pero manteniendo a la vez un control selectivo de los movimientos de personas y trabajadores, dando la bienvenida a aquellos que consideran trabajadores cualificados que aportan talento pero estableciendo cuotas o límites para el resto de los inmigrantes procedentes de la UE.

La estrategia desvelada se centra en alcanzar un tratado comercial con la UE como parte integrante del acuerdo de separación que deberá ser alcanzado en un plazo inferior a dos años, lo que supone completar un proceso negociador potencialmente muy complejo en un periodo excepcionalmente breve en comparación con los patrones habituales de negociación de los acuerdos comerciales de la Unión Europea. El acuerdo comercial con Canadá, como es bien sabido, ha tardado más de cinco años en ser aprobado y aún está pendiente su ratificación. Desde la lógica británica, esta propuesta permitiría reducir los costes de la salida y trasladar a los restantes países la presión por alcanzar un acuerdo en plazo. Para reforzar esta presión se afirma que en el caso de no se alcanzase tal acuerdo en el plazo requerido, o no fuese satisfactorio para los intereses de Reino Unido, la Unión Europea se enfrentaría a un desorden en las relaciones comerciales que sería dañino para sus propios intereses, que podría incluso a afectar a otros aspectos de la relación bilateral, incluyendo los referentes a los de seguridad en los que la aportación británica es un pilar fundamental.

La Sra. May apuesta fuerte desde el principio. Su propuesta de acuerdo comercial se acompaña, además, de otras demandas sectoriales que siguen un enfoque selectivo con el fin de preservar la participación británica en aquellos programas de la UE que le resultan especialmente ventajosos, como es el caso de la financiación de proyectos de desarrollo de la ciencia, la investigación y las iniciativas tecnológicas, en los que Reino Unido puede ser un beneficiario neto dada su posición de liderazgo. Se mantiene así la estrategia de intentar una negociación separada caso por caso (“cherry picking”, en inglés) frente a la lógica del acuerdo global que la Comisión y el Consejo han defendido como la única posible, no solo desde el punto de vista de la interpretación del Tratado sino, sobre todo, desde los interés de preservar y fortalecer la Unión ante el reto del Brexit.

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