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Al nuevo ‘muro de la vergüenza’ le faltan 2.000 kilómetros

La valla del republicano ya existe y atraviesa ciudades y montañas. Una nueva construcción supondrá un golpe ecológico y una mayor mortalidad entre los migrantes

El muro entre México y EE UU en la playa de Tijuana.Vídeo: SAÚL RUIZ
Jacobo García

Lo primero que pensó Jonathan Lee, profesor en la ciudad de Tecate, cuando escuchó que Trump quería construir un muro fue: ¿será más grueso? ¿estará electrificado? ¿tendrá dos pisos?. Porque él, cada día al abrir los ojos, lo primero que ve es la placa metálica, ocre y oxidada que levantó Bill Clinton en 1994 a 20 metros de su cama.

Donald Trump anunció el miércoles el comienzo de la construcción “en meses” de un muro a lo largo de la frontera cuya financiación correrá a cargo de México, insistió el magnate presidente en entrevista con la cadena ABC.

El muro, según calculó The Washington Post, tendrá un costo superior a los 25.000 millones de dólares y requerirá la utilización de miles de obreros durante años.

Sin embargo, éste es una realidad tangible desde hace décadas para miles de mexicanos. “Yo pasaba a Estados Unidos con la naturalidad de quien cruza la calle. Ellos y nosotros hacíamos las compras a uno y otro lado de la frontera sin ningún inconveniente hasta que empezaron a levantar el muro” explica Lee, de 33 años.

El muro actual ha servido de selección natural al orillar a los migrantes al desierto. Sólo llegan los trabajadores fisicamente aptos

Su construcción no es una ocurrencia de Trump. Con la llegada de Bill Clinton al poder, en 1993, los demócratas levantaron, sin escándalo alguno, el polémico muro de la misma forma que Barack Obama ha sido el presidente que más indocumentados ha expulsado durante sus casi ocho años de gobierno; casi 2,6 millones de emigrantes deportados.

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Actualmente de los casi 3.200 kilómetros de frontera que comparte México y Estados Unidos, en un tercio de la misma, unos 1.100 kilómetros, hay muro físico. Bardas de concreto, rejas, planchas metálicas que un día sirvieron para facilitar el aterrizaje de aviones durante la Guerra del Golfo y después fueron reutilizadas a modo de separación entre los dos países.

Comienza en la playa de Tijuana y corre hacia el Este atravesando ciudades como Tecate o Mexicali. En otros tramos sube y baja por los montes de Estados como California, Arizona y Nuevo México donde sólo suena el viento y viven los venados, como una variante tex-mex de la muralla china.

En otro tercio de la frontera hay un muro virtual, vigilado por cámaras, sensores térmicos, rayos X y más de 20.000 agentes fronterizos, un 518 % más que hace dos décadas, según un informe del Colegio de la Frontera Norte y el Centro Norteamericano de Estudios Transfronterizos.

Muro en Playas de Tijuana
Muro en Playas de TijuanaSaúl Ruíz

En el último tercio, el muro es natural. Es también el más barato del mundo de vigilar, porque ejercen de centinelas los ríos y desiertos de Sonora y Chihuahua, donde las temperaturas llegan a los 50 grados. Intentando cruzar por aquí han muerto unos 8.000 migrantes en los últimos 20 años.

“No se trata sólo de la construcción de un muro sino toda una estrategia de humillación” dice el profesor José Manuel Valenzuela, Secretario Académico del Colegio de La Frontera Norte. “Hay una estrategia para dañar la vida en la frontera, restringir los flujos migratorios, acabar con las 'ciudades santuario' - donde los migrantes encuentran cierta protección- y es, además, un grave ataque a la vida ecológica y a los parques naturales que atraviesan la frontera” dice.

“Los grupos supremacistas que atacan y matan a los migrantes se ven ahora más legitimados. Se comprobó que con la construcción del primer muro en 1994, la emigración no disminuyó y, en cambio, sí aumentaron los muertos” añade Valenzuela.

Jonathan, que cada día ve pasar frente a su casa a grupos de chiapanecos o centroamericanos intentan cruzar al otro lado, tiene la teoría de que ese primer muro tuvo la misión de hacer de filtro, de selector natural. "Al obligar a los migrantes a cruzar por desiertos y montañas, quienes logran sobrevivir a una prueba tan dura, demuestran ser físicamente fuertes y laboralmente válidos para el tipo de mano de obra que EE.UU requiere”.

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.

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