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Impostores con jeringas

Una salvaje oferta de retoques estéticos sin garantías causa estragos entre las jóvenes de Albania

María Antonia Sánchez-Vallejo
Aumento de labios en una clínica de Tirana.
Aumento de labios en una clínica de Tirana.GENT SHKULLAKU (AFP)

Nada más cruzar la frontera de Grecia con la Antigua República Yugoslava de Macedonia (FYROM, en sus siglas en inglés), se encuentra una abundante oferta de clínicas dentales, a las que los locales, y muchos griegos, acuden movidos por las bajas tarifas. Numerosos profesionales de la medicina griega pasan consulta periódicamente en capitales de los Balcanes orientales (Skopje, Tirana o Belgrado, distantes entre sí unos cientos de kilómetros; aquello es un pañuelo). El desplazamiento de pacientes entre estos países es una práctica habitual: un kosovar que viaja a Skopje para tratarse con un especialista visitante, por ejemplo. Todo ello indica la carencia de servicios básicos en la región —no hay nada comparable a la sanidad española, ni siquiera al depauperado NHS británico—, pero también la movilidad de profesionales por la crisis.

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Pero si a la falta de infraestructuras sanitarias y los codazos por repartirse el mercado se añade una normativa laxa, cuando no inexistente, el resultado puede llegar a ser dramático. Decenas de chicas albanesas, de entre 20 y 30 años, se han visto obligadas a recibir tratamiento médico por los efectos colaterales de un retoque de labios o de pómulos. No es que hayan quedado con morro de pato o un rostro apergaminado, es que las intervenciones han derivado en abscesos, fiebre, cicatrices, edemas o incluso parálisis faciales; estragos muchos de ellos con carácter permanente. Al dolor físico se añade el shock por verse de repente con la cara hecha un mapa, o el pecho hinchado y sangrante por culpa de productos de dudosa inocuidad, como la silicona líquida inyectable (prohibida en Francia e Italia desde hace 15 años) o la acrilamida, procedentes de China o de Turquía. Profesionales —o aficionados— sin escrúpulos han dejado un reguero de deformidades tal que muchos hablan de epidemia.

El (dudoso) modelo estético en boga en Albania —y, mucho nos tememos, también en otros pagos— es la abundante carnalidad de Kim Kardashian, y a su reclamo decenas de albanesas han desembolsado de media entre 40 y 50 euros por retoques aparentemente sin importancia (para eliminar unas arruguitas incipientes, o moldear los pómulos) en centros de estética sin supervisión médica y en medio de un absoluto vacío legal. El Parlamento de Tirana prevé solventarlo en los próximos meses, con la adopción de una normativa específica, acorde con la de la UE, para evitar la piratería y el intrusismo. El sector de la estética registró en Albania un incremento del 50% sólo en 2015, según medios locales. Pero mientras la ley se impone, y la justicia interviene —ahora mismo no puede perseguir de oficio ningún fraude, por el agujero legal existente—, en muchas peluquerías y salones de belleza de Albania continúan vigentes ofertas del tipo “tráete a tres amigas y benefíciate de una rebaja del 30%”.

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