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Los republicanos avalan el arranque de la era Trump

Ha llegado a la Casa Blanca con el índice de popularidad más bajo desde que hay registros y es visto como agitador en medio mundo, pero las encuestas muestran el apoyo de sus votantes y su partido le respalda contra viento y marea

Donald Trump, este viernes junto a su esposa, Melania, en el Air Force One.
Donald Trump, este viernes junto a su esposa, Melania, en el Air Force One.Susan Walsh (AP)

Donald Trump es visto como un rupturista entre los guardianes de las esencias del Partido Republicano, como un agitador en Europa, un ogro en México y un demagogo en medio mundo. Pero para la mayoría de los que le votaron, el pasado 8 de noviembre, el presidente de Estados Unidos es también un hombre que ha cumplido sus promesas. Ha empezado el mandato con un nivel de aprobación general del 45%, según Gallup, el más bajo desde que esta plataforma empezó a recabar los datos, en los 50, con Eisenhower. Pero entre los trumpistas, las tres primeras semanas de Gobierno muestran otra tendencia: su popularidad, del 82% antes de la toma de posesión, había subido al 86% el 4 de febrero, último dato disponible.

No ha habido luna de miel para Trump. Al día siguiente de jurar el cargo, Washington vivió una de las mayores manifestaciones de su historia, una ‘Marcha de las mujeres’ que se animaron a replicar en capitales de medio mundo como si el nuevo presidente estadounidense fuera un concepto a combatir a nivel global. Pero en el condado de Frederick (Maryland), donde el republicano ganó con solvencia, las tres primeras semanas de la nueva Casa Blanca se veían esta semana como un renacimiento.

“Es el mejor presidente de la historia, he tenido que cumplir 72 años para conocer al político que cumple su palabra”, decía este miércoles Tessa Lawrence, una de las congregadas en la reunión mensual del club republicano de Frederick. Esa noche, el sheriff del condado, Chuck Jenkins, era el ponente invitado. Estaba exultante con la llegada de Trump: “Creo que sí va a ser el tiempo de la ley y el orden”, dijo al medio centenar de presentes. “Yo estaría más contento si no usase Twitter como lo hace, si fuese más moderado, pero está haciendo lo que dijo y su orden migratoria no es racista, es temporal, hasta que haya mejores controles”, apuntaba Mark Schaff, presidente del club.

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El contraste entre este entusiasmo y el activismo antitrump (que vive su particular primavera, con más donaciones y campañas) refleja una América partida por la mitad. La opinión sobre la medida más polémica (el decreto que veta temporalmente a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana por riesgo de terrorismo, parado en los tribunales) también lo está: un 47% de apoyo, frente a un 53% de rechazo, según un sondeo de CNN, y un 45% de apoyo frente a un 51% de rechazo, según la CBS. Pero, entre los republicanos, el respaldo supera el 80%.

“Sus acciones, de momento, han complacido a sus votantes. Las encuestas muestran una dura división partidista ahora mismo, con el Partido Republicano respaldando las políticas de Trump. Y los republicanos, en el Congreso, no han hecho demasiado para forzarle a dar marcha atrás”, apunta Julian Zelizer, profesor de Historia y Asuntos Públicos de la Universidad de Princeton.

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Nunca hubo una verdadera revuelta de republicanos contra Trump. Incluso en la campaña, cuando el cruce público de ataques entre el empresario neoyorquino y el partido alcanzó un nivel inusitado, a la hora de votar, los conservadores cerraron filas en torno a su candidato. Y, más allá de la crítica de algunos senadores respetados (como John McCain), tampoco ha habido un movimiento de rechazo a la acción más controvertida hasta ahora, el citado decreto migratorio.

El bloqueo judicial de esta orden ejecutiva, con todo, supone una primera derrota para la Administración de Trump —muy temprana, además— y deja al descubierto un problema de planificación. Este error, según Kyle Kondik, de la Universidad de Virginia, puede traerle algún problema. “La Administración se ha complicado la vida con sus propios errores”, dice, aunque aún ve prematuro si los trumpistas están o no satisfechos con lo votado.

Reto migratorio para los demócratas

En los últimos días, el ratio de aprobación de Trump entre los propios republicanos se contrajo levemente. Ese 86% en el que se encontraba el pasado 4 de febrero está tres puntos por debajo del 89% del 28 de enero, cuando ya habían salido las órdenes para enterrar definitivamente el Tratado comercial con el Pacífico o para empezar a planear el muro fronterizo con México, así que el resbalón migratorio puede ser uno de los motivos.

No está claro que los demócratas sepan sacarle rédito. Como escribía esta semana Josh Barro, en Business Insider, combatir la imagen estereotipada y negativa del inmigrante de Trump —“son delincuentes”, “traen drogas”— resulta sencillo con datos, pero los progresistas no se han sabido posicionar respecto a un fenómeno muy real: la cantidad de sin papeles que intenta llegar a Estados Unidos cada día y los más de 11 millones que ya están dentro. “Renunciar a hacer cumplir las leyes migratorias ha dañado la credibilidad de los políticos proinmigración”, señala Barro.

El nuevo presidente de EE UU es tremendamente impopular a nivel general, tanto comparándolo con su predecesor, el demócrata Barack Obama (aprobación del 68%, frente al 45% de Trump), como con relación a otros republicanos (Bush padre empezó con un 51% y Bush hijo, con un 51%). Pero no hay datos en encuestas ni proclamaciones públicas —de republicanos— que demuestren que el trumpismo esté perdiendo terreno respecto al 8 de noviembre. Para Regis Gamble, ingeniero de 52 años, republicano de Frederick, incluso ha ganado. “Yo estaba preocupado porque no tenía historial político, y no se sabía como sería como gobernante, pero está cumpliendo su palabra”. La luna de miel de la presidencia Trump se vive en lugares como Frederick. Los trumpistas siguen enamorados del trumpismo.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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