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El pinchazo telefónico que ha puesto contra las cuerdas a Trump

Un exfiltrador de la NSA ve en las revelaciones, que costaron el puesto al consejero de seguridad, una venganza de los espías al presidente

Las llamadas entre Michael Flynn, que propiciaron su dimisión como consejero de seguridad nacional de Donald Trump, y el embajador ruso en Washington no se habrían conocido si no hubieran sido pinchadas como parte de una intervención rutinaria de las agencias de inteligencia estadounidenses. El contenido fue filtrado después a la prensa. Lo mismo sucede con los presuntos contactos entre el equipo de Trump y espías rusos durante la campaña electoral.

Trump, el pasado 28 de enero, hablando por teléfono con el presidente ruso, Vladimir Putin, ante la mirada de su equipo, incluido Flynn, el primero por la derecha
Trump, el pasado 28 de enero, hablando por teléfono con el presidente ruso, Vladimir Putin, ante la mirada de su equipo, incluido Flynn, el primero por la derechaAndrew Harnik (AP)

Ambos episodios evidencian que es habitual que EE UU analice las conversaciones telefónicas de funcionarios de otros países y reabren el debate sobre la difusión de información secreta. Trump tildó el miércoles las filtraciones de “acto delictivo” y las atribuyó a la “comunidad de inteligencia”. Este jueves dio un paso más al afirmar en una reunión con dirigentes republicanos: "Vamos a encontrar a los filtradores y van a pagar un alto precio".

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No es inusual el espionaje telefónico. Se desconoce quién lo llevó a cabo en este caso pero la tarea suele recaer en la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas inglesas), cuya función es recolectar información de otros países.

Lo que es insólito es que esa información se filtre a los medios de comunicación, por parte de personas con acceso a la transcripción de las llamadas. Y más aún cuando afecta a un ciudadano sin responsabilidad pública como era Flynn antes de asumir su cargo en la Casa Blanca en enero.

“Es una traición de la [comunidad] de inteligencia con una filtración a la prensa por razones políticas”, dice en una entrevista telefónica J. Kirk Wiebe, que fue uno de los primeros filtradores de la NSA. Tras jubilarse en 2001 tras 30 años en la agencia, denunció, junto a dos veteranos exanalistas, que la NSA tenía cada vez mayor acceso a datos personales, pero lograron poca atención y fueron perseguidos en la justicia.

Wiebe ve en la difusión de las comunicaciones del entorno de Trump con Rusia una consecuencia de esa advertencia. “El peligro de tener toda esta información sobre ciudadanos estadounidenses es que ese poder sea abusado algún día para hacer daño a alguien. Ahora está ocurriendo”, dice el exanalista. “Este poder está siendo usado, por gente mala dentro del Gobierno, contra el Gobierno”.

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La ley estadounidense castiga con multas o una pena de cárcel de hasta 10 años la difusión de información clasificada. Se desconoce si el Gobierno de Trump ha abierto una investigación sobre el origen de las revelaciones. Las críticas del presidente a las filtraciones contrastan con su actitud como candidato electoral, cuando aplaudió la publicación, por parte de Wikileaks, de correos del Partido Demócrata robados que pusieron en aprietos a su rival Hillary Clinton.

Wiebe achaca las filtraciones a funcionarios de inteligencia molestos con Flynn y las críticas de Trump, antes de asumir la presidencia, a la comunidad de espionaje tras acusar a Rusia de estar detrás del robo de los correos demócratas. El contenido de una comunicación interceptada, explica el exanalista, solo se puede hacer público si ha revelado un delito que ha llevado a la presentación de una acusación judicial formal.

No hay, por ahora, acusaciones penales por las comunicaciones durante la campaña electoral del equipo de Trump con agentes de inteligencia rusos. En el caso de Flynn, tampoco hay indicios de delito en su conversación el pasado diciembre con el embajador ruso. Pero sí podría tener problemas legales si se demostrara que mintió a los agentes del FBI que lo interrogaron por sus contactos con el diplomático.

El militar fulminado dijo públicamente durante una semana que no habló con el embajador sobre las sanciones del anterior Gobierno de Barack Obama a Rusia por sus injerencias electorales. Más adelante, matizó esas palabras. Su dimisión, el lunes, se desencadenó después de que el Departamento de Justicia comunicara a la Casa Blanca, a raíz de la transcripción del contenido de las llamadas interceptadas, que Flynn había mentido al vicepresidente Mike Pence cuando le dijo que no habló de sanciones con el embajador.

Paralelismo con Snowden

Desde círculos conservadores, se pide investigar la filtración de las llamadas de Flynn. Y se traza un paralelismo con el debate abierto por el exanalista Edward Snowden tras destapar en 2013 la recolección masiva de datos telefónicos de ciudadanos privados por parte de la NSA y que llevaron a una reforma que limita el almacenamiento de datos.

“Las mismas voces que llamaban un héroe a Snowden no parecen estar preocupadas por las filtraciones de las transcripciones sobre Flynn”, escribió este miércoles en un editorial el diario The Wall Street Journal. El rotativo solicita al Congreso que incluya el origen de esas filtraciones en sus pesquisas sobre los contactos rusos de Trump.

Desde el entorno de Snowden, defienden las filtraciones sobre las llamadas de Flynn. “El episodio enfatiza un asunto clave: el mero hecho de que un acto sea ilegal no significa que sea injusto o incluso merezca un castigo”, escribió en un artículo Glenn Greenwald, el periodista que publicó las primeras informaciones que Snowden entregó a la prensa. “A menudo los actos más justos son precisamente aquellos que la ley prohíbe”.

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