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El precio del odio en Dinamarca

La criminalización de expresiones racistas o xenófobas, nacida en el nazismo, divide aún hoy al país

Mujeres musulmanas tocadas con velo pasean por el centro de Copenhague.
Mujeres musulmanas tocadas con velo pasean por el centro de Copenhague.FRANCIS DEAN (GETTY)

Dinamarca es el país de la felicidad. Del Estado del bienestar, del pleno empleo, de la economía fuerte y del hygge, esa suerte de gusto por las pequeñas cosas, ya sea beberse unas cervezas con los amigos viendo el querido balonmano patrio o tomarse un chocolate con la familia, en casa y con una lamparita en la ventana. Es la vida, lo demás son complementos para un país pequeño (seis millones de habitantes) y rico. Pero Dinamarca es también mucho diálogo. Los gobiernos son de consenso, no hay mayorías -el actual Ejecutivo conservador de Lars Lokke Rasmussen está formado por tres partidos- y el debate es una tradición.

En medio de esta explosión de libertad de expresión, uno de los pilares de la sociedad escandinava, diversa, plural y solidaria, se entromete el artículo 266b del Código Penal, una suerte de limite al todo vale en la escena pública. Este contempla castigos que van desde la multa hasta los dos años de cárcel para expresiones que públicamente amenacen, ridiculicen o degraden a un grupo por su raza, etnia, color de piel, sexo o religión. La UE quiere ahora que todos sus miembros cuenten con leyes para penalizar este tipo de discurso, estandarte hoy de islamófobos e incontrolable en las redes sociales. Viajamos a Dinamarca para averiguar cómo conviven la libre expresión y la criminalización del discurso de odio.

Islam radical frente a libre expresión

El artículo del Código Penal danés que penaliza el discurso de odio nació en los años 30 para proteger a los judíos. Aún hoy está vigente, pero son las expresiones sobre el islam las que copan los procesos judiciales. ¿Cómo convive la criminalización de ciertas manifestaciones xenófobas y racistas con la libre expresión?

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El Parlamento Europeo presiona a plataformas como Netflix para que paguen una tasa y aumenten al 30% su cuota de contenidos que hayan sido producidos en la Unión Europea.

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El problema de las leyes contra la incitación al odio

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