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Grandes ciudades de EE UU amenazan con boicotear a los bancos vinculados a oleoductos

El alcalde de Nueva York propone retirar fondos públicos de Wells Fargo si no se desvincula de la construcción

Un hombre observa el avance de las fuerzas de seguridad en el campamento contra el oleoducto Dakota Access.
Un hombre observa el avance de las fuerzas de seguridad en el campamento contra el oleoducto Dakota Access.T. SYLVESTER (REUTERS)

Si hace unas semanas los estadounidenses protestaron contra el veto migratorio de Donald Trump con donaciones millonarias a las organizaciones de derechos civiles, el movimiento que rechaza la construcción de oleoductos empieza a acumular victorias significativas haciendo exactamente lo contrario. Las ciudades de Nueva York, Seattle y Davis (California) se acaban de sumar a la campaña que pide retirar fondos de empresas vinculadas a las energías fósiles y amenazan con boicotear a los bancos que financian la construcción del oleoducto en Dakota del Norte.

La estrategia conocida como desinversión busca vender los fondos de empresas, instituciones y bancos vinculadas a la extracción energías fósiles. El alcalde de Nueva York, Bill DeBlasio, ha sido el último en sumarse a la campaña. En una carta enviada al presidente ejecutivo de Wells Fargo, DeBlasio amenaza con rescindir el contrato por el que este banco gestiona las pensiones de los trabajadores del Ayuntamiento por “la amenaza” que supone el oleoducto Dakota Access para el medioambiente, y los derechos humanos de la reserva de Standing Rock. “Deploramos que nuestras pensiones conlleven el riesgo de estar vinculadas a un proyecto tan peligroso y equivocado”, escribió el alcalde. Esta misma semana, Trump comenzó a deshacer la política medioambiental de Obama.

Wells Fargo es una de las 17 entidades que ha emitido un préstamo a las empresas constructoras del oleoducto y, si DeBlasio cumple con su palabra, se enfrenta a pérdidas de 165.000 millones de dólares en activos que cubren los beneficios de miles de trabajadores públicos en activo y retirados de la ciudad de Nueva York. El movimiento de desinversión que surgió en los años 80 en EE UU para protestar contra el Apartheid en Sudáfrica —entonces, 155 universidades, los gobiernos de 26 Estados y hasta 90 ciudades retiraron su dinero de multinacionales con negocios en el país— ha abierto así su último episodio.

Vista aérea de las obras que construirán la última fase del oleoducto junto al río Lago Oahe en Dakota del Norte.
Vista aérea de las obras que construirán la última fase del oleoducto junto al río Lago Oahe en Dakota del Norte.Tom Stromme (AP)

La táctica ha sido defendida por grandes organizaciones medioambientales como Greenpeace o 350.org, que asegura que la desinversión “no es solo una estrategia económica, sino también moral y política”. Según la web de la campaña Defund DAPL, los estadounidenses han retirado más de 71 millones de dólares de bancos vinculados al proyecto, valorado en 3.800 millones de dólares. La cantidad también es mínima si se compara con la cartera de estas instituciones, pero los responsables del movimiento aseguran que esa parábola ignora su verdadero impacto.

“Si Harvard, con una dotación de 33.000 millones de dólares, decide vender esos bienes, otra institución lo comprará”, reconoce la activista Naomi Klein en su obra sobre el cambio climático Esto lo cambia todo. “Pero este argumento ignora el poder de la estrategia: cada vez que estudiantes, profesores o líderes religiosos exigen la desinversión, están recortando la licencia social con la que operan estas compañías”.

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La construcción del oleoducto se ha convertido desde el pasado otoño en el epicentro de la lucha contra el cambio climático en EE UU. Sobre la nieve de Standing Rock, en Dakota del Norte, han confluido más de 300 tribus de americanos nativos, activistas de todo el país y veteranos del Ejército estadounidense que durante nueve meses impidieron con su protesta el avance de la construcción. La causa buscaba paralizar definitivamente la construcción del oleoducto de más de 1.800 kilómetros que atraviesa cuatro Estados para conectar los pozos de Dakota del Norte con las refinerías de Illinois. Este mes sufrieron su mayor derrota cuando el presidente Trump aprobó la construcción del último tramo del oleoducto que atraviesa el río Misuri.

La esperanza del movimiento contra la extracción de energías fósiles se apoya en victorias tanto dentro como fuera de EE UU. La decisión de la alcaldía de Nueva York llega meses después de que, el pasado mes de noviembre, el mayor banco de Noruega vendiera sus activos en la construcción al mismo tiempo que lanzaba una investigación sobre los abusos a los derechos indígenas en Dakota. El mayor triunfo de este movimiento ocurrió en 2014, cuando la Universidad de Stanford anunció la venta de 18.700 millones en activos vinculados al carbón. Ahora la campaña Divest Harvard le pide lo mismo a la institución de Boston, con una dotación de 33.000 millones de dólares.

La ciudad de Seattle (Washington) aprobó este mes una ley que retira 3.000 millones de dólares en fondos públicos de las cuentas de Wells Fargo. El banco concedió un préstamo valorado en 467 millones de dólares para la construcción del oleoducto, según la organización Food and Water Watch. Davis, en California, también ha acordado derivar 124 millones de dólares de cuentas públicas a una nueva entidad. En su propuesta, el Ayuntamiento de Davis justificó que, como Nueva York, Filadelfia y Minneapolis también están considerando retirar sus fondos de las cuentas de Wells Fargo.

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