_
_
_
_
_

Icaza: “México se cansó de votar por el menos malo”

El que fuera secretario de la CIDH abandera una candidatura ciudadana con miras a las elecciones de 2018

Emilio Álvarez Icaza, el pasado mes de octubre.
Emilio Álvarez Icaza, el pasado mes de octubre. ISAAC ESQUIVEL (cuartoscuro)

Emilio Álvarez Icaza (Ciudad de México, 1965) lleva toda su vida vinculado a la defensa por los derechos humanos y desde el domingo pasado se ha metido de lleno en el mundo de la política. Hace una semana, el que fuera secretario de la CIDH presentó en la plaza Tlatelolco Ahora, una iniciativa colectiva ciudadana que, según sus palabras, “quiere debate político, social y tener presencia en el debate electoral”. No será, no obstante, hasta dentro de unos meses cuando se calibre la fuerza de esta organización con miras a las elecciones de 2018.

Pregunta. ¿Qué aporta Ahora a diferencia de otras fórmulas políticas?

Respuesta. Las trayectorias cuentan. Si suman las personas que estamos ahí se encuentran las causas que hemos abrazado: derechos humanos, temas de víctimas... Muchos de nosotros hemos trabajado contra el México autoritario y las injusticias. Nosotros queremos hacer un pleito contra la corrupción, ver cómo se manejan las campañas electorales… Va a ser una discusión de cómo nos reencontramos. Todo ello marca una diferencia con los proyectos políticos existentes.

P. La lucha contra la corrupción es una constante en todos los partidos, ¿qué proponen ustedes que sea diferente?

R. Es el tema vertebral de América Latina. La irrupción de la apropiación de recursos públicos por el Gobierno afecta y agota a la ciudadanía. Es un engaño y un abuso. Está generando una erosión del sistema político y una crisis de representación. Eso nos va a ayudar a recuperar la agenda de transparencia en México.

P. ¿Cuál es su prioridad?

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

R. Que mucha gente que no tiene opción se sienta representado para darle una sacudida al sistema político mexicano.

P. El germen de la indignación está larvado en la sociedad, ¿dónde coloca su origen?

R. Hay una sensación de que nos traicionaron. Venimos de un régimen de partido único. Mi padre escogió por primera vez a su jefe de gobierno a los 76 años. Se dio lo que pensábamos que era una transición. Eso, en 2006, se paró. Felipe Calderón dijo una frase que fue emblemática: “Haiga sido como haiga sido, yo gané”. Y la respuesta [de López Obrador] fue: “Al diablo con sus instituciones". La suma de ambas atoró la transición mexicana y aceleró la regresión.

P. 12 años después esos actores que, según dice, atoraron la transición, siguen activos. ¿En qué han cambiado?

R. La izquierda se balcanizó; el PAN tuvo un conflicto interno por los desgastes de gobierno. Reprodujeron tanto las pautas del PRI que tuvieron una especie de guerra civil interna que no les ha permitido reencontrarse en su vieja identidad. El PAN fue uno de los partidos que más aportó a la construcción de la normalidad democrática, pero ese viejo PAN ya no es el de hoy; y en el PRI avanzó una descomposición. En 2012, el límite del debate ético eran dos ejemplos: Humberto Moreira y Ulises Ruiz. Cuatro años después, son cosa menor frente a lo que nos dijeron que era el nuevo PRI. Frente al Duarte de Veracruz, ni quien se acuerde de Ulises o Moreira. México ya no quiere votar por el menos malo, se cansó de votar por el peorismo. Es una de las cosas que han servido como una chispa para la construcción de Ahora. Un chavo nos decía: “Yo quiero votar con emoción”. El tema de esta primera etapa es ver si nuestras hipótesis y propuestas tienen eco, si no lo tienen, no habrá marcha adelante.

P. ¿Cuánto va a pesar esa indignación en 2018? ¿Por qué no se refleja en la calle?

R. Hay un fenómeno de hartazgo. Encuestas recientes dicen que dos de cada tres personas estarían dispuestas a votar por fórmulas distintas. Ha habido un 132, un Ayotzinapa, pero no ha tenido un cauce de salida que signifique un cambio de sistema.

P. ¿Por qué?

R. Creo que hay un fenómeno de cinismo y contra el cinismo no hay vacuna. El nivel de cinismo del Gobierno y de la elite es extraordinario. También hay mucho miedo. Miren el gasolinazo, empezaron a circular conversaciones para sembrar el miedo, eso en ciertos lugares desactiva e inmoviliza. En muchas zonas de México el espacio público está trastocado por la violencia. No creo que sea gratuito que este país sea en el que más periodistas mueren, en el que las organizaciones de derechos humanos son perseguidas… Forma parte de un debate de no aceptar esas críticas. Vamos a ver si el enojo y la frustración dan para transformarse en capital de organización. Es lo que veremos en ocho meses. Si más allá de la protesta podemos pasar a la propuesta.

P. Su bandera es la defensa de los derechos humanos, hacen un esfuerzo continuo para que los temas sociales estén en lo alto. Pero parece que eso no sale de un círculo concreto. ¿Esos mimbres son suficientes para crear un modelo que conmueva?

R. Hay un debate muy fuerte entre la desesperación por la seguridad y la fortaleza de los derechos. Se van a cumplir 10 años de que el ejército salió a la calle. El fenómeno de la impunidad ha hecho que haya una permisibilidad al autoritarismo.

P. Usted fue muy crítico con el Gobierno por la gestión del ‘caso Ayotzinapa’ y el Gobierno le criticó también mucho. ¿Qué balance haces de la gestión del Gobierno de los derechos humanos?

R. Miren, en 2006 yo era el defensor del pueblo de la ciudad y la izquierda decidió bloquear la arteria principal. Yo salí diciendo: “Eso es violatorio, tienen que permitir un modelo de tránsito”. Los sectores de izquierda me agarraron a palos. Luego vino la discusión de la interrupción legal del embarazo y el matrimonio de las personas del mismo sexo. Yo lo apoyé. El PAN me agarró a palos. Luego llegó Ayotzinapa y el PRI me acusó de traidor al país. ¿Por qué? Se mueven más en la lógica de que más que causas hay culpables. Y yo era culpabilísimo.

P. ¿Cree que López Obrador y la izquierda hacen una utilización de los derechos humanos y las causas sociales?

R. Ha hecho una agenda muy elemental de derechos humanos, entendiendo que los derechos humanos son que la policía no reprima. No relacionan los derechos humanos como contenido sustantivo a la democracia.

P. ¿Cómo definiría ideológicamente a Ahora?

R. Hay una primera identidad que pueden ser las causas que he abrazado. A mí se me puede ubicar en un espectro cercano a la izquierda, con una capacidad de diálogo con derecha y centro. Pero la apuesta de Ahora no está vinculada a mi identidad. Esta pregunta me la van a tener que hacer en septiembre. Se está convocando a quienes no se sienten representados.

P. Pero eso es muy abstracto.

R. A la hora de construir los programas lo iremos viendo. Nosotros hemos fijado unos puntos de partida: crecimiento económico e inclusión; seguridad y justicia; lucha contra la corrupción e impunidad y democracia y sistemas representativos. Lo que decimos es: “El sistema ya no da, las reglas del juego ya no dan”.

P. ¿Han tomado algún ejemplo a nivel internacional?

R. Lo que pasó en Medellín con Sergio Fajardo nos retroalimenta, en términos de un grupo de gente que se reúne y dice: “Ya estuvo bien, eh”’. Otro modelo con el que estamos dialogando es el de Bernie Sanders; otro son los círculos ciudadanos de Podemos y también el movimiento medioambientalista de Brasil.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_