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Fillon se aferra a la candidatura tras darse un baño de masas en París

El candidato, aislado por su partido, carga ante decenas de miles de fieles contra los "desertores"

Marc Bassets

A la desesperada, acosado por los jueces y por sus propios correligionarios, el candidato a la presidencia francesa François Fillon intentó este domingo salir del coma político con una demostración de fuerza en la calle. Fillon, investigado por los cobros no justificados de su esposa como supuesta colaboradora suya, se dio un baño de masas para demostrar que él, y nadie más, es el legítimo aspirante de su partido, Los Republicanos. Tras la manifestación, y a la espera de los cónclaves y maniobras de los líderes derechistas de los próximos días, la viabilidad de la candidatura sigue en el aire.

Manifestación en apoyo a Fillon en París, este domingo.
Manifestación en apoyo a Fillon en París, este domingo.G. VAN DER HASSELT (AFP)

En un discurso de media hora, acompañado por su esposa, Penelope Clarke, ante un mar de banderas francesas y bajo un intenso augacero, el candidato de Los Republicanos denunció "la deserción asumida, sin vergüenza y también sin orgullo" de su propio partido que le ha aislado y que le empuja hacia la salida. Admitió errores en la gestión del Penelopegate, el nombre que recibe el caso de los supuestos empleos ficticios de su esposa y sus hijos. Apeló al pueblo que le dio la victoria en las primarias de la derecha. Y evitó la promesa, formulada en otras ocasiones, de que está dispuesto a "ir hasta el final", lo que puede dejar la puerta abierta a una negociación con los jefes del partido para un relevo ordenado y honorable para él.

La política son gestos y escenificación, y en pocos países la manifestación es un arma política tan efectiva como en Francia. El exprimer ministro eligió para la “gran concentración de apoyo a François Fillon” —así se bautizó la protesta— uno de los espacios más teatrales de París: la explanada de Trocadero, el edificio construido para la Exposición Universal de 1937 y con la Torre Eiffel al fondo. En este mismo espacio, el presidente Nicolas Sarkozy, rival de Fillon en el campo conservador, organizó un mitin multitudinario durante las elecciones de 2012.

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Una respuesta masiva de sus fieles, convocados a las 15.00 hora local, debía reforzarle ante los notables de su partido que ya le buscan sustituto. Una asistencia discreta en Trocadero significaría que no sólo los notables de la derecha le dan la espalda —en pocos días ha visto como más de doscientos colaboradores y cargos públicos le abandonaban— sino también las bases.

En Trocadero el candidato buscó el referendo del pueblo —la “Francia silenciosa”, dice él— ante las élites judiciales, políticas y periodísticas supuestamente embarcadas en una operación para destruirle.

El argumento de Fillon era que su rotunda victoria en las primarias de la derecha, celebradas en noviembre, hacía de él el candidato indiscutible. Se considera víctima de una injerencia del poder judicial en una campaña. Cultiva la imagen del hombre solo ante la tormenta, del líder doliente pero devoto a la misión que el pueblo le ha encomendado.

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Un pulso contrarreloj

El tiempo apremia para la derecha francesa. El 15 de marzo François Fillon comparece ante la justicia, y dos días después vence el plazo para presentar las firmas necesarias para formalizar la candidatura. Después de 17 se habrá cerrado cualquier posibilidad de una candidatura alternativa a la de Fillon. Las elecciones son a dos vueltas, la primera el 23 de abril y la segunda el 7 de mayo. Los sondeos pronostican que Fillon —favorito hasta que en enero estalló el llamado Penelopegate, por el nombre de su esposa— quedará eliminado en la primera vuelta.

El historiador Christian Delporte, especialista en la imagen y la retórica política, cita la teoría de las tres derechas francesas, una de las cuales es la bonapartista. “Se basa en el diálogo directo con el pueblo, recorriendo al referéndum, y marginalizando los cuerpos intermedios. La acción de Fillon refleja más una postura gaullista que el puro gaullismo. Aquí no se trata de salvar la República o la democracia amenazada, sino de crear una bronca antijueces para salvar la piel”, dice en un correo electrónico.

Lo llamativo en el caso de Fillon es que, aunque use un lenguaje populista, su talante no es el de un populista como los que triunfan en otros países y en la propia Francia, políticos extrovertidos, demagogos con habilidad para conectar con las masas. Su perfil es distinto, el de un político que empezó a ejercer de diputado en 1981, ha sido primer ministro, y encabeza en Francia el partido del orden y el respeto a las instituciones de la V República.

“Fillon nunca ha sido un gran orador, nunca ha movilizado a las masas, siempre ha tenido un papel de número dos. Su falta de humor ha sido con frecuencia objeto de burla. En resumen, hasta ahora era más bien un notable de provincias y un hombre de despachos”, continúa Delporte, profesor en la universidad de Versalles-Saint-Quentin-en-Yvelines. El exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi, que también buscó el plebiscito de la calle en su batalla con los jueces, es otro referente. “Su acción es berlusconiana, pero carece de las capacidades de movilización del Berlusconi de las grandes épocas”, dice el historiador.

Miedo al descalabro en la derecha

Ha sido esta retórica, las apelaciones a inconcretas teorías conspiratorias o la desautorización del poder judicial, lo que ha colmado la paciencia de algunos en la derecha, pero el factor decisivo es el miedo a un descalabro electoral. Sus rivales en Los Republicanos le echan en cara que, en la campaña de las primarias, se presentase como el candidato honesto y limpio de corrupción, frente a Sarkozy y al exprimer ministro Alain Juppé, ambos implicados en casos judiciales. Llegó a decirle Sarkozy, que había sido imputado: "¿Quién se imagina, por un instante, al general De Gaulle imputado?"

De Gaulle fue el padre fundador de la familia política, hasta hoy hegemónica en el centroderecha, a la que pertenecen Fillon y Sarkozy, y que ahora corre el riesgo de quedar como una fuerza minoritaria en las elecciones presidenciales de esta primavera.

El 26 de enero, tras estallar el escándalo, Fillon prometió que si los jueces le imputaban, abandonaría la carrera. “Yo le digo que siga hasta el final. Se lo digo cada día”, dice Penelope Clarke en una entrevista con Le Journal du Dimanche. Tras mantenerse oculta desde que estalló el escándalo, la esposa del candidato habló con el citado diario y apareció en el escenario de Trocadero.

“No abandonará”, pronosticó el sábado, durante un mitin de Fillon en el norte de París, Marie-Dolores Prost, una concejal municipal de la ciudad de Poitiers e incondicional de Fillon. “Estoy segura. Soy gaullista, él también. Y no abandonamos”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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