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Gobierno y oposición de Siria pactan la agenda para poner fin a la guerra

El régimen acepta negociar la transición política y los rebeldes abordarán la lucha antiterrorista

Juan Carlos Sanz

Después de más de una semana de conversaciones indirectas en Ginebra auspiciadas por Naciones Unidas, el Gobierno y la oposición de Siria han logrado cerrar una agenda clara para poner fin a una guerra próxima cumplir seis años. Esta vez no ha habido portazos de las delegaciones del régimen y de los rebeldes mientras se reanudaban las hostilidades sobre el terreno, como ocurrió en la anterior ronda de diálogo en abril de 2016. Los enviados del presidente Bachar el Asad han aceptado por primera vez negociar un proceso de transición política que incluye un acuerdo sobre “gobernanza” (término que alude a un Ejecutivo provisional de unidad nacional), una nueva Constitución consensuada y la convocatoria de elecciones libres bajo supervisión internacional. Los representantes de las milicias y partidos insurgentes han admitido también la exigencia de Damasco de incorporar al orden del día la lucha contra el terrorismo, la seguridad y el establecimiento de medidas de generación de confianza entre las partes.

Músicos sirios con sus instrumentos en en el anfiteatro romano de Palmira, reconquistada al ISIS.
Músicos sirios con sus instrumentos en en el anfiteatro romano de Palmira, reconquistada al ISIS.OMAR SANADIKI (REUTERS)

El mediador de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, anunció el pasado fin de semana la convocatoria de una nueva ronda de conversaciones, esta vez sustanciales y no de procedimiento, previsiblemente a partir del próximo día 20. “El tren está listo en la estación, con el motor a punto, y todo esta listo (…) para que las partes pisen el acelerador”, intentó describir la situación actual el veterano diplomático ítalo-sueco, que debe rendir cuentas de sus gestiones ante el Consejo de Seguridad en los próximos días.

La presencia en el último momento en Ginebra del viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Guenadi Gatilov, que se reunió tanto con la delegación del régimen como con la de los rebeldes, parece haber sido determinante para que ambos bandos aceptaran pactar la agenda a pesar de estar expresando en público posiciones irreconciliables. Ante la aparente inhibición de Washington tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, Moscú ha tomado las riendas en el proceso de las negociaciones. A mediados de mes, el Kremlin va a intentar llevar a Gobierno y oposición a su terreno en el foro de Astaná. Pretende refrendar los acuerdos sobre supervisión del alto el fuego en vigor desde el 30 de diciembre y la aplicación de la estrategia antiterrorista contra el Estado Islámico y las filiales de Al Qaeda en Siria. En la capital de Kazajstán se cuenta además con la presencia de Irán, del lado del régimen, y de Turquía, por el de la insurgencia

Las presiones de Rusia surtieron presuntamente efecto en Ginebra. El negociador jefe gubernamental, el embajador sirio ante la ONU, Bachar al Yafari, se había negado el viernes a medianoche a hablar ante la prensa, pero el sábado dio por buena la agenda anunciada por De Mistura. Solo planteó un reparo: que la oposición se presente ahora en Ginebra integrada en una delegación unitaria.

Un giro similar dio Nasser Hariri, cabeza visible del Alto Comité para las Negociaciones (la principal plataforma opositora, apoyada por Arabia Saudí) que pasó de acusar al régimen de “haber secuestrado” las conversaciones a calificar el resultado del diálogo como “más positivo que en anteriores ocasiones”. Hariri, sin embargo, no ha aclarado aún si aceptará en una delegación única a los llamados grupos de Moscú y del Cairo, oposición minoritaria considerada más moderada por Damasco.

Las partes parecen estar de acuerdo al menos, según los analistas sirios, en mantener la integridad territorial del país árabe tras la guerra, lo que excluye una eventual secesión de la región kurda del norte y el este y limita sus expectativas a apenas negociar un sistema de autogobierno inspirado en el del Kurdistán iraquí. Las milicias y partidos kurdos no han sido invitadas al diálogo de Ginebra.

Batalla contra el ISIS

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Después de seis años de un conflicto armado –se cumplen el próximo día 15–, que ha causado más de 300.000 muertos y el desplazamiento de sus hogares de la mitad de la población, y del fracaso de las tres series de negociaciones organizadas por la ONU en Ginebra desde 2012, la última ronda de diálogo ofrece al menos una esperanza de continuidad. Viene marcada por el debilitamiento de los insurrectos por su derrota en el este de Alepo, el pasado diciembre, y por el creciente alejamiento de EE UU de las iniciativas para poner fin a la guerra. La Administración del presidente Trump ha anunciado que concentrará sus esfuerzos en la lucha contra el ISIS tanto en Irak como en Siria (frente de Raqa). Las redobladas ofensivas en los últimos días han forzado un éxodo de 30.000 civiles sirios, según la ONU, que amenaza con desbordarse.

De que parece empezar a vislumbrarse el final del conflicto en Siria dan buena muestra los últimos realineamientos estratégicos en la región. EE UU ha dejado patente que seguirá apoyando a los kurdos de Siria en el frente de Raqa contra el ISIS, a pesar de la oposición de Turquía. Las milicias kurdas, de hecho, se han retirado varios kilómetros de sus líneas en Manbij, en el valle del Éufrates, para ceder una amplia franja de terreno a los guardas de fronteras del Ejército sirio, que ahora actuarán como fuerza de interposición de facto entre los rebeldes apoyados por las Fuerzas Armadas turcas y los peshmergas (milicianos kurdos) respaldados pro Washington. Incluso Israel mueve sus fichas. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha anunciado este domingo que viajará el jueves a Moscú para pedirle al presidente Vladímir Putin que impida toda presencia militar en Siria de Irán, archienemigo del Estado hebreo, tras el punto final a la guerra.

 

Los insurgentes derriban un caza del régimen en la frontera turca

Un piloto sirio cuyo Mig-23 se estrelló el sábado en Turquía ha declarado a las autoridades que fue derribado por la artillería rebelde, según informó este domingo la agencia oficial de noticias turca Anatolia. El siniestro se produjo en la zona fronteriza con Siria de la provincia de Hatay. El piloto saltó del avión y fue rescatado por fuerzas turcas que le condujeron a un hospital. La milicia islamista rebelde siria Ahrar al Sham se atribuyó el derribo del aparato, que efectuaba bombardeos en la provincia de Idlib (noroeste). El Congreso de EE UU rechazó recientemente dotar de misiles antiaéreos portátiles y manejables por un solo soldado a los insurrectos sirios para evitar que puedan caer en manos de grupos yihadistas.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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