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Columna
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Nuestro cansancio puede costar vidas

13,5 millones de personas necesitan cubrir sus necesidades básicas en Siria

Desplazados en los alrededores de la ciudad de Manbij, en el norte de Siria, el pasado miércoles.
Desplazados en los alrededores de la ciudad de Manbij, en el norte de Siria, el pasado miércoles.DELIL SOULEIMAN (AFP)

A punto de entrar en el séptimo año de guerra en Siria, no podemos, hoy menos que nunca, dejar que el cansancio nos venza. La desidia tiene indicadores: en 2016 la comunidad internacional cubrió solo el 57 por ciento del llamamiento humanitario realizado por las Naciones Unidas para la región. La ayuda se reduce precisamente cuando las necesidades aumentan. Tras seis años de violencia y horror los donantes internacionales empiezan a dar signos de fatiga. Los ciudadanos también. Solo las imágenes del asedio de Alepo o el azote del frío a los refugiados en Europa han conseguido removernos últimamente. Parece que estamos a punto de aceptar Siria como una de las guerras enquistadas del planeta, fuera ya de nuestro alcance.

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En la Conferencia de Helsinki celebrada a finales de enero, la comunidad humanitaria constataba cómo este conflicto ha acabado con 40 años de desarrollo humano. Pero también ponía sobre la mesa el ahorro en sufrimiento que había supuesto la presencia de organizaciones humanitarias como Acción contra el Hambre. Cinco millones de personas han recibido agua potable en Siria, los refugiados han recibido ayuda alimentaria, agua e infraestructuras básicas de saneamiento en campamentos o asentamientos informales y más de tres millones de niños han podido seguir recibiendo educación gracias a la ayuda internacional.

Una guerra no es solo vivir o morir. El desgaste tras seis años de violencia, para los que viven, es progresivo. Dentro y fuera (no olvidemos que el 90% de los cinco millones de refugiados están en los países de la región), las organizaciones humanitarias estamos constatando mecanismos de adaptación que empiezan a ser extremos. Trabajo infantil. Bodas prematuras. Esclavitud. Prostitución. La carga sobre la población de acogida (entre la que nosotros no hemos podido o no hemos querido estar) también empieza a ser demasiado pesada y esto aumenta el riesgo de tensiones. En Líbano, que con más de un millón y medio de sirios y 280.000 palestinos se ha convertido en el país con mayor número de refugiados per cápita en el mundo, la pobreza ha aumentado un 110 por ciento desde 2011.

En primavera se reunirán en Bruselas los líderes mundiales en la Conferencia de donantes para Siria. La guerra sigue. 13,5 millones de personas necesitan cubrir sus necesidades básicas en Siria. 5 millones de sirios necesitan hacerlo en los países de la región. No les vale el cansancio como respuesta. Nuestra fatiga puede costarles la vida.

Olivier Longué es Director General de Acción contra el Hambre

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