_
_
_
_
_
ARCHIPIÉLAGO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Noticia falsa de última hora (Calarcá, Quindío)

No es claro dónde comienza el rumor, pero sí dónde termina: en el hashtag #TimochenkoQEPD

Ricardo Silva Romero

No es claro dónde comienza el rumor, pero sí dónde termina: en el hashtag #TimochenkoQEPD. De una serie de montajes en las redes sociales, incluido un perfil falso del presidente Santos, viene la noticia de que el jefe máximo de las Farc ha muerto de un brutal infarto: el cardiólogo Rodrigo Londoño, alias “Timochenko”, de Calarcá, Quindío, descansó de sí mismo en la paz de su Dios cuando lideraba el regreso de la guerrilla a este país que trata de ser una democracia –y en Twitter se celebra el revés de última hora y se parodia la primicia y se dan a conocer los principales sospechosos: “el pasado imborrable”, “el sedentarismo”, “el ron”, “la cocaína”–, pero la verdad es que el comandante que por poco sufre un paro la primera vez que firmó la paz, porque una bandada de aviones kafir le pasó por encima cuando daba su discurso, no es más que el más reciente de los muertos famosos de mentiras.

Puede ser que las noticias, como la Historia, sean un tragicómico “teléfono roto”, pero esto de las noticias falsas es un recurso de portal desesperado en busca de “usuarios únicos” y es un negocio escalofriante y un recurso sucio de campaña política fascista: una vez más todas las formas de lucha, una vez más “el mundo es masa” y “sálvese quien pueda”.

Según la encuesta de Gallup de principios de marzo, que buscaba medir el incomprensible estado de ánimo de este país ciclotímico, los colombianos están odiando un poco menos a las Farc que a los partidos políticos, el sistema judicial y el Congreso de la República, pero después de la segunda firma de la paz, que fue un segundo milagro, siguen sin creer en la palabra de la guerrilla: según los encuestados, sólo cabe esperar de las Farc, como de las demás arcaicas instituciones colombianas, puras noticias falsas. Y la verdad –no lo dice la encuesta, pero es fácil sospecharlo luego de leer “la muerte de ‘Timochenko’” y “Obama me espiaba: ¡mal tipo!”– es que hoy en día una noticia de verdad es aquella que se da cuando se desmiente una noticia falsa.

Han sido las propias Farc las que han confirmado no sólo que a comienzos del mes su jefe “tuvo un susto de salud, sí, bueno, lo tuvimos nosotros”, sino que hace apenas dos años estuvo a unos segundos de morirse en La Habana –y de incógnito, pues su presencia allí era un secreto y un rumor– por culpa de un infarto de aquellos: “Su rostro se le había desencajado y tenía la boca abierta, como si bregara a respirar o a vomitar –escribió un guerrillero que estuvo en el salón de los hechos–. De inmediato exclamé que a Timo le sucedía algo”. Y sí: estaba muerto. Y revivió cuando los médicos de la sala de urgencias ponían cara de derrota porque los electrochoques no habían servido de nada y se preparaban para entregar su ropa y su reloj. Y entonces fue posible llevar a cabo una operación de corazón abierto. Y hoy está vivo y tuiteando.

Yo he estado pensando, como tantos, en lo decepcionante que es que las noticias menos leídas de los medios sean las buenas noticias lentas pero históricas –pero verdaderas– de la implementación del acuerdo de paz con las Farc. Y, sin embargo, que a nadie le importe quizás sea una señal para la esperanza. Quizás signifique que la guerrilla por fin haya dejado de servirles a los políticos para conseguir votos y despertar los miedos y azuzar a los dementes. Quizás signifique que el regreso sin gloria de esos colombianos a Colombia se haya convertido en otra realidad diaria y morosa y silenciosa de aquellas que remueven a las sociedades para bien. Tal vez la realidad sea lo que queda después de las noticias, y “Timochenko” no haya muerto, pero por fin sea un mortal más en una democracia: un sitio en donde incluso un enemigo muere de viejo.

Newsletter

El análisis de la actualidad y las mejores historias de Colombia, cada semana en su buzón
RECÍBALA

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_