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Las vallas de la frontera sur entre Marruecos y España

Las verjas de Ceuta y Melilla son la primera frontera de Europa en suelo marroquí

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FADEL SENNA (AFP)
Íñigo Domínguez

Las verjas de Ceuta y Melilla que cierran el paso con Marruecos son la primera frontera de Europa en suelo africano. Erigidas en los noventa, al principio eran simples vallas que se podían saltar con facilidad, pero a medida que creció el flujo de inmigración ilegal se fueron reforzando.

Esta presión alcanzó en 2014 su punto culminante: en Melilla hubo 22.000 intentos de salto y más de 2.000 inmigrantes consiguieron pasar al otro lado. Entonces se redoblaron los obstáculos y las cifras se desplomaron, hasta el punto de que el Gobierno de Mariano Rajoy lo presentó en Europa como un modelo de control de la inmigración. Pero también se debe a la decisiva colaboración de Marruecos, que en realidad abre y cierra el grifo cuando lo desea como medida de presión según sus intereses políticos. Acaba de ocurrir en febrero con cientos de asaltos masivos a Ceuta.

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La valla de esta ciudad autónoma mide ocho kilómetros. Pero la más larga y con más intentos de salto es la de Melilla, que rodea toda la ciudad autónoma, 11,5 kilómetros. En realidad son dos, una marroquí y otra española, que en realidad son más, porque la primera es doble y la segunda es triple. Es decir, son cinco en total.

El objetivo de quienes intentan saltar la valla es poner un pie en territorio español, lo que significa ser acogido en el centro de estancia temporal y entrar en la maquinaria burocrática, con la posibilidad de pedir asilo o luego desaparecer en la Península rumbo a otros países. Eso si tienen suerte y logran adentrarse en suelo europeo nada más saltar, porque con las polémicas devoluciones en caliente se arriesgan a que les detengan al pie de la valla y les entreguen de nuevo a Marruecos.

Las dos vallas del lado marroquí tienen sendas alambradas de espino en lo alto. Luego hay un foso y después, las tres verjas españolas. La primera tiene hasta seis metros de altura. Luego hay otra intermedia que estorba el paso con una maraña de cables y la última está inclinada hacia el interior para dificultar aún más la escalada. Causó una gran controversia el uso de concertinas, cuchillas en la alambrada, y se eliminaron en algunos tramos, pero aún se mantienen en 2,5 kilómetros de trazado.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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