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Columna
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La carne podrida del Congreso

Si los congresistas consiguieran aprobar a la chita callando algunas reformas para salvar su propia piel, sería el mayor gol marcado contra la democracia

Juan Arias

Existe hoy en el Congreso brasileño mucha prisa por aprobar reformas de la ley electoral que son una trampa para los electores. Entre ellas la introducción de la lista cerrada en las elecciones, como ya ha informado ampliamente Talita Benidelli en este diario. Esa reforma ha sido apellidada en las redes sociales como "carne podrida", porque esconde la artimaña de intentar reelegir a los políticos corruptos y salvarles de sus pecados. Los congresistas parecen hoy, en efecto, más preocupados con salvar su propia piel que en resolver los problemas que afligen a millones de trabajadores ¿Hasta cuándo?

Carmen Lucia, presidenta del Supremo Tribunal Federal, ha alertado con énfasis días atrás sobre la necesidad de una reforma política y electoral que no sea urdida en las sombras del Congreso, sino que sea objeto de un referéndum popular. Es verdad que en muchos países del mundo los ciudadanos votan a las listas de candidatos presentadas por los partidos. Son países, sin embargo, en los que el número de organizaciones políticas no llega a los dedos de la mano y donde cada uno de ellos presenta una ideología bien diferenciada.

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En Brasil la introducción de la lista cerrada es una trampa por el rechazo masivo que golpea a los partidos. Existen más de 30, de los que es imposible conocer su posición ideológica, sobre todo porque la mayoría de ellos ni la tienen. Son más bien satélites y apoyo de los grandes partidos. Reducirlos a no más de media docena ya sería una gran reforma. Además, en este momento en que diputados, senadores y gobernadores aparecen involucrados en procesos de corrupción política, la lista cerrada con vistas a las elecciones de 2018 sería para muchos de ellos una panacea para poder ser reelegidos y conservar el foro privilegiado. Basta que los partidos coloquen a los corruptos los primeros en la lista para que tengan las mayores probabilidades de conservar sus puestos.

El voto en lista cerrada sirve para fortalecer a los partidos en los países en que los votantes se interesan más por el éxito de la formación en la que militan o por su programa de gobierno, sin prestar tanta atención a los candidatos concretos. Es algo parecido a lo que ocurre con los equipos de futbol. Un seguidor empedernido del Flamengo o del Barcelona no dejaría de apoyar al equipo de su corazón porque en él figure un jugador u otro. Lo que les interesa es que gane su club. En Brasil, con los partidos políticos sucede lo contrario. La sociedad no está interesada en que se fortalezcan ya que no cree en ellos. Por eso es más fácil que voten a un candidato en el que confían en que a un partido. Más aún, los brasileños votan a su candidato sin saber siquiera en qué partido milita. Tanto es así que hay políticos que ya han pasado por siete formaciones diferentes.

Si la protesta popular convocada para el domingo próximo busca motivos que la justifiquen, el rechazo a la lista cerrada y la exigencia de una consulta popular sobre la reforma política, junto con la revisión del foro privilegiado, serían más que suficientes. Sin contar que en este caso podrían unirse en la misma demanda la izquierda y a la derecha. Si el Congreso, al revés, consiguiese hacer pasar leyes para su propia supervivencia, sería el mayor gol marcado contra los brasileños que aún creen en una democracia cada día más amenazada. Aún están a tiempo de decidir con coraje a favor del Brasil que les eligió o de exponerse al ludibrio de una opinión pública cada vez más divorciada de la política.

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