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Putin y los líderes rusos se quedan al margen de los actos contra el terrorismo

El Kremlin ha medido su poder de convocatoria en las calles después de las manifestaciones en su contra

Pilar Bonet

El presidente, Vladímir Putin, y las máximas autoridades de Rusia se situaron por encima de sus conciudadanos y no acudieron el jueves a las concentraciones en contra del terrorismo, incentivadas y propiciadas desde el Kremlin en todo el Estado, desde Vladivostok hasta Moscú. Los mítines, que proseguirán en los próximos días, permitirán a los líderes del Estado calcular cuántas personas pueden ser movilizadas en nombre de una causa de peso, en un tiempo limitado y utilizando a modo de instrumentos los recursos administrativos, la colaboración del funcionariado, los centros de enseñanza, personal de ayuntamientos y servicios municipales, así como empleados de grandes empresas con encargos oficiales.

Concentración en la plaza Manézhnaya, en Moscú, este jueves en recuerdo de las víctimas del atentado del pasado lunes en el metro de San Petersburgo.
Concentración en la plaza Manézhnaya, en Moscú, este jueves en recuerdo de las víctimas del atentado del pasado lunes en el metro de San Petersburgo.MAXIM SHEMETOV (REUTERS)

En Moscú, unas 50.000 personas según la policía (25.000 personas, a juicio de esta corresponsal basado en comparación con otras manifestaciones en el mismo lugar), acudieron a manifestarse a la plaza del Manezhe, junto a la plaza Roja. La zona fue acordonada por numerosos agentes y miembros de la guardia nacional y el acceso controlado con arcos detectores. Formalmente, el acto había sido convocado por los sindicatos y se calificó de “acción”, ya que las manifestaciones y mítines, propiamente dichos, requieren un preaviso de diez días al municipio.

Por su difusión geográfica, las “acciones” del jueves, que comenzaron en Vladivostok, en la costa del Pacífico, constituyen una réplica de las manifestaciones contra la corrupción celebradas el 26 de marzo en decenas de ciudades en toda Rusia, aunque en el caso actual, con otro público y el fin de responder al atentado que costó 14 vidas y causó una cincuentena de heridos en el metro de San Petersburgo el pasado lunes. El lema de los mítines era “Piter, estamos contigo”, en alusión al nombre coloquial de la ciudad.

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La concentración de Moscú duró una hora y media, desde las 17.00 horas (una hora menos en España) y discurrió de forma organizada. Claveles rojos fueron entregados gratuitamente a los participantes, que los depositaron, a su vez, en el lugar reservado a Leningrado (hoy San Petersburgo) junto a la tumba al soldado desconocido. El acto adoleció no obstante de falta de sensibilidad y tacto en relación a las víctimas, sobre todo por las festivas canciones rockeras que, con gran estruendo, ofrecieron algunos de los artistas participantes desde el escenario instalado junto al Kremlin. Entre el público, algunos admitían que la música era inadecuada para un acto de duelo, pero se encogían de hombros o evitaban comentarios negativos. Esta corresponsal conversó con funcionarios del ayuntamiento, que dijeron haber salido del trabajo una hora antes de lo habitual, empleados de una empresa de construcción que vinieron organizadamente y también con escolares de localidades periféricas de Moscú y su provincia, entre ellos un grupo de chicos de un centro de formación profesional de Mozhaisk, que habían venido en autobús y que se negaron a responder a preguntas, acatando las órdenes de una mujer con gafas oscuras, con una lista en la mano, a la que los chicos calificaron como “nuestra jefa”. Esta situación se repitió con otros muchachos, aparentemente también controlados por adultos y temerosos ante preguntas tan simples como las razones por las que habían acudido al mitin.

Entre una actuación musical y otra, los presentadores del mitin daban los nombres y algunas de las características de las víctimas acompañadas de una fotografía y pronunciaban palabras en general destinadas a subrayar la unidad y la solidaridad de los rusos ante el terrorismo y la magnitud geográfica de las manifestaciones. Desde la tribuna, el general Vladímir Shamanov, uno de los dirigentes de la lucha contra los separatistas de la república caucásica de Chechenia en los años noventa del pasado siglo, manifestó que el “terrorismo internacional” “trata de poner a Rusia de rodillas”. “Desde Vladivostok a la frontera occidental se celebran estos mítines. Estamos juntos y los venceremos”, dijo el militar. “nuestros antepasados se unían frente al peligro, ahora nuestro nuevo desafío es el terrorismo”, dijo el presentador. En el mitin de Moscú se portaban banderas rusas, aunque había también estandartes del Movimiento de Liberación Nacional (NOD en sus siglas en ruso), una organización que considera a Rusia como la víctima de una conspiración internacional y que está dirigida por un diputado de Rusia Unida.

En Vladivostok, medios de comunicación no estatales denunciaron que las autoridades habían hinchado el número de participantes y habían asegurado la asistencia de los funcionarios. Según las autoridades habían asistido 2.000 personas, pero la prensa local habían sido de 400 a 500.

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Los rusos, como otros ciudadanos de países europeos, se muestran solidarios con las víctimas del terrorismo y no solo con las de su propio país, sino con víctimas inocentes en el extranjero. Esa solidaridad la suelen demostrar poniendo flores, juguetes o velas, en los lugares simbólicos según la ocasión (en el último suceso, junto al metro en San Petersburgo y en los jardines de Alejandro en Moscú, a o bien en las Embajadas de países afectados como Francia, Alemania, España o EE UU). Sin embargo, una cosa son las reacciones espontáneas y humanas de la ciudadanía y otras las construcciones burocráticas tejidas por los tecnólogos políticos al servicio de los representantes actuales del Estado. Estas construcciones burocráticas, que en parte se inspiran en lasmanifestaciones de solidaridad ante el terrorque se suelen celebrar en las capitales europeas, pero a ellas no acuden los dirigentes del Estado. En el orden del día del temario político actual del Kremlin figura “en primer lugar la soberanía, los intereses geoestratégicos y la visión de Rusia como fortaleza asediada. La corrupción es un tema menos prioritario y un fenómeno con el que las autoridades aseguran luchar y tratan de demostrarlo con el encarcelamiento de gobernadores o alcaldes”, dice el politólogo Alexéi Makarkin.

Las encuestas muestran que la sociedad es sensible al informe de Navalni. Un reciente sondeo del centro Levada indica que un 38% de la ciudadanía considera que la administración no tiene nada que decir ante las acusaciones contra Medvédev; un 19% opina que en la corrupción están implicados todos los dirigentes del Estado; un 19% cree que el presidente no está implicado, y un 24% no sabe que contestar. El miércoles, la Duma Estatal, donde elpartido Rusia Unida(dirigido por Medvédev) tiene mayoría absoluta, rechazó la propuesta del Partido Comunista de Rusia para que se investiguen las acusaciones contra el primer ministro. Todos los partidos de la cámara, excepto los comunistas, votaron en contra de la investigación.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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