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Ecuador aún lucha para superar el trauma del terremoto

Casi 4.000 personas viven en albergues cuando se cumple un año del seísmo de 7,8 en la escala de Richter. Las lluvias han agravado la situación de los damnificados Manabí

Chamanga, a unos 50 kilómetros de la ciudad de Pedernales
Chamanga, a unos 50 kilómetros de la ciudad de Pedernales José Jácome (EFE)

Un sábado cualquiera, a las 18.58 de la tarde, los ecuatorianos están en el cine, cenan algo en el patio de comidas de un centro comercial o pasan el rato en su casa. Ese día suele haber pocos coches por las calles cuando de lunes a viernes, a esa misma hora, se taponan las principales vías de las ciudades. Pero un sábado cualquiera del año pasado, el del 16 de abril, no se ha borrado de la memoria colectiva. 55 segundos bastaron para que hoy, cuando se cumple un año, Ecuador siga hablando del terremoto que se llevó la vida de 671 personas, que hirió a 4.879 más, que obligó a esperar entre los escombros hasta ser rescatados a otras 113 más y que también desplazó a 80.000 de sus casas.

En 2017, el seísmo de 7,8 en la escala de Richter es arma arrojadiza en campaña electoral, es motivo de discusión política entre la gente común, sigue siendo además orgullo nacional por la respuesta solidaria y unida de los ciudadanos durante los días posteriores a la tragedia y es la portada de los principales periódicos e informativos. Hoy, cuando han transcurrido 365 días mucho más rápido que el escaso y eterno minuto que asoló dos provincias de la costa norte ecuatoriana, se hace recuento de lo recuperado y de lo que falta por hacer.

Las familias ya no lloran ni se desesperan ante las cámaras de televisión, pero casi 4.000 personas siguen viviendo en albergues temporales. Podrán permanecer ahí hasta la tercera semana de mayo, que es la fecha prevista por las autoridades para cerrar los campamentos de emergencia. El terremoto afectó a 69.000 viviendas, de las que 22.015 necesitaban volver a construirse de cero y se demolieron casi 10.000 edificios, según la recopilación de estadísticas del Comité de la Reconstrucción.

La recuperación total de Manabí y Esmeraldas, las dos provincias más golpeadas, durará hasta tres o cuatro años

La recuperación total de Manabí y Esmeraldas, las dos provincias más golpeadas por el terremoto, durará hasta tres o cuatro años, de acuerdo con el presidente Rafael Correa. El mandatario ecuatoriano hizo un repaso, en su habitual comunicado a la nación de los sábados, a los avances en la recuperación y recordó que el costo de la reconstrucción supera los 3.000 millones de dólares para recomponer, junto a las viviendas, los negocios, las empresas y los servicios básicos, los 83 kilómetros de carreteras destruidos, las 875 escuelas, los 51 centros médicos y hospitales.

Este año, además de cumplirse un año del imprevisible terremoto, Manabí se ha reencontrado con un viejo enemigo conocido: un invierno demasiado lluvioso. En Ecuador, la etapa invernal se refiere normalmente a los meses de diciembre a abril cuando hace más calor y llueve más. Tanto más ha caído entre marzo y abril que se ha declarado la alerta naranja en seis provincias. Los 1.400 eventos entre inundaciones, deslizamientos de tierra en las poblaciones de las laderas de Los Andes, hundimientos de carreteras y desbordamiento de ríos han provocado la muerte de 26 personas, han afectado a otras 127.000 y a 29.000 viviendas. Se han destruido también 7.000 hectáreas de cultivo, como el arroz que es uno de los alimentos básicos de la dieta ecuatoriana, según los últimos reportes de la Secretaría General de Riesgos.

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A diferencia de Perú y Colombia, no ha habido grandes sucesos, pero la erosión constante de las lluvias ha afectado a 26.000 ecuatorianos dejando pueblos anegados donde el agua ha subido a cinco metros en los momentos más críticos y a la altura de la rodilla, en su punto más bajo. Para poder movilizar fondos que estaban previstos para otros menesteres, según las autoridades, el Gobierno ha declarado esta semana el estado de emergencia en las zonas comprometidas y ha renovado, un año después del terremoto, el estado de excepción declarado entonces en Manabí.

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