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Mocoa intenta olvidar su pesadilla

La localidad colombiana asolada hace un mes por la avalancha que dejó más de 300 muertos busca volver a la normalidad

La tragedia de Mocoa, una localidad a los pies del Amazonas.Foto: reuters_live | Vídeo: ERNESTO CHE M JONES (AFP) / REUTERS-QUALITY
Francesco Manetto

La imagen quedó grabada en la retina de Heliodoro Jojoa, locutor de radio aficionado de Mocoa. La madrugada del sábado 1 de abril, la capital del departamento del Putumayo, en el sur de Colombia, se asomó al abismo. Tres de los ríos que pasan por ese municipio de unos 40.000 habitantes se desbordaron tras unas lluvias torrenciales, provocando una inundación de barro. Jojoa vio ese caudal de tierra que arrastró enseres, lavadoras, neveras. Y personas. “Afortunadamente, estoy vivo”, recuerda junto a un punto de información para afectados enfrente de la comisaría.

Un mes después de la tragedia, que, según cifras oficiales, dejó 329 fallecidos y 70 desaparecidos, Mocoa quiere volver a la normalidad y busca reponerse de esa pesadilla que revive cada vez que comienza a llover. El pasado martes, el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, viajó por séptima vez a la zona para supervisar los avances de la reconstrucción. Inauguró un parque infantil, afirmó que en un mes Mocoa contará con una cobertura del 100% de agua —el suministro es ahora alterno, se activa cada 12 horas y alcanza un 70%— y anunció la entrega a los damnificados de 300 viviendas de 64 metros cuadrados repartidos en dos plantas, de las que aproximadamente la mitad debería estar terminada este año.

Las lluvias continúan un mes después de la tragedia

Los habitantes de Mocoa viven con terror a la lluvia desde las inundaciones de la noche del 1 de abril. En el último mes no han cesado las precipitaciones y, según explicó el martes el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, durante una visita a la localidad, continuarán en mayo.

“Va a seguir lloviendo. En mayo lloverá más que lo que llovió en abril, y en abril llovió por encima del promedio. Posiblemente, en junio suceda lo mismo”, dijo Santos, que, a pesar de esta circunstancia, intentó trasladar un mensaje de tranquilidad a la población. “Estamos teniendo mucho cuidado en vigilar los cauces de los ríos. Estamos estableciendo un sistema de alerta temprana”, agregó el presidente. Según el Gobierno, estos mecanismos de control permitirán prevenir los desbordamientos.

La implicación del Gobierno se encuentra, no obstante, con los obstáculos cotidianos que afrontan los mocoanos en su regreso a la rutina. La avalancha afectó directamente a decenas de barrios y hay más de 7.500 familias ya inscritas en el registro de damnificados. “Tengo un albergue y me he visto obligado a cerrar por falta de ayuda”, relata John Jairo Carvajal. “Perdí mi casa y gracias a Dios no perdí a ningún familiar”. Denuncia que las personas que se quedaron sin vivienda y que ya no duermen en un albergue ni han sido trasladadas a otros municipios tienen que hacer frente a alquileres demasiado elevados. “La gente está aprovechando, los que tienen casas, y le incrementaron el arriendo, ahorita una casa no se consigue por menos de 500.000 pesos [más de 150 euros], y están dando subsidios de 250.000 que no nos sirven”, asegura. Así las cosas, hay mocoanos que optan por quedarse en sus casas, aunque estén gravemente dañadas.

Gloria Marlene Maya, de 47 años, perdió a su padre en la avalancha. Lamenta problemas burocráticos —“todo está muy lento”— pero asegura que lo más importante es que las ayudas finalmente lleguen a los habitantes.

Carlos Iván Márquez, director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, explica a EL PAÍS cómo afrontó la atención a los desplazados: “Contamos oficialmente con alrededor de ocho albergues”. En los primeros días se alojaron allí “más de 4.200 personas”. “Hoy, un mes después, tenemos un solo albergue con 380 personas. Ahora, estamos en una fase de estabilización. Mocoa ya cuenta con todos los servicios de energía, suministro de agua segura, de conectividad, de transporte, se activó el comercio, se generó la esperanza y ya estamos en una fase de reconstrucción”, mantiene.

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“El renacer es muy lento, el daño causado por la avalancha es muy grande, hay mucha gente que se quedó sin vivienda, sin trabajo”, describe Yolanda Portilla, docente del colegio Fray Plácido. A pesar del balance de las autoridades, los consultados están convencidos de que las inundaciones dejaron un mayor número de fallecidos. Todos en la zona, que carece de estadísticas fiables sobre indicadores económicos y vive principalmente de la agricultura, sufren directa o indirectamente la avalancha. “Lo que le pedimos al Gobierno es que los contratos nos los den a Mocoa. Que no los den al centro del país, porque están contratando allá y aquí hay muchas manos que podemos trabajar”, reclama Teresa Mavisoy, víctima de las inundaciones.

Porque la tragedia de Mocoa se suma a la precariedad de toda la región, golpeada durante décadas por el conflicto armado con las FARC, la deforestación o la minería ilegal. De ahí la declaración de intenciones de Santos, que, paradójicamente, está determinado en convertir esta situación en una oportunidad de futuro: “Mocoa será reconstruida mejor de lo que estaba antes”.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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