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Cuando la solidaridad con el refugiado deriva en una acusación de delinquir

Políticos, profesores, voluntarios: crece el número de las personas juzgadas por ayudar a migrantes a cruzar fronteras

El campesino Cedric Herrou, en abril tras ser condenado a una multa por ayudar a migrantes.
El campesino Cedric Herrou, en abril tras ser condenado a una multa por ayudar a migrantes. Eric Gaillard

Casi todos admiten que lo volverían a hacer. Algunos ni siquiera sabían que estaban cometiendo un delito. La lista de los ciudadanos europeos que se enfrentan a un juicio por haber favorecido el traslado o la entrada de migrantes en situación irregular se hace cada día más larga: un goteo de acusaciones que en la mayoría de los casos ha conllevado una sanción, aunque en algunos de ellos los acusados hayan tenido que enfrentarse, o se enfrentan, a la cárcel. La diputada socialista del Cantón de Tesino (Suiza), Lisa Bosia Mirra, es una de las últimas en sumarse a la decena de casos de que se han dado a conocer en los últimos dos años. La justicia helvética propone condenarla a una multa de unos 8.000 euros por haber cruzado supuestamente la frontera italiana en nueve ocasiones con a bordo de su coche migrantes o refugiados cuya entrada había sido rechazada.

“La emergencia ha llevado a la frontera las torturas de los traficantes”, dice en conversación telefónica desde Como (Italia) al recordar cómo el pasado verano se concentraban en la estación de trenes de esta ciudad centenares de personas en tiendas improvisadas a la espera de proseguir el viaje. Bosia Mirra dice que pidió explicaciones sobre el rechazo de los menores no acompañados, con la asociación que preside ofreció comidas y luego decidió actuar. En septiembre las guardias fronterizas la retuvieron. La diputada, de 44 años, está acusada de reiterado favorecimiento de la inmigración ilegal. Irá a juicio en los próximos meses.

“La directiva comunitaria no establece que se sancione a los ciudadanos que cometen actos de este tipo sin recibir dinero a cambio, pero tampoco lo prohíbe”, explica Cristina Gortázar, profesora de Derecho de la Unión Europea en la Universidad Pontificia Comillas. La directiva a la que hace referencia —conocida con su definición inglesa: Facilitacion directive (es decir, directiva de facilitación)— fue aprobada en 2002 con el intento de combatir el tráfico de personas, sin embargo, deja libertad a los Estados miembros para tipificar delitos distintos. “¿Cómo se puede poner en el mismo plano a los traficantes que a cambio de miles de euros ponen a los migrantes en una barcaza y a los que prestan ayuda?”, se pregunta Gortázar.

Cuando las vi, no pude decir que no
Pierre Alain Mannoni, profesor

Pierre Alain Mannoni, profesor de la Universidad de Niza de 46 años, ha quedado en primera instancia libre sin cargos de la acusación de favorecer la circulación de migrantes en condición irregular. A mediados de octubre fue detenido por la policía francesa con a bordo de su coche tres chicas de Eritrea. Al día anterior, había alojado a cuatro jóvenes de Darfur (Sudán) con los que se había topado en el Valle de Roya, en la frontera con Italia. Algunos voluntarios activos en la zona le pidieron que hiciese lo mismo con las tres chicas para luego ayudarles a llegar a Marsella. “Cuando las vi, no pude decir que no. Estaban heridas. Fue una imagen tan dolorosa. Una era menor de edad”, describe al teléfono desde Niza. Estuvo detenido 36 horas y. El fiscal ha recurrido la sentencia absolutoria y en junio se celebrará un nuevo juicio. Según cuenta, se enfrenta a una pena de 6 meses de cárcel sin ingreso en prisión.

Migrantes duermen en la estación de Como (italia) en agosto de 2016.
Migrantes duermen en la estación de Como (italia) en agosto de 2016.Arnd Wiegmann (REUTERS)
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Gortázar explica que la falta de una armonización con respecto a este tipo de actuaciones se debe al rechazo de los Estados miembros de delegar en un organismo supranacional temas que constituyen el “nudo” de la soberanía nacional, como el control de las fronteras. “El problema de fondo es la complejidad de las leyes que se aplican. La propia emergencia ha dado pie a estos casos”, abunda Francisco Solans, exportavoz de la Subcomisión de Extranjería del Consejo General de la Abogacía Española y presidente de la ONG SOS Racisme Valencia. La frontera entre Italia y Suiza o Francia, Calais, en el norte de este país, el sur de Dinamarca o las costas de Grecia son algunos de los lugares donde la emergencia de los refugiados, empezada en 2015, se ha hecho más evidente por el estancamiento de personas en la frontera, o por el cruce masivo de inmigrantes.

The New Arrivals

Cuatro millones de inmigrantes han llegado a España en dos décadas en avión, en patera o saltando la valla. Más de un millón de personas pidieron asilo en Europa en 2016. EL PAÍS cuenta, en un proyecto de 500 días con los diarios The Guardian, Der Spiegel y Le Monde, cómo se adaptan estos nuevos europeos y cómo Europa se adapta a ellos. Una mirada a un fenómeno que está transformando España y el continente

De la lista forma parte también Lisbeth Zornig, escritora y fundadora de una asociación en defensa de los niños. Zornig admite que no sabía que estaba cometiendo un delito. Ella y su marido han sido condenados a una multa de 50.000 coronas (unos 6.000 euros) por haber llevado en su coche a cuatro adultos y dos menores sirios que en otoño de 2015 habían llegado al sur de Dinamarca. Primero los llevaron a su casa cerca de Copenhague. Luego les compraron un billete de tren para Suecia. “¿Si volvería a hacerlo? Claro que sí, nunca dejaría una familia en medio de la calle, viajando durante 40 días con tan solo la ropa que llevan encima”, responde. Zornig explica muchos hicieron lo mismo que ella, y no excluye que algunos lo sigan haciendo pese a las medidas restrictivas aprobadas el pasado enero. Dice que la familia se ha instalado en el sur de Suecia donde ha solicitado asilo: el padre ha encontrado trabajo en una farmacéutica y están en trámites para que pueda llegar la abuela desde Damasco. “Era una familia de clase media, como yo y mi marido. ¿Quién nos dice que algún día nos toque a nosotros?”

Una petición para cambiar la normativa

La ONG Española Proem Aid ha presentado este enero una petición ante el Parlamento Europeo para que se revise la directiva europea. Paula Schmidt Porras, abogada de la asociación, explica que la petición aboga por una revisión de la directiva que "deja amplias zonas grises" en la posible criminalización de la ayuda humanitaria. Tres bomberos de la asociación —Manuel Blanco, Julio Latorre y José Enrique Rodríguez— fueron detenidos el pasado enero por las autoridades griegas mientras estaban trabajando como rescatadores voluntarios en la isla griega de Lesbos. La petición ha sido apoyada por el grupo de los socialistas españoles en el Europarlamento: "Mientras no existan vías legales, visas humanitarias y corredores que permitan que los que tienen un demanda humanitaria que plantear lo hagan por vías regulares. Es inaceptable que se pueda criminalizar a quienes ayudan, asisten o cooperan humanitariamente" afirmó durante la presentación el eurodiputado y ex ministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar. Los tres bomberos están acusados transporte ilegal de personas sin permiso de entrada en el país y detención de armas. Se enfrentan a una pena de 10 años de cárcel. Están libres bajo fianza e irán a juicio en la primavera de 2018.

Si se presentaran las mismas condiciones también Diether Dehm, diputado alemán de la formación de izquierdas Die Linke, lo volvería a hacer. Tuvo que admitir que había trasladado a un inmigrante africano de Italia a Alemania. La asociación que le pidió hacerlo publicó en Facebook un texto de agradecimiento, la cosa pasó a la prensa y luego a los juzgados. A mediados de abril ha quedado libre sin cargos tras haberse enfrentado a una posible condena de hasta dos años de cárcel. Según cuenta el padre del joven esperaba en Alemania. “En ningún momento quise hacer un acto demostrativo. Solo quería ayudar. Cuando llegó a mi casa (en el lago Maggiore, en el norte de Italia) durmió durante 25 horas seguidas”, dice. Al comentar las repercusiones sobre su imagen pública Dehm, figura reconocida de la izquierda europea, minimiza: “Ya está. No ha pasado nada”. Gortázar considera que mientras no haya uniformidad entre las normas y canales “seguros” de llegada a Europa se seguirán repitiendo casos como estos. En su visión hay que considerar que las leyes internacionales como la Convención de Ginebra sobre los derechos de los refugiados van más allá de las normas nacionales. “Nos hemos acostumbrado a controlar las fronteras con el palo, pero quizás deberíamos empezar a usar zanahorias”, concluye.

A diferencia de Mannoni, Zornig o Dehm, los activistas vascos Mikel Zuloaga y Begoña Huarte, de 61 y 59 años, se fueron a Grecia con un plan. Les detuvieron en el puerto de Igoumenitsa (Grecia) con ocho personas a bordo de su furgoneta —procedentes de Pakistán, Siria, Irak, Afganistán e Irán— que querían llevar a España. “Nadie nace donde quiere”, argumenta por teléfono Zuloaga. Conocido militante de la izquierda abertzale, Zuloaga defiende en conversación con EL PAÍS el empleo de todos los métodos ante la emergencia, sean estos “convencionales y no convencionales”. “Los Gobiernos no obedecen a las normas para el respeto de los derechos humanos. La desobediencia civil les interpela”, afirma. Zuloaga y Huarte están acusados de favorecimiento de la inmigración ilegal e imprudencia grave para la integridad de los refugiados y, según cuenta Zuloaga, todavía no tienen claro a qué pena pueden enfrentarse. Él y Huarte se encuentran libres bajo fianza. La fecha del juicio no ha sido fijada.

Los otros casos

Cedric Herrou: campesino francés de 37 años, ha sido condenado este febrero a una multa de 3.000 euros por haber ayudado a algunos migrantes a cruzar la frontera franco-italiana. El día de la sentencia Herrou no escondió que sigue dando alojo a migrantes eritreos en su propiedad en Breil-sur-Roya en la frontera con Italia.

Francesca Peirotti: italiana de 29 años ha sido detenida en Menton (Francia) el 8 noviembre de 2016 con a bordo de su furgoneta siete personas procedentes de Eritrea y una de Chad. La fiscalía de Niza pide ocho meses de cárcel. La sentencia está prevista para mediados de mayo.

Rob Lawrie: exmilitar británico de 49 años, ha sido condenado en enero por el juzgado de Boulogne (Francia) a una multa de 1.000 euros por haber intentado llevar del campamento de Calais (en el norte de Francia) a Reino Unido a una niña afgana a petición de los padres que dijeron tener familiares que vivían allí. El día de la sentencia Lawrie ha admitido haber comedito "un estupido error". Se enfrentaba a una pena máxima de 5 años de cárcel.

Lise Ramslog: jubilada danesa de 70 años. En septiembre de 2015 dio un pasaje de unos 120 kilómetros a dos parejas y dos niños en su camino hacia Suecia. Los recogió entre los grupos que cruzaban la frontera desde Alemania y llegaba al sur del país, donde reside. Ha sido condenada a una multa de unos 1.300 euros.

Claire Marsol: profesora jubilada francesa de 73 años ha sido condenada en diciembre a una multa de 1.500 euros por haber ayudado la entrada no autorizada en el país a dos inmigrantes eritreos.

El proyecto The New Arrivals está financiado por el European Journalism Centre con el apoyo de la Fundación Bill & Melinda Gates

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