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El ‘compra europeo’ de Macron despierta recelos en Bruselas

La Comisión estima que dar preferencia a las empresas europeas en los contratos públicos choca con los principios de la UE

Álvaro Sánchez
El presidente electo Emmanuel Macron, junto al saliente, François Hollande, en los Jardines de Luxemburgo, este miércoles.
El presidente electo Emmanuel Macron, junto al saliente, François Hollande, en los Jardines de Luxemburgo, este miércoles.ERIC FEFERBERG (AFP)
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El aura de europeísta convencido que acompaña la llegada de Emmanuel Macron al Elíseo no le va a colocar una alfombra roja a sus propuestas. El Gobierno de Angela Merkel ya ha dado al presidente electo de Francia una triple negativa sobre los eurobonos, el superávit comercial y el pacto de estabilidad. Y a los recelos de Berlín se ha sumado este miércoles Bruselas al abordar otro de los puntos programáticos del líder centrista: la Comisión no está dispuesta a dar prioridad a las empresas europeas en los concursos públicos.

Macron, un declarado partidario de la globalización cuya victoria ha sido saludada en Bruselas como un soplo de aire fresco para el cuestionado proyecto comunitario, es sin embargo favorable a restringir el acceso a las licitaciones públicas. Con la denominada Buy European Act que recoge su programa propone que solo puedan participar en los concursos las entidades que localicen al menos la mitad de su producción en suelo europeo, lo que limitaría la competencia de compañías extracomunitarias en áreas tan sensibles como las telecomunicaciones o las infraestructuras. La norma recuerda el Buy American del que ha hecho gala Donald Trump durante su campaña. "Seguiremos dos sencillas reglas: Comprar americano y contratar americano", dijo el republicano en su discurso de investidura.

La Comisión no ve con buenos ojos esa suerte de patriotismo económico paneuropeo por el que apuesta Macron. Ni siquiera aunque rivales como China y Estados Unidos lleven a cabo prácticas similares. "Creo firmemente que los europeos somos capaces de proporcionar bienes y servicios sin implantar reglas artificiales que fuercen a la gente o a las autoridades a comprar solo productos europeos", defendió el vicepresidente de la Comisión, Jyrki Katainen, en una entrevista concedida a un grupo de medios, entre ellos EL PAÍS.

El futuro presidente francés se topa así con una nueva barrera a escasos días de tomar posesión de su cargo. La Comisión cree que la idea de Macron, a grandes rasgos, "no encaja con los principios europeos". Con la llegada de vientos proteccionistas de más allá del Atlántico, Bruselas ha recogido la bandera del libre comercio, abandonada por aliados tradicionales como Estados Unidos tras la victoria de Trump y amenazada por la salida de Reino Unido de la UE. El acuerdo firmado con Canadá y la aceleración de las negociaciones con Japón, México o los países de Mercosur prueban la relevancia que otorga a dicha agenda. Por ese motivo, rechaza de plano caer en la contradicción de entrar en la misma dinámica proteccionista que con tanto ahínco ha criticado.

La vinculación de la propuesta de Macron con el Brexit no ha tardado en llegar. Un sector de la prensa británica ha recibido el empeño del presidente francés como un ataque frontal: le acusan de querer frenar el acceso de las empresas de las Islas al lucrativo mercado europeo de licitaciones, valorado en unos 400.000 millones de euros, con daños colaterales para multinacionales como British Telecom o Serco.

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Katainen ha descartado que algo así pueda producirse. Sostiene que si las empresas del continente pierden la batalla de la competitividad frente a las de más allá de sus fronteras, la solución no debe ser en ningún caso tomar medidas proteccionistas sino mejorar la calidad para estar a la altura. Pero a la vez espera gestos de los otros grandes actores comerciales. Especialmente de China. La sorpresa que produjo la cerrada defensa de la globalización y la apertura económica por parte del presidente Xi Jinping en el Foro Económico Mundial de Davos no se ha traducido en actuaciones concretas para acabar con las ayudas gubernamentales a empresas y eliminar las barreras que impiden el acceso al mayor mercado del planeta. La UE no parece dispuesta a entrar en el mismo juego, pero ha enfatizado su disposición a actuar con dureza frente a prácticas desleales de terceros países.

El debate de fondo que late ahora mismo en Bruselas es más amplio. Sobre la mesa está la gestión de la globalización. La Comisión ha lanzado este miércoles un documento en el que defiende sus beneficios frente al repliegue populista, el Brexit y las andanadas proteccionistas de Trump. La posición europea es la de erigirse en timonel del capitalismo para dirigirlo en la buena dirección dotándolo de una mayor capacidad de redistribución. "Es verdad que en la última década los ingresos de las familias se han estancado y hay regiones y personas que han sufrido, pero la globalización no es un juego de suma cero, puede dar suma positiva", estima Katainen.

Dados los precedentes, hay dudas sobre la capacidad de Bruselas de emprender esa refundación del capitalismo. De esculpir la globalización para dejarle un acabado atractivo que no empuje a la ciudadanía a la deriva xenóbofa y antiglobalización que han encarnado personajes como el holandés Geert Wilders y la francesa Marine Le Pen. A falta de mayor concreción, la lucha contra la evasión fiscal, la firma de acuerdos comerciales "justos" y la lucha por atajar la inmigración atacando sus causas aparecen como algunos de los caballos de batalla de los próximos tiempos.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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