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EE UU acusa a Siria de emplear un crematorio clandestino para ocultar sus ejecuciones en masa

El Departamento de Estado ofrece fotos satelitales de una supuesta planta de incineración en la cárcel de Saidnaya

Jan Martínez Ahrens
Imagen de satélite facilitada por el Departamento de Estado de la prisión de Saidnaya y su posible crematorio. La foto fue tomada, según EEUU, el 18 de abril de 2017.
Imagen de satélite facilitada por el Departamento de Estado de la prisión de Saidnaya y su posible crematorio. La foto fue tomada, según EEUU, el 18 de abril de 2017.AP

El horror tiene un nuevo nombre para la memoria: Saidnaya. Estados Unidos acusó hoy al régimen sirio de haber construido un crematorio clandestino para hacer desaparecer los restos de las ejecuciones en masa perpetradas en esta cárcel militar próxima a Damasco. Como prueba de su denuncia, ya aireada en meses anteriores por organizaciones no gubernamentales, aportó fotografías tomadas por satélite y prometió ofrecer más datos próximamente. Al mes del bombardeo a Siria, esta declaración de Washington rompe cualquier atisbo de calma en la zona y apunta directamente a Rusia e Irán como supuestos colaboradores de las atrocidades.

El terror reina en Saidnaya. Al menos 50 opositores, según EEUU, son asesinados ahí al día. Muchas veces de una sola tanda y con la horca. Amnistía Internacional calcula que entre marzo de 2011 y diciembre de 2015, el régimen mató entre 5.000 y 13.000 prisioneros. Fueron muertes sin juicio. En masa. Pura liquidación política.

Los relatos que han emergido de los escasísimos supervivientes describen el infierno en la tierra. Hacinamiento, violaciones, torturas y ejecución final. “Los detenidos tienen los ojos vendados, no saben ni cuándo ni cómo morirán hasta que les colocan la soga al cuello”, señala Amnistía Internacional. Una descripción a la que el subsecretario para Oriente Medio en funciones, Stuart Jones, añadió nuevos y terribles detalles.

“Hasta ahora se pensaba que los cuerpos eran enterrados en fosas comunes, pero ahora creemos que el Gobienno sirio ha instalado un crematorio en la prisión de Saidnaya con el fin de no dejar evidencia de las ejecuciones en masa”, explicó.

Para la Casa Blanca, la existencia de la incineradora marca un "nuevo nivel de depravación del régimen" y supone un contundente argumento para exigir a El Asad que detenga inmediatamente sus ataques a la población civil y la oposición. “Y Rusia debe tomar responsabilidad para que esto ocurra”, señaló el diplomático.

La denuncia supone además un nuevo paso en la recién inaugurada estrategia de Donald Trump de aislar al régimen y forzar su retirada. Un giro catalizado en abril pasado tras el bombardeo químico lanzado por aviones sirios contra población civil en Jan Sheijun. Una matanza en la murieron 87 civiles, entre ellos una treintena de niños.

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En apenas 48 horas, la salvaje agresión fue contestada por Estados Unidos con el lanzamiento de 59 misiles Tomahawk contra la base aérea de Shayrat (Homs). El golpe, preciso y contundente, supuso una clara advertencia a Moscú y Teherán de las nuevas líneas rojas de Washington.

Aunque Rusia respondió con un furibundo ataque verbal, las aguas volvieron poco a poco a cauce. Tanto Trump como Putin evitaron golpearse directamente. Y los intereses estratégicos quedaron incólumes: ambos países mantuvieron su intención de cooperar en la lucha contra las bases terroristas del ISIS.

Este entendimiento quedó plasmado hace dos semanas con una conversación telefónica entre ambos mandatarios. “Los presidentes Trump y Putin coincidieron en que el sufrimiento en Siria ha ido demasiado lejos y todas las partes deben hacer lo que puedan para acabar con la violencia”, indicó la Casa Blanca en un comunicado. A la semana siguiente, esta aproximación fue sellada con la simbólica visita del ministro de Asuntos Exteriores ruso al Despacho Oval.

En este contexto, la denuncia del Departamento de Estado no supone una ruptura del marco de cooperación pero sí el recordatorio de que la sangría tiene un límite. Tras seis años de combates, 320.000 muertos y 10 millones de desplazados, la guerra siria se ha vuelto un conflicto abismal que amenaza con enterrar no sólo a un país herido, sino devolver al siglo XXI la memoria de un horror que se creía olvidado. Los crímenes de Saidnaya lo recuerdan.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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