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Los supremacistas blancos sacan las antorchas en la guerra por los símbolos confederados

Richard Spencer, padre del concepto ‘alt-right’, lidera la protesta en contra de la retirada de una estatua del general Lee en Virginia. “Es un ataque a toda la gente blanca”, dice en una entrevista

Decenas de personas con antorchas protestan el sábado en contra de la retirada de una estatua del general Lee en ese parque de Charlottesville
Decenas de personas con antorchas protestan el sábado en contra de la retirada de una estatua del general Lee en ese parque de CharlottesvilleAllison Wrabel (AP)
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White supremacists hold torch rally in defense of Confederate symbols

Decenas de norteamericanos portando antorchas y coreando “No nos reemplazaréis” y “Rusia es nuestro amigo”. Ocurrió la noche del sábado en un parque en Charlottesville (Virginia) para defender una estatua de Robert Lee, general de los Estados esclavistas de la Confederación durante la Guerra Civil de Estados Unidos, que el Ayuntamiento del municipio quiere retirar. En la protesta participó Richard Spencer, un supremacista blanco y padre del concepto alt-right (derecha alternativa). Fue el último ejemplo de movilización de la extrema derecha ante el creciente desmantelamiento en Estados Unidos de símbolos confederados, que algunos consideran un legado racista y otros una seña de identidad histórica.

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La protesta con antorchas propicia incómodos ecos visuales con el Ku Klux Klan, el grupo de fundamentalistas blancos que atacaba a la población negra y que está en declive desde los años setenta. El alcalde de Charlottesville, Mike Signer, condenó cualquier intento de “meter miedo a nuestras poblaciones minoritarias de una manera que nos lleva de vuelta a los días del KKK”.

La protesta fue breve. Cuando los fundamentalistas blancos llevaban 10 minutos en el parque en honor al general Lee, hubo un altercado con otro grupo opuesto. La policía intervino y los manifestantes se dispersaron. La noche del domingo, se celebró una concentración de repudio a la marcha de la víspera y hubo nuevos incidentes entre partidarios y detractores de la retirada de la estatua. La policía detuvo a tres personas.

Spencer niega tener afinidad con el Ku Klux Klan y rechaza cualquier comparación. “Cualquier ocasión en que defendemos la identidad europea [...] estos variados cretinos nos llaman con una colección de nombres”, dice en una entrevista telefónica.

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Alega que otros grupos usan antorchas de fuego y que el objetivo era lograr un “espíritu místico, comunal y solemne”. Y argumenta que las referencias a Rusia no eran un tributo al presidente Vladímir Putin, del que elogia que “ponga primero los intereses de los rusos”, sino una defensa de un “mundo europeo más amplio” que sea un paraguas de la “civilización” blanca.

Spencer, de 39 años, dirige el National Policy Institute, un laboratorio de ideas cuyo objetivo es defender el “legado, identidad y futuro de la gente de origen europeo”, es decir, a la población caucásica de EE UU. En 2010, acuñó el término alt-right, definido en el rechazo a la inmigración, al percibirla como una amenaza al predominio demográfico blanco, y al establishment político.

El concepto ha salido de las cloacas y se ha afianzado en los últimos meses con el auge de Donald Trump. El republicano ha lanzado guiños a la derecha racista, que se siente reforzada tras su éxito electoral por las coincidencias con su retórica contra la inmigración y la corrección política.

Dos semanas después de las elecciones de noviembre, Spencer calificó de “despertar” la victoria de Trump. En un acto en Washington, utilizó proclamas nazis para celebrarla: “Heil Trump. Heil el pueblo. Heil la victoria”, pronunció. Algunos asistentes respondieron alzando el brazo. Tras ese evento, el equipo de Trump se vio forzado a desvincularse de la llamada derecha alternativa, con la que simpatiza Steve Bannon, el estratega jefe del presidente.

Spencer niega ser racista, pero defiende preservar lo que define como “privilegio blanco”. También refuta las acusaciones de que es pronazi. Esgrime que trataba de provocar y de ser irónico cuando recurrió en noviembre, para elogiar a Trump, al mismo lenguaje que se empleaba para ensalzar a Hitler. “Era realmente un intento de devolver en la cara de nuestros enemigos todos estos insultos que nos lanzan. En cualquier ocasión en que alguien se levanta por la gente blanca en el mundo, se le llama nazi”, sostiene.

El Southern Poverty Law Center, la institución de referencia en el estudio del extremismo en EE UU, describe a Spencer como uno de los “más exitosos” jóvenes nacionalistas blancos y una versión intelectual y elegante, con traje y corbata, de los supremacistas del pasado. “Spencer aboga por una patria aria para la supuestamente desposeída raza blanca y pide una ‘limpieza étnica pacífica’ para frenar la ‘deconstrucción’ de la cultura europea”, señala la organización.

El general Lee lideraba el Ejército de la Confederación en el norte de Virginia hasta la victoria de la Unión que puso fin en 1865 a la Guerra Civil y evitó la secesión de los Estados sureños. La suya, como otros líderes de la Confederación, es una figura divisiva. Integra el imaginario colectivo de la identidad sureña, pero es polémico por su apoyo implícito a la esclavitud de los negros.

El sur de EE UU vive un proceso de introspección sobre la simbología de la Guerra Civil desde que el supremacista blanco Dylann Roof, que posaba con la bandera confederada, mató en 2015 a nueve personas negras en una iglesia en Charleston (Carolina del Sur).

Después de que el Ayuntamiento de Charlottesville aprobara vender la estatua ecuestre de Lee, un grupo de familiares de soldados de la Confederación llevó la decisión a los tribunales. A principios de mayo, un juez paralizó seis meses la retirada del monumento a la espera de que se resuelva el litigio. El caso se ha convertido en asunto de debate en las elecciones de este año a gobernador de Virginia.

Spencer esgrime que la retirada de la estatua de Lee es un “ataque a toda la gente blanca”. “Es una declaración de que vuestro pasado no importa, de que vuestra identidad no será la identidad del futuro de América”, alega. Los partidarios de desmantelar el monumento sostienen que es la forma de curar las heridas raciales del pasado.

“Puedes derruir la estatua y eso no hará ninguna diferencia en la fragmentación racial de Estados Unidos”, refuta el fundamentalista blanco. “Hay tensiones entre las razas. Nunca desaparecerán, son parte de la forma en que [funciona] el mundo. Lo que estamos haciendo es tomar nuestro propio lado, tomar partido para nuestra gente”.

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