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La familia de Noriega despide al dictador panameño

Panamá cierra un controvertido trance de su historia sin conocer los secretos del exgeneral

Un cartel con fotografías del dictador Manuel Noriega este miércoles en Ciudad de Panamá.
Un cartel con fotografías del dictador Manuel Noriega este miércoles en Ciudad de Panamá.RODRIGO ARANGUA (AFP)

Con una ceremonia íntima en la que los nietos despidieron a su abuelo, el clan Noriega Sieiro cerró uno de los episodios más dramáticos de la historia de Panamá que se prolongó durante 35 años. La familia más cercana del exgeneral Manuel Antonio Noriega, el dictador panameño, que falleció con 83 años en la noche del lunes en un hospital de la capital del país, empezó a pasar de página tras quedar atrapada, desde inicios de la década de 1980, en el ojo de las intensas tormentas políticas que sacudieron a Panamá.

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El núcleo inmediato —Felicidad Sieiro, viuda de Noriega, sus hijas Thays, Lorena y Sandra, sus nietos y otros parientes y amistades— del hombre que, de 1983 a 1989, gobernó de facto en Panamá, asistió en la tarde del martes, desde las 15.00 hasta las 18.00 (horas locales), a Servicios de Cremación, empresa capitalina aledaña al cementerio de Jardín de Paz, en la que se realizó la incineración del esposo, padre, abuelo y amigo.

Las cenizas quedaron en poder de la viuda tras una reunión que "se hizo contrarreloj", relató el panameño Rubén Murgas, amigo de los Noriega Sieiro, a medios de la prensa nacional al salir de la funeraria.

Murgas, quien participó en el régimen norieguista, narró que "fue difícil" porque hubo "demasiados obstáculos" en torno a si se le haría autopsia, que finalmente no se realizó. La ceremonia "fue el único acto en torno a la muerte de Noriega", aclaró.

La despedida pareció marcar el inicio del final de un tormento familiar padecido principalmente por la esposa y las hijas en varias etapas, con su esposo y padre como protagonista principal.

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De conocer las intrigas de cuartel tras la muerte en 1981 del general Omar Torrijos —líder nacionalista panameño y fundador del régimen militar en 1968 con un golpe de Estado— y la toma del mando en 1983 para luego autonombrarse general, las cuatro pasaron a presenciar las convulsiones político-electorales internas panameñas de 1984, la inestabilidad política de 1985 y 1986, el asedio judicial de Estados Unidos por acusaciones de narcotráfico a su esposo y padre a partir de 1987 y las intentonas golpistas domésticas en 1988 y 1989.

Al escenario se unieron momentos claves ejecutados por órdenes del todavía general: la represión callejera a los opositores en 1988 y 1989, la anulación de los comicios de 1989 y su autoproclamación como jefe de Gobierno con fuertes ataques verbales a Washington que precipitaron la invasión de tropas estadounidenses en diciembre de ese año.

Allí empezó la huida de Noriega, en su escondite temporal en una casa de una amante, luego vino su ingreso a la Nunciatura Apostólica y su entrega en enero de 1990 a las fuerzas de ocupación. Más tarde fue encarcelado en Estados Unidos y Francia hasta 2011 (donde le visitaron sus parientes) hasta ser repatriado en diciembre de ese año, todo en un cuadro de agravamiento progresivo de la salud.

Para la familia "fue difícil enfrentar todas las situaciones", confirmó Murgas. Sin dar detalles, anticipó que pronto habrá revelaciones de algunos misterios sobre las actuaciones de Noriega. "Muchas cosas se van a saber ahora".

Las dudas

Panamá enfrenta el dilema de cerrar un controvertido trance de su historia sin conocer los secretos que nunca revelo el exgeneral, odiado y temido por enemigos y admirado y alabado por amigos, cuya muerte sobrevino después de estar desde el 7 de marzo pasado en coma inducido tras una cirugía cerebral.

"Se lleva muchas verdades que todos en Panamá quisiéramos saber. Es la historia del periodo oscuro de Noriega", dijo el panameño Aurelio Barría, exlíder de la Cruzada Civilista, que aglutinó a las fuerzas opositoras que protestaron en las calles desde 1987 contra la dictadura.

En entrevista con EL PAÍS, relató que en octubre de 2016, y por mediación de las hijas del exgeneral, le visitó en la prisión de El Renacer, en el sector del Océano Pacífico del Canal de Panamá, y que se trató de un encuentro "para cerrar un círculo después de 30 años de habernos adversado en las calles y si era posible, conocer de él la verdad de acontecimientos que los panameños necesitamos conocer".

"Le comenté con mucha franqueza que un mensaje en el que en 2015 pidió perdón a los panameños no fue percibido con el arrepentimiento y el perdón que él pensó que iba a serlo. Le dije que el país necesitaba conocer más a fondo lo que había pasado en Panamá, los asesinatos de miliares y opositores, quién dio la orden [de matarlos] y si él era responsable o no", relató Barría.

"En algunos casos me comentó que no dio la orden. Pero le dije: 'Esa es su verdad y usted va a tener que probarla. Panamá necesita cerrar este capítulo del libro oscuro de la dictadura conociendo muchas verdades que usted se lleva o que usted tiene y solo usted puede dar'. Le pedí que escribiera y me dijo que tenía problemas con una mano. Le dije que se consiguiera una grabadora y grabara y que un periodista o sus hijas podrían transcribir y hacer un libro de cuál fue la verdad del periodo oscuro de Noriega", contó.

"Él me dijo que lo iba a pensar, que quizás lo podría grabar. Me quedé con esa duda", relató, al advertir: "Es un ciudadano, es un ser humano y que descanse en paz. No creo que nadie se pueda alegrar por la muerte de nadie en particular, en cualquier circunstancia".

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