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ABRIENDO TROCHA
Columna
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Transición en Venezuela: sí o sí…

Lo esencial es el camino del diálogo y los buenos oficios internacionales que se pudieran prestar

Diego García-Sayan

Luego de más de dos meses de brega en las calles y de casi un fallecido al día, urge, cada vez con más fuerza, una transición política en Venezuela. Con sus propias características, otras transiciones, como la de la recuperación democrática peruana en el 2000, marcaron ya la ruta del éxito. Y permitieron que un país al borde del abismo y escindido —como hoy lo está Venezuela— encontrase a través del diálogo político la ruta de la transición política.

Si bien en la reunión interamericana de cancilleres en la OEA este miércoles 31 no se llegó a adoptar una declaración por consenso, todos los países coincidieron en pedir el cese de la violencia, un nuevo proceso de diálogo y la creación de un grupo que lo acompañe, y en la invitación a Venezuela a reconsiderar su decisión de dejar la OEA.

La convergencia entre la acción de la gente en las calles y las señales cada vez más claras de la comunidad internacional viene actuando como una dupla que convoca al camino de la transición a través de un difícil, pero indispensable diálogo que paute el camino. Concurren en la actualidad al menos cuatro componentes claves en la vitalización de esa corriente democratizadora.

En primer lugar, la presencia sostenida de la gente en la calle ya por dos meses. Que con la persistencia en el accionar y la dolorosa pérdida de casi 60 vidas, envía cotidianamente sonoras y desesperadas señales contra el desabastecimiento, la inseguridad y la asfixia democrática.

En segundo lugar, la “crisis en las alturas” al calor de la lucha callejera y de la convocatoria por a una Asamblea Constituyente que parece estar funcionando como un bumerán. La fiscal general, Luisa Ortega, antes parte del llamado “núcleo chavista”, da cotidianamente cuenta de los muertos, heridos y procesados por las protestas, hace públicos llamados a la desactivación de grupos armados (que se sabe son auspiciados por el régimen) y a que no se use a los tribunales militares para procesar a civiles. 

A ella se han sumado otras personalidades que en algún momento fueron parte del núcleo del poder. La ex defensora del Pueblo Gabriela Ramírez, tres magistrados del Tribunal Supremo y una exministra de Hugo Chávez, entre otros, hoy son parte activa y protagónica del concierto democratizador.

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En tercer lugar, el serio error de creer que con la Asamblea Constituyente se lograría nivelar el terreno y paliar la tempestad. Fue y ha sido al revés; muchos sienten que se está traicionando el legado del comandante. La gente compara: el llamado de Chávez a una Asamblea Constituyente en 1999 se concretó por medio de un referendo consultivo; lo mismo en el 2007 y 2009 para impulsar reformas constitucionales. Que es lo que, además, se establece en la Constitución (artículo 347).

En cuarto lugar, un sistema interamericano en acción. Que no suple ni puede suplir el papel esencial que le toca a la sociedad venezolana, pero que va avanzado gradualmente en darle más “carne” y sustancia a lo que es en los hechos la aplicación de la Carta Democrática Interamericana.

Si bien no se llegó el miércoles a una declaración consensuada, sí hubo una abrumadora coincidencia sobre ciertos temas y, a la vez, una mayoría firme y explícita en el planteamiento de cancelación de la Asamblea Constituyente. El debate se retomará en pocas semanas en la Asamblea General anual de la OEA a llevarse a cabo, esta vez, en México.

Lo esencial, sin embargo, es el camino del diálogo y de los buenos oficios internacionales que se pudieran prestar. Una ilusión para algunos, pero una necesidad insoslayable para encaminar una transición cuya urgencia se impone por el peso de una muy peligrosa e insostenible polarización. La palabra la tiene —o sigue teniendo— la sociedad venezolana.

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