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Merkel cierra en Buenos Aires el regreso de Argentina al eje central de las relaciones internacionales

La canciller y Macri se unen frente a Trump y apuestan por el libre comercio y las alianzas internacionales. Merkel prepara el relevo del G-20 de Alemania 2017 a Argentina 2018

El presidente de Argentina, Mauricio Macri, recibe en la Casa Rosada a la canciller alemana, Angela Merkel.
El presidente de Argentina, Mauricio Macri, recibe en la Casa Rosada a la canciller alemana, Angela Merkel.AP
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Ya es una constante en su primer año y medio de mandato: Mauricio Macri recibe noticias mucho mejores del exterior que de su tierra. Aplaudido por los países centrales, que le agradecen haber acabado con 13 años de kirchnerismo, el presidente argentino recibió la visita que faltaba para cerrar el círculo del regreso de su país al eje central de las relaciones internacionales: la canciller alemana, Angela Merkel, llegó a Buenos Aires –después viajará a México- con la intención de reforzar las relaciones, mostrar su apoyo a Macri y preparar el relevo en el G-20, del que este año ella es anfitriona y que en 2018 pasará a Argentina. Los mostraron su sintonía y coincidieron, sin nombrarlo, en un claro discurso de rechazo al mensaje proteccionista de Donald Trump.

"Argentina ya viene de probar el aislamiento como forma para generar empleo y no funcionó. Solo profundizó la pobreza. Nosotros creemos en la integración con el mundo", clamó Macri, en referencia al kirchnerismo y como respuesta a Trump. "Los dos queremos defender el libre comercio, queremos un mundo interconectado. Ningún país solo en el mundo es capaz de resolver los problemas. Todos tenemos que cooperar, los dos abogamos por un mundo libre y abierto", remató Merkel.

Buenos Aires no recibía a un canciller alemán desde 2002, cuando viajó Gerhard Schröder, con lo que la visita es en sí una prueba clara de las consecuencias internacionales del giro político en el país austral. Precisamente en 2003 llegó a la Casa Rosada Néstor Kirchner.

En los primeros meses de 2016, nada más llegar al poder, Macri ya recibió un respaldo muy fuerte con los viajes a Buenos Aires de los líderes de Francia, Italia y el más esperado: Barack Obama, presidente de EEUU, que hizo una larga vista a Argentina. La victoria de Donald Trump dejó descolocado al Gobierno argentino, que trató de recomponerse con una reciente visita de Macri al magnate, al que conoce bien de su época de empresario ya que hicieron negocios juntos en los 80.

Ya en esos primeros meses de 2016, Macri viajó a Alemania y se vio con Merkel en un gesto claro de que Argentina quería volver rápidamente a la ortodoxia y a la primera línea de las relaciones internacionales. Ahora Buenos Aires recibe a la canciller como cierre de ese círculo que empezó con la llegada de Obama. Merkel se reunió con Macri y antes visitó una conocida sinagoga -Buenos Aires es una de las ciudades con mayor comunidad judía del mundo- donde dejó clara su posición: "Debemos luchar contra el antisemitismo donde se presente y luchar por la democracia y la vigencia del Estado de Derecho en todo el mundo". Merkel recordó que durante la alemania nazi Argentina acogió a miles de judíos que huían de allí. Ella no lo citó, pero el régimen de Perón también acogió a nazis en el país austral, tanto que uno de los más famosos, Adolf Eichmann, fue localizado en Buenos Aires y secuestrado en los años 60 por Israel.

Merkel, la dirigente clave de la Unión Europea, dejó claras sus discrepancias con Trump y su decisión de aislarse y salir por ejemplo del acuerdo de París sobre el cambio climático. La canciller, anfitriona del próximo G-20 en Hamburgo, en julio, apoyada por aliados europeos como el francés Emmanuel Macron, disputa al presidente de EEUU el liderazgo mundial. Eso explica este viaje a Argentina y México, dos de los tres países latinoamericanos del G-20 (el otro es Brasil, en plena crisis política, que Merkel ha evitado en este periplo latinoamericano) para preparar una cita que se espera tensa por la tensión con Trump. Merkel quiere sumar a Argentina y México a su intento por aislar a Trump.

Macri de momento parece jugar a varias bandas y evita enfrentarse abiertamente con Trump, porque necesita a EEUU como socio ya que buena parte de las inversiones extranjeras que espera para recuperar la maltrecha economía argentina vendrán de ese país. Pero su línea política está mucho más cercana a la de Merkel, que también le promete inversiones de grandes empresas como la multinacional Siemens. Y así lo mostró durante la rueda de prensa conjunta. "El desafió es la revolución tecnológica, no la globalización. Es más fácil resolver integrándonos", insistió.

Ella agradeció ese apoyo frente a Trump con un respaldo al giro político argentino. "Usted con su gobierno emprendió un camino con mucho valor, volvió a abrir a Argentina hacia el mundo. Estamos muy contentos de ser socios. Apoyamos los esfuerzos argentinos de acometer reformas y de ser miembro de pleno derecho de la OCDE. Nos acompañan empresarios que está viendo qué oportunidades de inversión hay en Argentina. Las condiciones se han vuelto mucho más fiables", aseguró Merkel.

Sin embargo, ninguna de esas grandes inversiones se acaba de concretar y la mayoría de los grandes empresarios, tanto alemanes como de EEUU, parecen estar esperando a confirmar la solidez política de Macri en las elecciones de octubre, donde se renueva buena parte del parlamento. Siemens fue la estrella del foro de inversiones en Buenos Aires en 2016, al que viajó el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, ya que prometió una inversión de más de 5.000 millones de euros que de momento no se ha concretado. Alemania fue en 2016 el cuarto socio comercial de Argentina, después de Brasil, China y EEUU, con un volumen de 4.325 millones de dólares que favoreció claramente a Alemania, que exporta casi el triple de lo que importa del país austral.

Otro eje importante de la visita fue el acuerdo UE-Mercosur, que se retrasa desde hace 20 años. Merkel pone menos problemas que los franceses y la voluntad política de fondo parece clara, pero las negociaciones no avanzan tan rápido como les gustaría a los argentinos, que necesitan mejorar su comercio pero a la vez tienen resistencias para abrir su economía, una de las más cerradas del mundo, porque muchos sectores no pueden competir ya que tienen precios medidos en dólares mucho más altos que los europeos.

La UE da señales constantes de que quiere el acuerdo, y la semana pasada Federica Mogherini, la alta representante para Asuntos Exteriores de la UE, estuvo en Buenos Aires y habló de “avances significativos” en las negociaciones. Pero nadie espera ya tener todo resuelto a finales de año, como deseaban los argentinos.

Lo más importante de la visita fue por tanto el gesto político, que una vez más coloca a Macri como protagonista internacional y le devuelve por unas horas las buenas noticias que escasean en una Argentina donde la economía empieza a ofrecer tímidas señales positivas –el estimador mensual de actividad económica ha salido del negativo- pero aún sufre caídas de consumo sistemáticas, una inflación que empieza a frenarse pero sigue muy fuerte y sobre todo una población que vive al límite con precios más altos que en Europa y salarios mucho más bajos. Macri sabe que puede contar con mucho apoyo internacional pero ahora lucha para consolidar el que tiene en casa, el más importante.

 

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