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Muere Miguel D’Escoto, el ministro sandinista rehabilitado por Francisco en 2014

Juan Pablo y Benedicto XVI lo habían echado del sacerdocio por negarse a abandonar la política

Miguel D'Escoto firma unas copias de 'Anti-Imperialismo y No Violencia', en la Havana en 2009.
Miguel D'Escoto firma unas copias de 'Anti-Imperialismo y No Violencia', en la Havana en 2009.Javier Galeano (AFP)

El 14 de marzo de 1983, la imagen del papa Juan Pablo II levantando el dedo amenazador en el aeropuerto de Managua (Nicaragua) contra los sacerdotes que lo recibían como ministros del Gobierno sandinista conmovió los cimientos de la Iglesia romana donde más le suele doler: su connivencia con el poder político más conservador (e incluso dictatorial, como en el Chile del general Pinochet), frente a las decenas de miles de sacerdotes y teólogos que predicaban con su vida lo que tantas veces se decía en los púlpitos desde el Concilio Vaticano II: una Iglesia pobre y para los pobres. “Es posible que me equivoque siendo jesuita y ministro, pero déjenme equivocarme en favor de los pobres, porque la Iglesia se ha equivocado durante muchos siglos en favor de los ricos”, respondió uno de aquellos ministros, el jesuita Fernando Cardenal, cuando el papa polaco, que veía comunistas hasta debajo de la cama, ordenó a su ‘policía’ de la fe, el cardenal Ratzinger (ahora papa emérito Benedicto XVI) que castigase sin contemplaciones a los sacerdotes sandinistas que desobedecieran la orden de abandonar la política.

El Gobierno en pleno había acudido aquel día al aeropuerto a recibir al pontífice romano, de viaje oficial. Destacaban junto al presidente Daniel Ortega dos sacerdotes, Miguel d'Escoto Borckmann, ministro de Relaciones Exteriores desde el triunfo de la revolución, y el gran poeta y monje trapense Ernesto Cardenal como ministro de Cultura. Fernando Cardenal, jesuita y hermano de Ernesto, dirigía el programa de alfabetización. Juan Pablo II escuchó con cara de pocos amigos el amable discurso de bienvenida del presidente Ortega y, hecho el silencio, tomó una decisión que no estaba en el protocolo pactado: saludar uno a uno a los ministros. Cuando llegó delante de Ernesto Cardenal, el monje trapense se quitó su famosa boina y se arrodilló. La reprimenda del Papa recorrió el mundo y marcó de conservadurismo el resto del pontificado del papa polaco. “Regulariza tu posición con la Iglesia, regulariza tu posición con la Iglesia”, casi le gritó, con enérgicos gestos de su mano derecha.

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Miguel D’Escoto, religioso de la Congregación Maryknoll y canciller de Nicaragua en aquel entonces (tiempos más tarde llegó a presidir la Asamblea General de la ONU), falleció la tarde de este jueves, rehabilitado por el papa Francisco en un gesto de misericordia, pero también de comprensión de la teología de liberación. Lo hizo el 27 de septiembre de 1914. La revocación de la suspensión a divinis y su regreso a la congregación de Maryknoll le llegó al padre D'Escoto cumplidos los 81 años. Después de 30 años sin llevar a cabo ninguna actividad pastoral, D'Escoto había escrito una carta a Francisco pidiéndole "poder volver a celebrar la Santa Eucaristía antes de morir". El Papa respondió afirmativamente. La sanción que le había impuesto Juan Pablo II “fue un abuso de autoridad”, fue la única queja de D’Escoto. Cuando el Vaticano le aplicó la suspensión a divinis, lloró. Hubiera preferido que lo ejecutaran. “Lloré no por mí, sino por lo pequeña que se iba a ver mi Iglesia, a la que yo tanto amo y le he dedicado mi vida. Pero nunca tuve rencor ante la sanción. Dios me dio la gracia para cargar esto sin ningún remordimiento ni rencor, y con mucho amor a mi Iglesia. Seguir los caminos de Jesús es arriesgarse, porque Jesús fue el más gran antiimperialista de la historia, y fue crucificado por ser antiimperialista", añadió el cura revolucionario.

El 26 de septiembre de 2014, cuando ofició su primera misa después de 30 años de castigo, la fotografía de la eucaristía dio la vuelta al mundo, no tanto por el sacerdote perdonado sino porque el gesto de Francisco parecía también un perdón (incluso, una comprensión) del movimiento de los teólogos que tan duramente había castigado su predecesor Benedicto XVI cuando estaba al mando de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el siniestro Santo Oficio de la Inquisición. Se pensaba (se sabía) que Francisco no era muy amigo de los teólogos y sacerdotes de la liberación, tachados tantas veces de comunistas, pero estaba dando pasos inequívocos de querer rehabilitarlos o, al menos, de librarles de pasadas execraciones o excomuniones. Se notaba que había convivido con muchos de ellos en su Argentina natal, cuando era el superior de los Jesuitas y vivió la experiencia de que su propia congregación era el gran vivero de esa corriente teológica y pastoral en toda Latinoamérica. Algunos sacerdotes que estaban bajo su mando sufrieron entonces la brutal persecución de la dictadura militar, con secuestros, torturas e incluso muertes.

D'Escoto había nacido el 5 de febrero de 1933 en Los Ángeles, Estados Unidos, y fue ordenado sacerdote en Nueva York. Teólogo destacado del movimiento de la Liberación desde 1961, su colaboración con el Frente Sandinista (FSLN) comenzó en 1975 a través del Comité de Solidaridad en los Estados Unidos. La vicepresidenta de la República nicaragüense, Rosario Murillo, leyó esta mañana un comunicado en el que lo describe como "sandinista, militante, intelectual, comunicador y teólogo". Añadió: “Queremos compartir con las familias nicaragüenses, con nuestro pueblo, una noticia que podría ser triste, pero tratándose de un hermano que nunca fue triste, fue hermano indoblegable, fue hermano que combatió con el pueblo, por el pueblo, junto al pueblo, por todas las causas justas, lleno de alegría, de esperanza, de confianza y seguro del futuro mejor que todos queremos y merecemos". La vicepresidenta dijo que se informará sobre las honras fúnebres una vez que la familia dé a conocer los detalles. Hace apenas un año murió el sacerdote jesuita Fernando Cardenal, otro de los seis religiosos nicaragüenses sancionados por el Vaticano en 1984.

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