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Los conservadores destierran al pionero del independentismo

Los nacionalistas escoceses pierden terreno frente los conservadores que les arrebatan escaños clave como los del histórico Alex Salmond

María R. Sahuquillo
Inverurie (Escocia), en una imagen tomada este viernes.
Inverurie (Escocia), en una imagen tomada este viernes. M. S.

Poco se mueve en Inverurie. Relajadas en una de las plazoletas de la ciudad, dos mujeres charlan sentadas en un banco. En una de las calles principales de esta ciudad de 10.000 habitantes, de casonas de frío ladrillo gris y cielos ayer aún más grises, un hombre fuma un cigarrillo. En Escocia han chocado dos trenes, pero aquí es como si nada hubiera pasado. O tal vez sí. Pero el terremoto que ha sacudido el panorama político escocés —y nacional— en vez de alterar a los habitantes de Inverurie parece que les ha hecho suspirar de alivio. Todo el alivio que no ha sentido Alex Salmond. El histórico líder nacionalista vivió el jueves a dos pasos de aquí, Gordon, su circunscripción, una muy mala noche. Probablemente la peor desde que hace tres años saltaron por los aires sus sueños de una Escocia independiente. El antiguo ministro principal escocés, el hombre que hizo posible la consulta secesionista, perdió su escaño en Westminster. Una derrota más amarga, si cabe, porque ha sido un conservador quien le ha arrebatado su puesto.

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Junto a una de las muchas tiendas de caridad de la calle principal, Michael Suderley no lo lamenta en absoluto. “Salmond ha presionado demasiado con la independencia y lo ha pagado”, afirma este antiguo operario de fábrica nacido y crecido en la pequeña ciudad, a una media hora de Aberdeen (en el noreste), que reconoce que nunca había votado a los conservadores; hasta este jueves. “La gente está cansada, hemos votado 16 veces en los últimos siete años en distintas elecciones. Ahora lo que necesita el país es estabilidad”, afirma. Como para Suderley, un nuevo referéndum de independencia no parece ser el camino deseado para un buen número de escoceses, que han decidido retirar su apoyo a los nacionalistas del SNP, que habían puesto la consulta sobre la mesa con fuerza. El partido, liderado ahora por Nicola Sturgeon, pierde parte del terreno ganado en 2015, cuando arrasó en las elecciones generales que lo consagraron como la tercera fuerza política del país. Hoy, con 35 escaños (de los 59 que aporta Escocia), lo sigue siendo. Y también el partido más votado en esta nación.

Sin embargo, no ha conseguido revalidar el extraordinario resultado de hace dos años, cuando subió de seis escaños a 56. El del jueves es su segundo mejor resultado de la historia, pero las zonas que han perdido duelen mucho. Porque aunque los laboristas han logrado recuperar algunos de los puestos perdidos hace dos años, ha sido el partido conservador, hasta ahora una fuerza prácticamente invisible en estas tierras, el que le ha arrebatado un buen número de votos. Y entre ellos dos escaños muy jugosos y simbólicos: el del histórico Salmond y el de otro peso pesado del SNP, el número dos y líder del partido en Westminster Angus Robertson; también de una circunscripción del noreste de Escocia, que prácticamente se ha teñido de azul conservador.

Los conservadores y unionistas escoceses liderados por Ruth Davidson han logrado pasar de un único escaño a 13. Su mejor resultado en 35 años para la formación política, que además prácticamente ha salvado los muebles para el partido a nivel nacional. Sin los sillones conquistados por los tories de Davidson, la caída del partido de Theresa May sería aún peor. Y ha avanzado gracias a su discurso unionista; más que a lo conservador. Davidson, una mujer de clase obrera y de sonrisa franca, ha logrado eliminar la imagen de estirados que tenían los tory en Escocia. A su favor ha jugado, además, que fue una de las voces más sonoras contra el Brexit.

En Gordon, en Moray o en Angus, algunas de las zonas más ricas de Escocia, que mezclan granjas ganaderas con el negocio del petróleo, y en las que la independencia cosechó los peores resultados en 2014, preocupaba la celebración de un segundo referéndum secesionista. “Qué voy a decir, mejor juntos”, zanja apresurada Margaret Riley. Con una mano tira de su nieta, en la otra acarrea los bártulos de ballet de la niña.

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Este viernes, en Edimburgo, después de hacer control de daños, Sturgeon admitió que el referéndum de independencia había sido “un factor” en el resultado electoral. La líder nacionalista apuntó que tal vez ahora sea tiempo para “hacer una pausa” y escuchar al electorado. Sin embargo, el SNP no aparca sus sueños de independencia. Para Davidson, sin embargo, el asunto está “completamente muerto”. La conservadora apuntó que el próximo paso es trabajar “unidos” en la negociación de un Brexit “abierto”, y no en el divorcio duro que plantea May.

A Salmond, que había sido diputado durante 22 años, le costará digerir el nuevo mapa político escocés, salpicado de azul. Ayer ya advirtió que no está listo para jubilarse, que todavía no es tiempo de retirarse en su casa de Strichen, en el campo de Aberdeenshire. Y parafraseando a sir Walter Scott en su poema Bonnie Dundee (1825) en honor de un héroe jacobita, se despidió con una advertencia: “Así que reíd, falsos cuatreros, en medio de vuestro júbilo, no me habéis visto por última vez, ni al último de mis sombreros ni a mí”.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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