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Columna
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Por qué Directas Ya

Hay que interrumpir la creciente debilitación de la democracia para recuperar la capacidad de imaginar un país

Eliane Brum

El voto en Brasil hoy vale muy poco. Y tiene que volver a valer. Ante un agujero tan hondo, que no para de agrandarse, refundar la democracia depende de que la población retome el poder de escoger a quien la representa. Este sería solo el principio. Pero, sin él, seguiremos girando en falso. Incluso aquellos que creen que controlan las vueltas se engañan. Lo que sucede hoy en Brasil no empezó ayer ni terminará mañana. Nos asombrará durante mucho tiempo. Es urgente que el poder de decidir quién gobierna y con qué programa gobierna vuelva a manos de la población como primer movimiento. Es necesario que Michel Temer renuncie, sea destituido o apartado, y que se celebren elecciones directas. No se trata solo del futuro: el presente es el que está obstruido. Y por eso es tan urgente. El presente no volverá a ser posible antes de que se recupere la capacidad de imaginar un país.

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Decir que hoy el voto vale muy poco en Brasil no es una figura retórica. Ni un lugar común. Es un hecho, producido tanto por el oportunismo como por la irresponsabilidad de grupos de poder. Y un hecho que tiene que ser entendido más allá de lo que se suele llamar "polarización".

El voto, en Brasil, fue traicionado dos veces en la historia reciente. Una en el fraude electoral promovido por Dilma Rousseff, justo al inicio de su segunda legislatura, cuando la presidenta adoptó el programa de los adversarios. Otra cuando fue destituida sin que el motivo alegado justificara una medida tan extrema. Y la traición todavía puede ampliarse muchas veces cuando la contemplamos por el ángulo de la corrupción que atraviesa tanto el poder ejecutivo como el legislativo.

Sobre la primera traición, el Partido de los Trabajadores (PT) ni siquiera hizo autocrítica. Nada indica que pretenda hacerla mientras tenga la oportunidad de volver al poder. O incluso después. La segunda traición al voto no para de ampliarse. Michel Temer, hoy investigado por corrupción pasiva, obstrucción a la justicia y organización criminal, se convirtió en presidente por la fuerza de una destitución que no se sostenía. Y lo acaba de salvar un tribunal presidido por un magistrado, Gilmar Mendes, que corroe la noción de justicia un poco más cada día en un país en que la justicia falta tanto. Todo agravado por un Congreso dominado por investigados, que, en el mostrador, negocian reformas que alteran profundamente la vida de la población. Reformas, cabe recordar, que la población no escogió al elegir la coalición Dilma-Temer.

El PT tiene que responsabilizarse por la parte que le corresponde en la corrosión de la democracia
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Es importante comprender que las traiciones al voto son dos, para no seguir girando en falso. El hecho de que sean dos es también lo que profundiza la crisis y dificulta que se salga de ella. La destitución de una presidenta elegida democráticamente sin razón que justificara un acto tan extremo, tanto que Dilma Rousseff ni siquiera perdió el derecho a disputar elecciones y ocupar cargos públicos, es más traumática que la traición cometida por esta misma presidenta al programa que la eligió. Y podemos suponer que sea más grave. Pero una traición no absuelve la otra. Ambas producen efecto sobre la pérdida de importancia del voto y, por lo tanto, de la democracia. Y la pérdida de importancia del voto tiene consecuencias profundas –y largas– en la vida del país.

Es importante entender que son dos las traiciones al voto porque Brasil tiene un problema crónico de memoria. Si el PT quiere recuperar algún respeto, la autocrítica no es opcional. La autocrítica es una cuestión de responsabilidad. También es una deuda con los electores, pero no solo con ellos. Es una deuda con la población del país que el partido gobernó durante más de 13 años, porque la mayoría le dio la confianza de su voto. El PT tiene que responsabilizarse por la parte que le corresponde en la corrosión de la democracia.

Es importante entender que son dos las traiciones al voto por una tercera razón: para ubicar dónde, de hecho, se encuentra la oposición. La "polarización" que se presenta como realidad obscurece demasiadas cosas. Y las borra. Por eso, el PT no puede solo colocarse automáticamente en la oposición, como si no tuviera nada que ver con el actual proyecto en el poder o como si el impeachment lo absolviera de todo. Borrar la memoria es una estrategia que solo usan los criminales o los canallas. Hay muchos en el PT, pero también hay mucha gente honesta. Aparentemente, los honestos continúan sin tener una voz decisiva en el partido, o pocos están dispuestos a usarla.

Si Dilma Rousseff fue destituida sin que el motivo alegado en aquel momento justificara una medida tan extrema, es obvio que la permanencia de Michel Temer en la presidencia es insostenible. O debería ser insostenible. Cada día que permanece en el palacio del Planalto, la vida en Brasil empeora un poco más. La absolución de la coalición Dilma-Temer por parte del Tribunal Superior Electoral (TSE) el pasado viernes (9/06) ha dejado todavía más clara la profunda crisis ética del país, y ha dejado todavía más explícito que el poder judicial está lejos de escapar del tufo.

Además del pésimo estilo de la retórica de los magistrados que votaron para salvar al presidente que no tiene salvación, la lógica pasó lejos de sus argumentos. Como estaba previsto, Gilmar Mendes desempató la votación diciendo exactamente lo contrario de lo que había dicho antes; porque si antes interesaba hundir a Dilma Rousseff, ahora interesaba salvar a su amigo Michel. Es la politización del poder judicial hasta un punto que parecía inimaginable hasta entonces.

Gilmar Mendes se ha vuelto para el poder judicial, con relación a la imagen y la responsabilidad pública, lo que Eduardo Cunha fue para el poder legislativo

Gilmar Mendes se convierte, hora tras hora, en un personaje cada vez más nocivo para Brasil. En un artículo bien fundamentado, Conrado Hübner Mendes, profesor de derecho constitucional de la Universidad de São Paulo (USP), afirmó: "Gilmar Mendes no es 'polémico', ni 'controvertido', ni 'valiente'. Eufemismos periodísticos solo obscurecen el problema. El derecho no es indiferente a la antiética de Gilmar Mendes: su comportamiento es ilegal".

Y eso que el artículo se publicó antes del juicio en el TSE. Las acrobacias retóricas de Gilmar Mendes para absolver a Temer han recordado a otro personaje de este momento histórico, capaz de decir cualquier absurdo con todo el énfasis y sin pestañear. Gilmar Mendes se está volviendo para el poder judicial, con relación a la imagen y la responsabilidad pública, lo que Eduardo Cunha fue para el poder legislativo. Así como Eduardo Cunha estaba lejos de ser "el" problema del Congreso, Gilmar Mendes también está lejos de terminar con los problemas del Supremo Tribunal Federal. Pero ambos encarnan la deformidad de los poderes que representan y la exponen para que la atraviese la luz del día. Ahora son dos villanos de Batman en Brasilia City (aunque uno de ellos esté pasando una temporada en un clima más frío).

Cada vez que los hechos son torturados, el voto de la población pierde más importancia. Y la democracia se debilita. Se destituye a una presidenta por lo que se denominó "pedaladas fiscales", con grupos que lideran a una masa que sale a la calle en nombre del combate a la corrupción, y un presidente investigado por corrupción, obstrucción a la justicia y organización criminal ocupa hoy el poder sin que los mismos grupos salgan a la calle.

¿Cómo se puede justificar lo injustificable? El día a día en Brasil ha demostrado que justificar lo injustificable (y continuar autoproclamándose "ciudadano de bien") se ha convertido en un deporte nacional. El pato de la Federación de las Industrias del Estado de São Paulo (Fiesp), como ya han comentado tantos, pero no cuesta recordarlo, somos nosotros. Es importante diferenciar la masa que salió a la calle en 2015 y 2016 de los grupos que lideraron las manifestaciones. Es posible suponer también que, por la popularidad de Temer, próxima a cero, los que salieron a la calle a pedir la destitución de Dilma Rousseff no están satisfechos con lo que vino después.

La profunda distorsión que marca esta época, con gran responsabilidad por parte de los tres poderes de la República y también de los grupos de la sociedad civil, amplía la percepción de que el voto –para muchos, toda la participación democrática– ya no vale nada. Y eso es un golpe para nuestra frágil democracia, un golpe con brazos largos en el tiempo. Y también por eso las elecciones directas se hacen imperativas.

La narrativa de la polarización sirve para borrar las semejanzas en lugar de vocalizar las diferencias

Es importante recordar que esta trama, sobre la progresiva pérdida de importancia del voto, se desarrolló en un momento muy particular. En las manifestaciones de junio de 2013, una multitud en la calle indicaba justamente que el voto era insuficiente como instrumento de participación democrática. Así como también ponía en jaque la representación de los partidos, que ya no conseguía canalizar las ansias de la población de mejorar de vida. El fenómeno tiene conexiones globales, pero en cada país evolucionó de forma particular.

¿Y qué sucedió? En lugar de escuchar la polifonía de las calles y debatir formas de ampliar los mecanismos de participación democrática, los dos "polos políticos" –el PSDB y el PT– optaron tanto por reprimir como por desacreditar a quien protestaba. Si el PSDB de Geraldo Alckmin enseguida echó a la Policía Militar encima de los manifestantes, como en el ejemplo emblemático de São Paulo en junio de 2013, la elección del PT de Dilma Rousseff se hizo explícita especialmente en las manifestaciones contra el Mundial, en 2014. De nuevo, la narrativa de la polarización sirve para borrar las semejanzas cuando finge vocalizar las diferencias.

En la revista Piauí de junio, hay un artículo escrito por Fernando Haddad, exalcalde del PT de São Paulo, a partir de una serie de declaraciones que dio al periodista Ivan Marsiglia. En un momento en que se alaba tanto la ignorancia y el marketing rastrero, leer un texto construido por quien está dispuesto a pensar la experiencia política vivida infunde aliento. "Sentí en la piel lo que aprendí en los libros" es un texto obligatorio para quien quiere entender Brasil. Pero, si tiene muchas cualidades (que las tiene), es una pena que Haddad se haya dedicado un poco menos a pensarse en este contexto.

El análisis carece de autocrítica, aunque quizás llegue en un próximo capítulo. Pero su entendimiento de junio de 2013 y de sus consecuencias empequeñece lo que sucedió allí y que repercute hasta hoy. Y Haddad, alcalde de São Paulo en aquel momento, fue un protagonista demasiado importante. Había decisiones que tomar y muy poco tiempo para entender lo que hasta hoy nadie ha entendido por completo. Hay que pensar en ellas sin autoindulgencia por todos los motivos, y también para expresar los límites tanto de la persona como del gobernante en momentos tan intensos.

En aquella ocasión, el PT tuvo una oportunidad a nivel local, en el caso de São Paulo, y principalmente a nivel nacional. Y la perdió. Ya había perdido las calles y, en lugar de escucharlas y reflexionar sobre los porqués, prefirió aliarse progresivamente a la truculencia del PSDB y al camino autoritario. Y eso hace corresponsable al partido por todo lo que vino después. Las manifestaciones de junio reverberarán durante mucho tiempo y hay mucho que comprender. No se puede borrar que, al oponerse al aumento del billete de autobús y reivindicar la tarifa cero, las manifestaciones eclosionaron por un deseo de reapropiarse de la ciudad y de la posibilidad de moverse por ella. Lo cual es bastante significativo.

Belo Monte, más que Petrobras, tiene todas

No sirve de nada desviar errores y contradicciones e intentar convertirlos en aciertos y victimizaciones. Es mejor asumirlos y pensar sobre ellos. Y el PT tiene mucho que reflexionar sobre su papel en 2013 y 2014. Cuando hoy los sindicalistas y las organizaciones vinculadas al partido denuncian la criminalización de los movimientos sociales por parte del actual Gobierno, no podemos olvidar que Dilma Rousseff sancionó la ley antiterrorista que abrió la puerta para criminalizar a manifestantes y manifestaciones.

Quien siguió el proceso de la construcción de la central hidroeléctrica de Belo Monte, en el río Xingú, en la Amazonia del Estado de Pará, fue testigo de que las contradicciones del PT en el poder tuvieron lugar mucho antes, en una obra en la que se mezclaron lo público y lo privado. Atraer a los movimientos sociales para minar la resistencia a la obra; dividir a los líderes indígenas y su institución con una mensualidad para las aldeas; violar los derechos humanos más básicos al presionar a analfabetos a firmar papeles que no eran capaces de leer, perdiendo casas, islas y tierras; colocar la Fuerza Nacional al servicio de la empresa para reprimir las quejas de los afectados y los paros de los trabajadores; construir una central mediante la fuerza del instrumento autoritario de la suspensión de la seguridad, con la connivencia de presidentes de tribunales. Y, atravesándolo todo, el "sobornoducto", hoy investigado en la operación Lava Jato.

Toda la anatomía del gobierno PT-PMDB-Constructoras estaba allí para quien estuviera dispuesto a verlo. Pocos lo estaban. Y, en el fondo, una gigantesca traición al voto. No hay autocrítica posible del PT, ni asunción de la responsabilidad de todos los implicados, sin enfrentar Belo Monte. Mucho más que Petrobras, la empresa, Belo Monte, la obra, se convierte en un monumento que tiene todas las caras de las contradicciones. Y, una vez más, adversarios en todo lo demás se unen en el esfuerzo de borrar ese capítulo monstruoso (o superarlo), ahora con el discurso de “hecho consumado”.

En 2013, las calles expresaron, no solo, sino también, que el voto es insuficiente como principal instrumento de participación democrática. Y expresaron, no solo, sino también, que los partidos ya no son capaces de representar ansias, aunque sean dispares. En lugar de actuar para fortalecer el voto, así como para ampliar las formas de representación, lo que sucedió a partir de entonces fue lo opuesto: la pérdida de importancia tanto del voto como de la capacidad de representación por la vía partidaria. Ambos agravados por la corrupción diseminada por los principales partidos, expuesta por la Lava Jato. También por este motivo, que la decisión de quién va a gobernar el país vuelva a manos de la población, por medio del voto, es esencial en este momento de Brasil. Las elecciones indirectas solo profundizarían todavía más las fracturas del país y debilitarían todavía más una democracia cada vez más desacreditada.

La creciente debilitación de la democracia en el interior de corazones y mentes, enraizada en el día a día,

Lo que antes era rebelión, hoy roza la apatía. Esta es una de las hipótesis posibles para explicar por qué el clamor del "Directas Ya" todavía no ha tomado las calles con una fuerza capaz de sacudir Brasilia, aunque la mayoría de la población esté a favor de las elecciones directas en las encuestas. Hay mucho ruido en las redes sociales sobre lo que se vive hoy en el país, pero nada sucede de hecho si no sucede también en la calle. No fueron pequeñas las últimas manifestaciones de "Fuera Temer" y "Directas Ya", en especial en Río de Janeiro y São Paulo. Pero todavía no son lo suficientemente grandes ni han unido una población con dificultades para compartir el espacio público por sus diferencias. Lo que no significa que las manifestaciones no puedan crecer si imputan a Temer y lo procesan o si surgen nuevas denuncias, ambas posibilidades bastante probables.

No se cree en la política ni en los políticos, no se cree en los partidos. Y hay una sensación diseminada de que, de alguna forma, el voto cada vez se traicionará más. Y, de alguna forma, los grupos de poder van a terminar haciendo lo que les dé la gana, independientemente de las movilizaciones, lo que la población comprueba en la práctica del día a día. Y, siendo así, cada uno se va a cuidar de sus asuntos, cada vez menos convencido de que puede haber una salida por la vía de la política y del voto. Esta creciente debilitación de la democracia en el interior de corazones y mentes, enraizada en el día a día, es la más peligrosa. Y también por eso la decisión sobre quién gobernará el país, en caso de que salga Michel Temer, debe ser del pueblo y de las urnas.

Lo que reverbera hoy en Brasil tiene mucho de particular y mucho de la propia crisis de la democracia como fenómeno global. Se ha escrito mucho sobre este tema. Me gusta particularmente un pequeño libro, Babel (2015), una conversación bastante iluminadora entre el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, que falleció en enero de este año, y el periodista italiano Ezio Mauro. Discuten sobre cómo la política acaba siendo el "tótem corrompido" de un mundo que no funciona. Y alertan sobre el hecho de que "después de haber derrotado las dictaduras, la democracia no se instala en el control para siempre".

Ezio Mauro define con precisión el sentimiento del ciudadano que "cuenta solo como uno, sin capacidad de sumarse a los otros": "no se siente decepcionado, sino rebelde, protagonista de una especie de sucesión republicana, casi un nuevo súbdito político en la contrapolítica del rechazo. Pero no entiende que tampoco él tiene interés para el Estado, excepto como número que se registra en los estudios, sin rostro y sin historia. No entiende, en otras palabras, que en el momento en que su libertad se convierte en asunto privado y él empieza a ejercer sus derechos solo como individuo, en el momento en que libertad y derechos son ambos incapaces de aglutinarse en cualquier tipo de proyecto con los demás, ambos se vuelven irrelevantes y estériles a los ojos del poder, ya que han perdido su capacidad de poner lo que sea en movimiento. El Estado sabe que estoy estadísticamente presente, pero también sabe que solo cuento como uno y no tengo capacidad de sumarme a los demás".

Quizás el movimiento de las Directas Ya se encuentre en un callejón sin salida. Aunque existan voces fuertes luchando por ellas en textos y manifiestos, así como en los altavoces de los camiones y en el Congreso, ¿las elecciones directas podrían realizarse de hecho, en un sentido más profundo, sin una presencia representativa en la calle? Es más: ¿el clamor de las Directas Ya sería capaz de significar la retomada de la reinvención de la política? ¿O la parálisis gritada, enmascarada de movimiento, seguirá ocupando el día a día? El tiempo dirá.

La creciente debilitación de la democracia en el interior de corazones y mentes, enraizada en el día a día, es la más peligrosa

Continuando todavía con esta conversación tan interesante, Bauman hace una pregunta retórica para expresar la incredulidad de la población en la capacidad que tiene la política para responder a las ansias de la vida: "En realidad, por qué habrías de movilizarte, preocuparte e interesarte si lo que se hace solo tiene, si la tiene, una relación remota con lo que quieres que se haga y que no alivia en casi nada los problemas que te afligen y los miedos que te asombran?".

Y entonces Bauman hace una referencia que parece describir el Brasil actual: "Siempre que intentamos diagnosticar la presente crisis de la democracia, la verdad de los hechos nos redirige hacia la rápidamente deteriorada confianza en la capacidad que tienen las instituciones políticas existentes de hacer lo que los ciudadanos exigirían en caso de que todavía creyeran que las peticiones serían escuchadas y tomadas en serio. Sin embargo, ya no lo creen. Por lo menos la mayoría, y la mayor parte del tiempo, no lo cree. Algunos cazadores de votos, que se presentan como outsiders, intocados por la podredumbre y por la parálisis 'que están ahí', consiguen capitalizar la soledad del electorado y captar la simpatía de algunos de sus miembros, haciendo promesas que ellos saben –y la mayoría de las personas desconfía– que no serán capaces de cumplir si salen elegidos. (...) Sin embargo, en general, la frustración los alcanzará poco después de las elecciones. Los tiempos de desesperanza están repletos de tumbas de profetas deshonestos y falsos salvadores".

Y Mauro completa: "Seguramente hay un camino. Pero corremos el riesgo de no encontrarlo, ya que el interregno es también un periodo en que la irracionalidad de la decadencia germina sin restricción, en una rebelión más motivada por angustias que por libertad verdadera; un periodo en que surgen figuras chamánicas que reducen el mecanismo político a su carisma, apelan a nuestros instintos, emocionalmente, y engendran miedos para transformarlos en grandes trivialidades, como si fuera posible que hubiera soluciones simples para problemas complejos".

En la cotidianidad de excepción que hoy vivimos en Brasil, es necesario interrumpir el proceso continuo de pérdida de importancia del voto por todos los motivos y por uno en particular. El hecho de que una presidenta elegida democráticamente haya sido destituida del poder de forma tan ligera ha fortalecido, en grupos cuya violencia se mantenía todavía bajo algún control, la seguridad de que todo vale. Que el resultado en las urnas no es soberano y que la democracia es una cuestión de interpretación. Cuando el vice que se convirtió en presidente por la fuerza del impeachment es investigado por crímenes graves y, aun así, se mantiene en el poder, rodeado por un ministerio de investigados, esa percepción solo se fortalece. Se transforma en convicción. Todo parece depender de la ocasión y de quién puede más, no de la ley.

“Los tiempos de desesperanza están repletos de tumbas de profetas deshonestos y falsos salvadores”

Esta convicción se demuestra en la confabulación de los parlamentarios ruralistas, que lideran las votaciones en el Congreso para desproteger tierras públicas para ampliar su explotación privada. Y ya avanza en el intento de cambiar el mapa de Brasil, al aprobar la mutilación de la selva y legalizar la apropiación de tierras. Y esa convicción se realiza con un aumento de violencia. Los que se apropian de las tierras se las arreglan visiblemente mejor en la selva amazónica, avanzan con más ímpetu sobre las unidades de conservación y las tierras indígenas, seguros de que van a quedar impunes. Personajes que se mantenían en estado de latencia, como algunos parásitos que habitan en nuestro intestino, volvieron a irrumpir en la superficie del tejido social. La eclosión de la violencia en las periferias está íntimamente relacionada con la fragilidad de las instituciones en el centro. Como ya escribí en la columna anterior, los frágiles mueren primero. Lejos sucede primero.

En la cotidianidad de excepción que hoy vivimos en Brasil, interrumpir el proceso continuo de pérdida de importancia del voto es solo el principio. El camino será largo y difícil. Por varios motivos y también porque el principal proyecto de país de la historia reciente, simbolizado por el PT, se corrompió y se desmoronó. El camino será largo y difícil, independientemente del escenario. Pero es importante escoger la salida capaz de interrumpir el proceso de debilitación de la democracia. Es importante que la resistencia democrática se convierta en acto: el acto de votar, la responsabilidad de la elección.

Las elecciones directas, por la vía constitucional, no son un atajo irresponsable, como dicen algunos. Sino una reparación responsable de la democracia, en proceso acelerado de pérdida de importancia, por obra de una corrosión promovida por los dos lados de la llamada polarización. Una nueva idea de Brasil no está allí ni aquí, sino en múltiples lugares. Brasil necesita que lo vuelvan a imaginar. Y para eso se necesita que el voto vuelva a valer.

Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficción Coluna Prestes - O Avesso da Lenda, A Vida que Ninguém vê, O Olho da Rua, A Menina Quebrada, Meus Desacontecimentos, y de novela Uma Duas. Sitio web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum. Facebook: @brumelianebrum.

La eclosión de la violencia en las periferias está íntimamente relacionada con la fragilidad de las instituciones en el centro

Traducción: Meritxell Almarza

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