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El terrorismo amenaza con rebrotar en Túnez

Desde que arrancó la transición democrática, el país ha padecido atentados con más intensidad que durante la dictadura

“Cada vez que la transición democrática está a punto de dar un paso importante surge una actuación terrorista que pone trabas en el camino”. Rachid Ghanouchi, el líder de Ennahda, el partido islamista mayoritario en Túnez, hizo esta observación a finales de diciembre cuando la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) acometía la recta final de la aprobación de la primera Constitución democrática en la historia del país.

En esta ocasión el golpe terrorista no se ha producido, pero el peligro subsiste. Todas las miradas se dirigen hacia los grupos islamistas radicales, pero estos no constituyen la única amenaza. “También podrían recurrir a la violencia grupos de excluidos”, como miembros de las fuerzas de seguridad señalados por la justicia transicional, advierte Amine Ghali, director del Centro Kawakibi para la Transición Democrática.

Desde que arrancó la transición democrática —en enero de 2011—, Túnez ha padecido el terrorismo con más intensidad que durante la dictadura. Los asesinatos, en febrero y en julio pasados, de dos diputados izquierdistas a manos de salafistas en la capital son los atentados que más repercusión han tenido. Un año antes, en septiembre de 2012, cientos de manifestantes intentaron asaltar la Embajada de EE UU.

“Lo que de verdad me desconcierta y suscita preguntas es, sin embargo, la resistencia de un grupúsculo en la sierra de Chaambi”, en el oeste del país, cerca de la frontera con Argelia, afirma el tunecino Haykel Ben Mahfoud, profesor y, hasta 2013, vicedirector del Centro para el Control Democrático de las Fuerzas Armadas con sede en Ginebra.

Desde hace algo más de un año varias decenas de terroristas resisten allí los embates del Ejército tunecino, cuya aviación les bombardea, ayudado, a veces, por Argelia. “Me pregunto sobre la fiabilidad de la estrategia antiterrorista”, señala Mahfoud. “Urge reformar el aparato de seguridad, muy tocado tras la caída de la dictadura, sin esperar a las próximas citas electorales”, prosigue. “Hay que mejorar sobre todo la calidad de la información de inteligencia”.

“Túnez pasa por una situación frágil que los pescadores en río revuelto —como el crimen organizado, los terroristas o los traficantes de seres humanos— tratan de aprovechar”, según Mahfoud. Pero si grupos islamistas como Ansar al Sharía (Partidario de la Sharía) se han radicalizado y han optado por la lucha armada es también porque “el Estado no les ha puesto límites y les ha otorgado un margen de tolerancia que les ha permitido desarrollarse”.

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Cuando se refiere al Estado, Mahfoud apunta ante todo a los islamistas de Ennahda que han gobernado Túnez hasta hace poco. Comparte así la acusación que formulan los laicos tunecinos contra ese partido, pero con matices. “No creo que haya habido una voluntad deliberada de dejarles crecer, sino más bien una falta de visión y de experiencia”.

El entorno geográfico de Túnez ayuda también al auge del terrorismo. Abu Iyad, el líder de Ansar al Sharía, en busca y captura desde que intentó tomar la Embajada norteamericana, ha huido a Libia donde se entrenan también muchos jóvenes tunecinos. Expulsados del norte de Malí hace un año por la operación militar francesa Serval, unos cuentos terroristas curtidos se han refugiado en Túnez.

Al oeste, la vecina Argelia y su poderoso Ejército —es el mayor de África del norte— auxilian a los militares tunecinos con su asesoramiento y otorgándoles facilidades. Pero a través de esa larga frontera común argelino-tunecina penetró también recientemente en Túnez un conocido terrorista argelino, Khaled Chaieb, experto en explosivos, según el Ministerio del Interior tunecino. Lleva 15 años luchando en Argelia y la dirección de la rama magrebí de Al Qaeda le ha enviado ahora a Túnez.

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