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El mito de un presidente eterno

Los partidarios de Buteflika y su familia le empujan a presentarse como candidato para un cuarto mandato a pesar de su debilitada salud

“Argelia se merece algo mejor”. Mientras efectúa recargas de móvil y vende chicles en su minúscula tienda, Ahmed, de 26 años, contesta con esas cinco palabras y una mueca de disgusto a la pregunta de si Abdelaziz Buteflika, de 76 años, va a presentarse en abril a un cuarto mandato a la Presidencia de la República que concluiría en 2019, con 82 años. Accedió a la presidencia hace ya 15 años, el récord de Argelia.

“Solo se habla de eso, de la reelección y de la salud del presidente”, afirma Samia, estudiante de Filología Hispánica en la Universidad de Argel, en la parte trasera de una cafetería donde acude con un par de compañeros de carrera a los que este corresponsal conoció a través de las redes sociales.

¿Y qué se dice? “Pues que ya es hora de que Buteflika se jubile; que una potencia como la nuestra [cuarto exportador de gas mundial] no puede tener un jefe de Estado casi desahuciado”, responde Aziz suscitando la aprobación de sus compañeros. “Un país con una población tan joven no debe tener un presidente tan viejo”, añade Samia. El 80% de la población argelina tiene menos de 30 años.

Más que viejo, Abdelaziz Buteflika está sobre todo hecho trizas. Está aquejado de tales problemas de salud que no camina; no ha sido visto en público desde septiembre de 2012; cuando habla a sus huéspedes extranjeros es casi inaudible; no puede mantener con ellos una larga conversación; tiene dificultades para firmar como se pudo ver en televisión al rubricar los presupuestos de este año; no puede viajar ni hacer campaña electoral.

El canal de televisión francés Canal+ mostró en diciembre cómo la televisión pública argelina trucó las imágenes grabadas durante la audiencia que Buteflika otorgó al primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, para dar la impresión de que mantenía una conversación animada. En el vídeo original solo movía tres veces la mano, pero en el que fue emitido lo hizo hasta ocho. El Ministerio de Comunicación argelino desmintió la manipulación y Amar Saadani, secretario general del Frente de Liberación Nacional (FLN), recuerda que Franklin D. Roosevelt dirigió Estados Unidos desde una silla de ruedas.

Hace ya casi nueve años Buteflika fue oficialmente operado en el hospital militar Val de Grâce de París de una “úlcera sangrante”, aunque otras fuentes indican que recibió tratamiento por un cáncer de estómago. En abril de 2013 sufrió un ictus y estuvo ingresado 80 días en París adonde regresó una semana, en enero pasado, para ser sometido a revisión.

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Los raquíticos partidos de oposición consideran que Buteflika debe de ser inhabilitado. “Todo esto demuestra su incapacidad para ejercer mínimamente sus funciones y da la razón a los que reclaman que sea invalidado tal y como prevé el artículo 88 de la Constitución”, sostiene Atman Mazuz, portavoz del Reagrupamiento de la Cultura y de la Democracia, una formación laica.

Buteflika aún no ha dicho formalmente si tiene la intención de concurrir a un cuarto mandato, pero todo apunta a que sí lo hará. Tiene hasta el 4 de marzo para presentar su candidatura. En noviembre pasado el comité central del FLN, del que es presidente honorario, le dio su investidura. Desde entonces una retahíla de partidos vinculados a la Administración le han brindado su apoyo y sus partidarios han alquilado un edificio para convertirlo en el cuartel general de la campaña.

Si al final se presenta Buteflika será probablemente reelegido gracias a la movilización del FLN, el antiguo partido único, y buena parte de la Administración del Estado. La prensa argelina, en su mayoría hostil al presidente, sostiene que si logra ese cuarto mandato quinquenal habrá un jefe de Estado en la sombra: su hermano pequeño, Said Buteflika, de 57 años. A medida que la salud del presidente empeoraba, los poderes del hermano se acrecentaban.

“No veremos el cuarto mandato de Abdelaziz Buteflika sino el primero de Said”, asegura el célebre y corrosivo columnista Kamel Daud. “¿Cómo los Buteflika han podido convertir una república de larga tradición colegial en una monarquía familiar?”, se preguntaba indignado.

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