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América Latina, en la encrucijada

Aumentar la productividad y reducir la desigualdad son los principales retos para el crecimiento de la región tras el fin del boom de las materias primas

El secretario general de OCDE, José Ángel Gurría.
El secretario general de OCDE, José Ángel Gurría. efe

“Los vientos están cambiando para la región”. “Ahora, por lo menos sabemos lo que no queremos”. Estas dos frases, la primera pronunciada por Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, en la apertura del VI Fórum Económico Internacional sobre América Latina y el Caribe celebrado el pasado lunes en París, y la segunda por el presidente de Perú, Ollanta Humala, en su clausura, encerraron cuatro horas de seminario dedicadas a debatir el camino a seguir por las economías latinoamericanas una vez terminado el carnaval de las commodities, la llamada Década Dorada propiciada principalmente por el tirón de la demanda china y los altos precios de las materias primas, sobre todo, de los minerales.

Los debates pusieron de manifiesto lo logrado durante estos años, como la solidez macroeconómica y la estabilidad democrática —entre 2012 y 2015 un total de 14 países habrán celebrado elecciones sin que dieran lugar a crisis de legitimidad—, pero también la decepcionante evolución de las economías del continente —con un crecimiento promedio del 2% del PIB frente al 5% de no hace tanto tiempo— y la urgencia de tomar las decisiones correctas en un momento crucial.

La selección mundial de expertos reunidos en París —Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID); Danilo Astori, vicepresidente de Uruguay; Rebeca Grynspan, secretaria general Iberoamericana; Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la CEPAL; Mario Pezzini, director del Centro de Desarrollo de la OCDE, entre otros— coincidieron en el diagnóstico y también, con matices, en los remedios.

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Cinco males fueron identificados: la baja productividad, “bestia negra”, como dijo Gurría, que lastra el crecimiento del continente —en 20 años solo registró un aumento del 1,6% frente al 3% de países como Corea del Sur, Turquía o Polonia—; la desigualdad, que hace de América Latina la región más injusta del mundo —el 20% más rico capta en promedio el 47% del ingreso total—; la informalidad en el empleo, que afecta al 55% de sus trabajadores —unos 130 millones de personas—; la escasa capacidad de recaudación fiscal —del 13,6% del PIB en 1990 ha pasado al 20,7% ahora, muy lejos aún del 34,1% de media en los países de la OCDE— y la falta de inversiones en infraestructuras —una media de 2,5 puntos del PIB frente al 6 de los países asiáticos—, lo que dispara los costes de exportación en comparación con sus rivales comerciales.

Hubo consenso en la urgente necesidad de una revolución educativa, “tanto en lo que se refiere a la inclusión social de mujeres y jóvenes como a la búsqueda de la excelencia”, como dijo el vicepresidente Astori, como primer paso para mejorar la productividad, y en la apuesta por la calidad y la apertura de la sociedad.

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También en la importancia de fomentar una mayor cooperación internacional e integración regional para abordar los grandes proyectos de infraestructuras así como en la defensa de las pymes frente al poder de los monopolios.

En cuanto a la desigualdad, la secretaria ejecutiva de la CEPAL rebajó la euforia de algunos gobiernos latinoamericanos: “Hablan de haber creado una nueva clase media y es verdad que millones de personas han salido de la pobreza, pero no son clase media por su capacidad de ahorro sino por su capacidad para endeudarse comprando bienes importados”. En este contexto, Alexandre Meira da Rosa, gerente del sector de Infraestructura y Medio Ambiente del BID, subrayó el vertiginoso proceso de urbanización de América Latina y la presión que sus habitantes, ahora con mayor poder adquisitivo, ejercen sobre unas autoridades incapaces de satisfacer las demandas de mejores servicios públicos.

En resumen, reformas y libre comercio, o dicho de otra manera la Alianza del Pacífico (México, Colombia, México, Perú y Chile) como modelo a imitar frente al estancamiento de Mercosur o la vía al subdesarrollo de Cuba y Venezuela, para afrontar la encrucijada en que se encuentra el continente.

En el tintero se quedaron las dificultades para aplicar y desarrollar esas reformas, el problema de la debilidad institucional de la mayoría de los países, lo que se traduce generalmente en exceso de burocracia, corrupción e impunidad, o el debate sobre si las conquistas de hoy serán reversibles mañana, si a la Década Dorada sucederá otra Década Perdida. Pero, al menos, como dijo Humala, parece que esta vez América Latina tiene claro lo que no quiere.

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