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Los otros casos Nisman

El escepticismo con el que la sociedad argentina sigue la investigación sobre la muerte del fiscal se funda en el turbio historial de los servicios de inteligencia

Francisco Peregil
Una protesta en memoria del periodista José Luis Cabezas.
Una protesta en memoria del periodista José Luis Cabezas.JUAN VARGAS (AFP)

El nombre, la carátula oficial con que la justicia investiga la muerte de Alberto Nisman, el fiscal que denunció a la presidenta Cristina Fernández por encubrimiento de terroristas, señala: "muerte dudosa". A pesar de que las primeras pruebas periciales informan de que no hubo intervención de terceros, los investigadores no descartan ni el asesinato ni el suicidio por inducción. Pero muchos argentinos ya emitieron su sentencia: asesinato. El mismo día de su muerte miles de personas salieron a la calle pidiendo justicia con carteles que decían: "Yo soy Nisman".

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Dos días después, cuando Leonardo Jmelnitzky, presidente de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), donde en 1994 85 personas murieron en un atentado terrorista el caso que investigaba Nisman, mencionó la expresión "muerte dudosa" durante otra concentración que también reclamaba verdad y justicia, varios asistentes gritaron: "¡Asesinato!". Y el jueves, hasta Cristina Fernández aseguró estar convencida de que Nisman no se suicidó.

Defender la tesis del suicidio de Nisman es, cuando menos, impopular para cualquier político argentino. Aunque ninguna prueba haya demostrado hasta el momento lo contrario. Sobre la memoria colectiva del país están muy presentes ciertos casos en los que el poder utilizó los servicios secretos para escuchar, extorsionar o atacar a jueces, periodistas y rivales políticos.

El 25 de enero, se cumplieron 18 años de la muerte de José Luis Cabezas. Era un fotógrafo de la revista Noticias que publicó en 1996 una gran exclusiva: la foto de Hugo Yabrán, un empresario vinculado al presidente Carlos Menem (1989-1999). Todo el mundo hablaba de Yabrán como jefe de una mafia enquistada en la Casa Rosada, pero nadie disponía de su imagen. Hasta que Noticias publicó su foto en marzo de 1996. Diez meses después, Cabezas fue hallado muerto dentro de un coche incendiado, con las manos esposadas a la espalda y dos tiros en la cabeza. Yabrán fue considerado el autor intelectual. El presidente Menem prometió aclarar el caso, pero Yabrán se suicidó en 1998. La muerte de Cabezas, donde se vieron implicados los servicios secretos de la policía bonaerense, manchó la década de Menem.

En Argentina, cada fuerza de seguridad dispone de su aparato de espionaje: la Armada, la Fuerza Aérea y el Ejército, la Policía Federal, la Prefectura, la Policía de Seguridad Aeroportuaria, la Gendarmería, la Bonaerense (que depende del gobernador de Buenos Aires) y la Secretaría de Inteligencia (SI). La más poderosa de todas ellas es la SI, que aún se conoce como la antigua SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado). Sus responsables reportan al presidente del Gobierno.

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Defender la tesis de que el investigador se suicidó es impopular

En octubre de 2003, se comprobó la participación de algunos de sus oficiales en varios secuestros. El entonces presidente, Néstor Kirchner, encomendó a la SIDE la investigación de algunos casos vinculados a la Bonaerense. Desde entonces, las luchas entre ambos estamentos son públicas. El último capítulo se saldó el 9 de julio de 2013 cuando 10 policías de la Bonaerense entraron en la casa del espía Pedro Viale, alias El Lauchón, y lo acribillaron a balazos. El Lauchón era un hombre de confianza de Antonio Stiusso, alias Jaime. Y Stiusso era, según Néstor Kirchner, quien más sabía sobre el caso AMIA. Tenía estrechos vínculos con la CIA y con el Mosad y era el principal informador del fiscal Nisman. En diciembre, Cristina Fernández forzó su retiro y ahora, desde el Gobierno se insinúa que la denuncia de Nisman fue escrita por Stiusso. En 2004, al entonces ministro de Justicia, Gustavo Beliz, le costó el cargo mantener un pulso contra Stiusso. Beliz advirtió a Kirchner:

Vos podés sentir que si pinchás teléfonos y tenés mucha información vas a ser más poderoso, pero vas a ser esclavo de la persona que hace esas cosas.

Dejá que de eso me encargo yo.

Kirchner, finalmente, pidió la renuncia a Beliz y el ministro acudió esa misma noche del 25 de julio de 2004 a televisión. Allí mostró por primera vez una foto de Stiusso, lo acusó de "embarrar" la investigación de la AMIA y dijo: "Me echaron por nombrar la palabra maldita de la política argentina: SIDE. Es una especie de agujero negro, se manejan fondos sin rendición de cuentas. Constituye un Estado paralelo, una policía secreta sin ningún control: la maneja un señor al que todo el mundo le tiene miedo porque dicen que es peligroso y te puede mandar a matar. Ese hombre participó de todos los Gobiernos y se llama Jaime Stiusso". Después, Beliz abandonó la política y se marchó a EE UU. Stiusso continuó en su puesto con Kirchner y después con Cristina Fernández.

Hay muchos casos donde directa o indirectamente aparece la SIDE. Su máximo responsable durante toda la década menemista, Hugo Anzorreguy, está procesado por irregularidades durante la investigación del caso AMIA y por encubrir a sus autores. El juicio oral contra él está pendiente.

Otro caso: en 2005, Enrique Olivera, candidato a alcalde de Buenos Aires por el partido ARI, fue acusado de guardar dos millones de dólares en el extranjero. Olivera perdió las elecciones y dos años después su denunciante, el dirigente de la Unión Cívica Radical, Daniel Bravo, reconoció que la denuncia "con datos falsos" había llegado a su poder de forma anónima. Olivera acusó a la SIDE de la operación contra él. Nunca se comprobó cuál fue la mano negra.

Desde que se instauró la democracia hasta ahora, la antigua SIDE y los políticos que pasaron por la Casa Rosada hicieron méritos para que todo el mundo desconfíe de que Nisman, simplemente, pudo haberse suicidado.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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