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“Luchamos contra el fascismo que encarna el Estado Islámico”

Al menos dos españoles se han unido a las filas de las milicias kurdas que combaten el avance yihadista en Irak y Siria

Andrés Mourenza
El miliciano Paco Arcadio en un vídeo grabado en Serekaniye (Siria) en enero por una agencia cercana a las milicias kurdas.
El miliciano Paco Arcadio en un vídeo grabado en Serekaniye (Siria) en enero por una agencia cercana a las milicias kurdas.

La guerra en Siria e Irak ha atraído a miles de combatientes extranjeros —europeos en un número significativo— pero la brutalidad del Estado Islámico (EI) está galvanizando un cierto apoyo foráneo en torno a los grupos que luchan contra él, especialmente los kurdos. Quienes combaten al yihadismo han comenzado asimismo a recibir voluntarios del exterior —también españoles— si bien en un flujo mucho menor que el que ha engrosado las filas de la organización yihadista dirigida por Abu Bakr al Bagdadi.

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El grupo de brigadistas españoles —perteneciente a Reconstrucción Comunista, una escisión de las juventudes del Partido Comunista de España— llegó a Siria a inicios de año e, integrado en un batallón compuesto por miembros de distintas nacionalidades, estableció su base en Serekaniye (Ras al Ayn, en árabe), una ciudad controlada por las Unidades de Protección Popular (YPG), la milicia kurda que ha expulsado al EI de varios cantones de Siria y se opone tanto al califato como al régimen de Bachar al Asad.

Los brigadistas españoles aseguran que allí recibieron entrenamiento militar y, durante unos días, fueron enviados a luchar al frente, un punto corroborado a este diario por fuentes de la inteligencia turca y un periodista local.

“Salvo algunos camaradas de nuestra organización, nadie sabía que veníamos. Pero hay veces que hay que dejar a un lado tu propia felicidad e incluso la felicidad de la gente que más te importa”, asegura uno de los voluntarios españoles, que se hace llamar Paco Arcadio, en una de las varias entrevistas telefónicas mantenidas con este diario durante las últimas semanas.

El combatiente declina confirmar cuántos integran la “delegación” española por “razones de seguridad” y sólo reconoce la presencia de dos personas, aunque la fuente de inteligencia mencionada cree que el número es mayor.

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Los problemas legales de los foráneos

La detención, el pasado febrero, de ocho españoles que presuntamente se integraron en las milicias prorrusas de Ucrania, abrió un debate sobre la situación legal de los combatientes nacionales en conflictos extranjeros.

El brigadista Paco Arcadio y sus compañeros saben que ellos mismos podrían tener problemas legales si regresan a España tras combatir en Siria e Irak por lo quisieran que el Gobierno español se comprometiera a que “nadie que se una a las [milicias kurdas] YPG sufra represión alguna por parte del Estado”. “Con ir a una manifestación en París no se derrota al Daesh [denominación del Estado Islámico en árabe], ya es hora de que el Gobierno actúe y sea consecuente con lo que dice”, justifica Arcadio.

Existe un precedente: la Fiscalía de Holanda, tras conocerse el caso de los integrantes de un club de moteros neerlandés enrolados en las milicias kurdas, aseguró que no perseguirá judicialmente a los ciudadanos de su país que combaten al Estado Islámico.

Los motivos que han empujado a estos jóvenes a tomar las armas para combatir al Estado Islámico son lo que denominan el “internacionalismo proletario” y apoyar la lucha “revolucionaria” de las fuerzas kurdas: “No es una lucha contra el islam, sino por la convivencia entre diferentes culturas, y no sólo a favor de los kurdos, sino de toda la humanidad. No podemos caer en el simplismo de decir que esto es culpa del islam y promover así movimientos racistas y xenófobos. Nosotros no luchamos contra los musulmanes, luchamos contra el fascismo que encarna el Estado Islámico, como se luchó en España en 1936 o en Stalingrado en 1943”.

La situación en Serekaniye (Siria) no era excesivamente complicada, pero ahora el batallón de brigadistas ha pasado a palabras mayores. Hace un mes, la dirección de la milicia kurda YPG decidió destinar a los combatientes extranjeros al frente de Sinjar (Irak), al otro lado de la frontera que el EI y la guerra han borrado.

Sinjar es uno de los puntos calientes de la ofensiva contra el EI después de que el pasado verano fuese arrasada por los yihadistas, que mataron a cientos de vecinos —la mayoría kurdos de religión yazidí— y provocaron un gran éxodo. En Sinjar hay movimiento de tropas, afirma Arcadio, mientras al otro lado del teléfono se oyen disparos y explosiones. El español asegura haber participado él mismo en operaciones de hostigamiento al Estado Islámico, por ejemplo la última semana de marzo, cuando junto a otros compañeros dice que atacó una posición enemiga en un ataque en el que murieron 15 yihadistas.

Reconquistar Sinjar tendría una importancia capital ya que así las fuerzas kurdas cortarían una de las principales vías de comunicación entre los territorios que controla el EI en Irak y Siria. Sin embargo, las órdenes no están claras ya que en el campo antiyihadista se mezclan diversas organizaciones: además de las YPG, hay milicias yazidíes y cristianas, y militantes de grupos armados de Turquía, además de las tropas peshmerga del Gobierno kurdo de Irak. Y los recelos entre estos grupos son más que notorios.

Según el brigadista ahora es buen momento para la ofensiva pues “la moral del EI está hecha pedazos” tras haber sido expulsado de la ciudad siria de Kobane o de la iraquí de Tikrit: “Hemos comprobado cómo en los ataques de las [milicias] YPG, incluso teniendo ellos más y mejor armamento y siendo las YPG inferiores en número, el Daesh se retira abandonando a sus compañeros heridos y el armamento”. El Instituto para el Estudio de la Guerra, con sede en Washington, comparte esta visión y considera que los últimos ataques del EI en países como Yemen o Libia están destinados a “contrarrestar la percepción de su declive en Irak”.

En las últimas semanas un australiano y un británico han fallecido en las filas de las milicias kurdas. Pero Arcadio asume los riesgos: “Combatiremos hasta que sólo nos quede una bala en el cargador, la que impedirá que nos capturen con vida. No vamos a dar [al EI] el placer de ejecutarnos en público”.

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