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España pugna por ascender de la segunda división en los organismos internacionales

Las candidaturas de Moratinos y León buscan paliar la magra presencia en política internacional

Javier Solana y Joaquín Almunia durante una conferencia en ESADE.
Javier Solana y Joaquín Almunia durante una conferencia en ESADE.

España busca mayor presencia en los organismos internacionales con las candidaturas de Miguel Ángel Moratinos para la FAO, la organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, y de Bernardino León, mano derecha de Zapatero, como enviado especial de la UE para el Mediterráneo sur (es decir, para las revoluciones árabes). Si triunfan, entrarán a un club pequeño del que Joaquín Almunia y Joan Clos son ahora los miembros más ilustres.  Pese a que España es la quinta potencia europea y el sexto contribuyente de Naciones Unidas (en 2004 era el 12º), aún está poco representada en estas instituciones.

Joaquín Almunia, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Competencia, es posiblemente el español más poderoso en las instituciones internacionales. Una clasificación en la que le siguen Joan Clos, exalcalde de Barcelona y director ejecutivo de ONU-Habitat (lo que le convierte en una especie de ministro en Naciones Unidas), el general Alberto Asarta, jefe de Finul, la misión de la ONU en el sur de Líbano, y Marta Ruedas, coordinadora especial adjunta para Líbano, que según confesaba en una web de la institución antes de asumir el cargo desciende de “una familia de la ONU”.

Almunia, Clos, Asarta y Ruedas son los equivalente actuales a lo que en su día fueron Javier Solana (secretario general de la OTAN 1995-1999, y mister Pesc 1999-2009), Ana Palacio (vicepresidenta del Banco Mundial 2006-2008), Rodrigo Rato (director gerente del FMI 2004-2007), Josep Borrell (presidente del Parlamento Europeo 2004-2007), Enrique Barón (presidente del Parlamento Europeo 1989-1992), Federico Mayor Zaragoza (Unesco 1987-1999) o Marcelino Oreja (secretario general del Consejo de Europa, 1984-1989). La vicepresidenta Elena Salgado estaría en la lista si no hubiera perdido, en 2006, en la batalla para dirigir la Organización Mundial de la Salud.

“España no está representada en la escena internacional como debiera”, asegura una fuente diplomática española, que añade: “Tiene problemas de visibilidad. Es una asignatura pendiente del Ministerio de Exteriores”. La Agencia España de Cooperación para el Desarrollo (AECID) destinó el año pasado 805 millones a organismos multilaterales y Exteriores otros 187 millones. Y, tras el tijeretazo por los recortes, la AECID ha presupuestado 683 millones y Exteriores, 125 millones para este 2011, según un portavoz del ministerio, que añade que otros departamentos gubernamentales también hacen contribuciones a estos foros.

Existe desde hace años en el ministerio un departamento llamado Unidad de Funcionarios Internacionales (UFI) cuya misión es “desarrollar una política sistemática de promoción de la presencia de españoles en las organizaciones internacionales”, según afirma la página web de Exteriores. Otra de sus funciones es casar el maremágnum de ofertas de trabajo en esos órganos con las candidaturas de españoles preparados para ocuparlos. Sin embargo, el ministerio no ha podido dar a este diario no ya un listado de los cargos en manos de españoles, ni siquiera la cifra de cuántos son. “Están haciendo un nuevo recuento, las cifras oficiales estarán en unas semanas”, asegura un portavoz.

Miguel Ángel Moratinos.
Miguel Ángel Moratinos.
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Un recorrido por las instituciones europeas y los principales organismos multilaterales permite comprobar que los españoles son pocos y no están en primera línea. No hay ni uno en la cúpula del nuevo servicio de acción exterior de la UE. Sí hay varios embajadores de la Unión: los de Marruecos y Argentina, además de los de Angola, Namibia y Guinea Bissau, más la número dos en la embajada europea de China. Posiblemente más poderoso que cualquiera de ellos, el más importante tras Almunia, es Luis Romero, el director general de los servicios jurídicos de la UE.

El aumento de las aportaciones gubernamentales voluntarias (aparte hay una cuota fija que depende del PIB del país) a Naciones Unidas (sobre todo a ONU mujeres y al PNUD), a partir de la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa, ha implicado una mayor presencia de españoles en este organismo: casi se ha duplicado pero aún es pequeña. En los fondos y programas se han incrementado de 79 en 2004 a 182 el año pasado. En la secretaría general trabajaban en abril pasado 388 españoles (cuando en 2004 eran 218) entre los que destacan un secretario general adjunto, Joan Clos, director ejecutivo de ONU-Habitat, y dos subsecretarios generales, Alberto Asarta, el general al mando de los casi 12.000 soldados (incluidos mil españoles) y 2.000 civiles de la misión en Líbano, y Marta Ruedas, coordinadora especial adjunta para Líbano. El mandato de Asarta ha sido prorrogado hasta enero de 2012 y el de Clos lo determina el secretario general, Ban Ki-moon.

El último recuento de funcionarios de la secretaría general (que emplea a unas 16.000 personas), con datos de finales de abril pasado, indica que, además, otro español ocupa un puesto directivo en Haití (oficialmente denominado D2), otros cinco ocupan cargos D1 y otros dos centenares ocupan empleos para profesionales con experiencia (32 son de nivel P5, 94 son P4 y 84 son P3), según las cifras facilitadas por la representación española ante Naciones Unidas en Nueva York.

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La operación de la ONU en Líbano, iniciada en 2006, es la principal responsable de que la aportación nacional a las misiones de mantenimiento de la paz haya se haya disparado (ha ascendido de ser el 38º contribuyente de tropas y policías al 21º). Ha pasado de los siete observadores militares de 2004 a 1.064 soldados, según la misión española en la sede de la ONU.

 Uno de los problemas de España para colocar a compatriotas en altos cargos de Naciones Unidas es la falta de cantera, por eso la institución (que tiene más de 63.000 empleados incluidos los del Banco Mundial y el FMI) envió una misión de reclutadores a España en abril pasado en busca de potenciales candidatos para ocupar empleos (desde directivos a desarrolladores de páginas web).

 En la OTAN, España es el séptimo contribuyente y el séptimo en estrellas (el número de mandos). Una dirección de 17 personas encabeza la Alianza, que tiene una plantilla internacional civil en la que la representante española más importante es la viceportavoz, Carmen Romero.

El secretario general de Presidencia del Gobierno, Bernardino León. EFE/Archivo
El secretario general de Presidencia del Gobierno, Bernardino León. EFE/ArchivoEFE

 Sendos españoles ocupan puestos en las cúpulas de las más importantes instituciones financieras. José Manuel González Páramo es uno de los seis consejeros del Banco Central Europeo (BCE) pero su mandato acaba este año. Y José Viñals es consejero financiero del Fondo Monetario Internacional (FMI) y uno de los 32 empleados senior de la cúpula. El exgobernador del Banco de España Jaime Caruana dirige el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés). En el Banco Mundial, cuya plantilla incluye a 196 españoles, la representación es de nivel inferior: Marta García ocupa uno de los puestos rotatorios como representante Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, España y Venezuela en una junta directiva de 25 miembros. Y en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), no hay ninguno en la junta de directores ejecutivos (entre los permanentes o rotatorios), pero sí hay dos entre los 33 miembros de la dirección: Koldo Echebarría es el jefe de la oficina de planificación estratégica y Antoni Estevadeordal es el gerente de integración y comercio.

Uno de los españoles veteranos es Luis Echavarri, que dirige desde 1997 la Agencia de la Energía Nuclear de la OCDE (la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). La antes citada Unidad de Funcionarios Internacionales (UFI) del ministerio se dedica también a canalizar las candidaturas de los cargos más técnicos, sobre todo, para Naciones Unidas. Por ejemplo, la del capitán Esteban Pachá para encabezar la Organización Marítima Internacional, la agencia especializada en la seguridad del transporte marítimo y la prevención de la contaminación por parte de los barcos, o la de la catedrática de derecho internacional Concepción Escobar para la Comisión de Derecho Internacional.

Da la impresión de que se ha cumplido lo anunciado en un análisis del Centre for European Reform, de mayo de 2009, titulado “¿Seguirá España siendo un país pequeño?”. “La modestia española va más allá de la formulación de sus políticas. España suministra pocas personalidades de peso a las instituciones internacionales. Cuando Javier Solana, jefe de la política exterior de la UE, se retire, no habrá ningún puesto de primera línea en manos de españoles”. Efectivamente, salvo que la elección de Moratinos o de León (o de ambos) lo remedie.

Ojeadores de la ONU en busca de españoles

Reclutadores de Naciones Unidas viajaron en abril pasado a Barcelona y a Madrid en busca de potenciales candidatos españoles a entrar a trabajar en el. Joaquín Salido, 26 años, licenciado en relaciones internacionales en Salamanca, quiere ser parte de esa cantera. Fue uno de los 40 españoles examinados, aunque realizó la prueba –un examen escrito de cuatro horas y media-- en Bruselas, donde hace prácticas en el Parlamento Europeo. “Este examen se hace para reequilibrar la presencia geográfica con el peso y contribución de cada país en la ONU. Un amigo mío italiano no pudo presentarse el año pasado pero este sí”, explica Salido.
Los ojeadores seleccionaron a 36 candidatos de su perfil (administrativo) que fueron entrevistados en Ginebra. Aún está a la espera del resultado. “Me hubiera gustado ser diplomático, pero ves la oposición y es un sistema que no llama al talento”, dice por teléfono. En marzo pasado de presentó, con otros 60.000 aspirantes, al examen EPSO para ocupar alguna de las 600 vacantes en las instituciones europeas. “Lo hice por practicar, no me había preparado”.

La vicepresidenta, Elena Salgado, partía con dos desventajas en la competición para dirigir la OMS: no era médico y no tenía experiencia en organismos multilaterales. Salido y otros jóvenes de su perfil, con inglés y francés, un máster en el extranjero, prácticas en una embajadas en el exterior, en una legación foráneas en España, en una institución europea, etcétera quieren entrar a formar parte en el banquillo que nutra dentro de unas décadas los puestos de primera fila en los organismos internacionales.      

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