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Hamás no admite culpa

Desde que el llamado movimientode resistencia tomó el poder, se nota la creciente islamización

Hamás, el Movimiento de Resistencia Islámico, gobierna Gaza desde que ganara las elecciones legislativas palestinas en 2006. Tras una breve guerra civil, Al Fatah, el partido secular creado por Yasir Arafat, quedó recluido a Cisjordania. La franja de Gaza, de la que el Ejército israelí se retiró en 2005, quedó convertida en el feudo de Hamás. Desde entonces, en las calles se ve y se nota una creciente islamización que no solo afecta a las mujeres, y que coloca a Gaza a una gran distancia de Cisjordania. En las altas esferas políticas, sin embargo, solo se habla de democracia y libertad.

“¿Que Hamas quiere islamizar Gaza? No es cierto. Hamás cree en la democracia y en la libertad”, dice Fauzy Barhoum, portavoz del partido, en su despacho. Lo repite varias veces. “Es un hecho que la mayoría de palestinos son musulmanes, pero eso no significa que Hamás esté en contra de los judíos o de los cristianos”, añade recalcando que “Hamás no es Al Qaeda”. “Somos moderados”, asegura. Es sintomático, sin embargo, que coloque a judíos y cristianos en el mismo grupo. No hay constancia de que quede ninguno de los primeros en la franja, pero de los otros viven allí más de 3.000, ciudadanos también palestinos.

Es indudable, sin embargo, que hay grupos extremistas que operan en la franja, con o sin la aquiescencia de Hamás. Barhoum dice que sin ella, y tiene una explicación para su existencia: el actual bloqueo de Gaza por parte de Israel, impuesto en 2007 y endurecido o aligerado según el contexto político. “Antes del bloqueo no teníamos extremistas en Gaza”, dice. “Tras él, aparecieron”. Identifica, además, otras razones. “La Administración norteamericana, que está contra el islam y contra los musulmanes, que se caracteriza por su islamofobia y que alimenta el extremismo”, añade.

No hay admisión de culpa entre los dirigentes de Hamás. Según ellos, la imposición de costumbres islámicas entre las mujeres es algo que ellas mismas o sus familias asumen por decisión propia, casi una autoimposición moral, más que el lento avance de un ideario religioso disfrazado de gobernanza.

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