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EL PAÍS
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Un cartero distribuye el correo en un edificio de Barcelona.
Columna

Cartas

Al rito diario de abrir la portezuela del buzón lo acompañaba con frecuencia un pinchazo gozoso de sorpresa. Hoy día el cartero solo trae facturas en sobres con ventana, propaganda, un periódico al que estoy suscrito y poco más. Nada, desde luego, que vaya a marcar una cesura en mi vida

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